lunes, 9 de agosto de 2021

«La moneda en el pez»... Un pequeño pensamiento para hoy


El Evangelio para la reflexión de hoy —que siempre es el que la liturgia de la palabra nos pone para la Misa— nos presenta a Jesús (Mateo 17,21-26) hablando con sus discípulos en Galilea nuevamente sobre el anuncio de su muerte y resurrección —que por cierto, entristece mucho a sus discípulos—, pero además, el pasaje de hoy, se refiere también al pago de un tributo por parte de Jesús. Desde tiempos de Nehemías, según vemos en la historia sagrada, era costumbre que los israelitas mayores de veinte años pagaran, cada año, una pequeña ayuda para el mantenimiento del Templo de Jerusalén: dos dracmas —en moneda griega— o dos denarios —en moneda romana—. Era un impuesto que no tenía nada que ver con los que pagaban a la potencia ocupante, los romanos, y que recogían los publicanos y de los cuales habla otro relato de San Mateo (Mt 22,15-21).

Jesús pagaba, por supuesto y como todos cada año, este didracma a favor del Templo, como afirma Pedro en este relato. Nuestro Señor cumple las obligaciones del buen ciudadano y del creyente judío. Aunque, como él mismo razona, el Hijo no tendría por qué pagar un impuesto precisamente en su casa, en la casa de su Padre. Pero, para no dar motivos de escándalo y crítica, lo hace. En otras cosas no tiene tanto interés en no escandalizar — por ejemplo en temas como el sábado o el ayuno—. Pero no se podrá decir que apareciera interesado en cuestión de dinero. Leyendo detenidamente llegamos al momento en que habla del pez en el lago y que probablemente, se refiere a una clase de peces con la boca muy ancha y que, a veces, se encontraban con monedas tragadas. En esta ocasión, según los estudiosos, Pedro encuentra un «estáter», una moneda que valía cuatro dracmas, lo suficiente para pagar por Jesús y por Pedro. Esta anécdota de pedir al pez que le diera una moneda es buen símbolo. Podemos interpretarlo como una pequeñez; como si dijera: lo material —al menos en una mínima proporción— es relativamente fácil adquirirlo, para cumplir con las leyes externas; lo difícil para cada uno es sacar adelante un proyecto de salvación , realizar obras grandes en el espíritu, por encima de sí mismo, según la vocación de cada quien.

Me llama la atención que Jesús, para que Pedro pague el impuesto al Templo, lo invita a realizarlo mediante la práctica de su oficio de pescador. El pez, encontrado por Pedro es don gratuito de Dios que le posibilita pagar por sí mismo y por Jesús, ligándolo de esa forma más íntimamente con Él. Esta unión realizada en la obediencia de la fe a la Palabra de su Maestro, exige de Pedro ir comprendiendo poco a poco que él y todos los discípulos–misioneros habrán de realizar el mismo camino de Jesús hacia la Pascua pasando por la cruz, aunque como decía al inicio de este escrito, eso lo llene de tristeza como a sus demás compañeros. Si queremos seguir a Cristo hemos de imitarle en todo, incluyendo por supuesto el momento de cruz, marcado especialmente por nuestros dolores físicos y morales, por nuestras penas y congojas que, unidos a la pasión de Cristo cobran sentido. Jesús velará por nosotros como lo hizo con Pedro... pagará también por nosotros. Pero nos deja la tarea de hacerle presente en el mundo cumpliendo con el papel que nos toca y que cada uno debe descubrir dentro del plan de salvación. Que María Santísima nos ayude a caminar hacia la Pascua cercanos siempre de Nuestro Señor. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

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