Una clave fundamental para esto de la corrección fraterna es esta gradación de que nos habla Cristo: ante todo, un diálogo personal, no empezando, sin más, por una desautorización en público o la condena inmediata. Al final, podrá ocurrir que no haya nada que hacer, cuando el que falta se obstina en su actitud. Entonces, la comunidad puede «atar y desatar», y Jesús dice que su decisión será ratificada en el cielo. Se puede llegar a la «excomunión», pero eso es el último recurso. Antes hay que agotar todos los medios y los diálogos. Somos hermanos en la comunidad. Corrección fraterna entre amigos, entre esposos, en el ámbito familiar, en una comunidad religiosa, en la Iglesia. Y acompañada de la oración: rezar por el que ha fallado es una de las mejores maneras de ayudarle y, además, nos enseñará a adoptar el tono justo en nuestra palabra de exhortación, cuando tenga que decirse.
Por eso después de la consideración de la corrección fraterna, Jesús pone de manifiesto la eficacia de la oración. La oración eficaz sólo puede ser fruto de la superación de la propia agresividad, adecuándose a la práctica histórica de Jesús, único medio de alcanzar la auténtica unidad en un mundo marcado por divisiones lacerantes y por la agresividad producida por el egoísmo de los hombres. El verdadero consenso sólo puede tener lugar por la presencia de Jesús. Y sólo desde el consenso realizado por este medio puede surgir la eficacia de la oración y de la auténtica comunicación con el «Padre del cielo». Fomentemos con caridad la caridad fraterna en todos los ambientes en donde nos movemos y sigamos creando comunidad orando unos por otros y unos con otros. Que María Santísima nos ayude. ¡Bendecido miércoles!
Padre Alfredo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario