Este discurso de Jesús sobre el pan de vida y más aún las palabras eucarísticas de que es necesario comer su carne y beber su sangre decepcionan y escandalizan a la mayoría de los oyentes. Y es que las palabras de Jesús plantean a los oyentes una grave exigencia. La fe no es algo autónomo e independiente sino más bien una decisión personal que incluye la aceptación de Jesús por parte del hombre. Jesús no priva a los oyentes de su decisión personal. También muchos discípulos, como antes los judíos, empiezan a murmurar, con lo que manifiestan su mala disposición para creer. El tropiezo o el escándalo no se puede evitar en ninguna parte, pero siempre habrá valientes que quieran seguir a Jesús como nosotros queremos seguirlo aquí y ahora, en medio de la crisis mundial de esta pandemia y de las diversas amenazas a la vivencia de nuestra fe.
Hoy Jesús, al leer todo esto y reflexionar, nos invita a recordar muy en serio lo que significa ser cristiano, lo que significa seguirle a él. Y nos pregunta, como preguntó a sus apóstoles después de que tantos le abandonaran: «¿También ustedes quieren dejarme?» ¿Qué vamos a responder a esta pregunta? Seguir a Jesús resulta a veces oscuro, desconcertante, difícil, más exigente de lo que desearíamos, sobre todo en momentos difíciles como los que vivimos con la calamidad de una pandemia que nos puede llevar a encerrarnos en nosotros mismos. Pero a pesar de esto, nosotros queremos seguir respondiendo a esta pregunta de Jesús lo mismo que respondieron los apóstoles: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios». Renovemos con María humildemente nuestra fe en Jesús queriendo avanzar en nuestro caminar. ¡Bendecido domingo!
Padre Alfredo.
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