Este joven del relato evangélico al que nos referimos, hace la pregunta de que qué necesita: «para conseguir la vida eterna». Aquí también el verbo significa: para que yo la tenga en mano, para que esté seguro de poseerla. Si vemos que es un hombre acostumbrado a comprar y a poseer mediante el dinero, por tanto hasta la vida eterna la quiere con seguridad y piensa que la puede comprar. Pero no es así, bien que lo sabemos, y por eso él no pudo seguir a Jesús, se aferró a sus cosas, a su comodidad, a su confort. Aquí vemos que no siempre tuvo éxito Jesús a la hora de llamar a sus seguidores porque para responder se necesita dejarlo todo. Algunos, como Pedro y los demás apóstoles, lo dejaron todo —redes, barca, casa, familia, la mesa de los impuestos— y le siguieron. Pero otros, como el personaje de hoy, creyeron que el precio era excesivo. Y es que la mentalidad del mundo actual se basa en las falsas seguridades. Propone un ideal de amor que sólo tiene en cuenta el sexo y la pasión. El ideal de vida sólo se refiere a un montón de posesiones que dan posición social. Así las cosas, se somete a la persona a una continua ilusión que la conduce al fracaso afectivo, existencial y humano. El ser humano debe descubrir su verdadero valor en la absoluta libertad y en una actitud desprendida ante la vida.
Pero Jesús, con mucha amabilidad, no lo rechaza, como no rechaza a mucha gente hoy que vive así. Jesús le contestó comenzando a guiarlo con amabilidad. La frase es muy misteriosa, dice: «¿Por qué me preguntas a mí acerca de lo bueno? Uno sólo es el bueno». ¿Qué quiere decir? Este es un hombre, como muchos de nuestros tiempos, bastante preocupado de las cosas materiales y Jesús le dice: cuidado, el bien no es una cosa, sino una persona. No se trata de un bien, sino de una persona buena. Dios te ofrece la vida, por tanto, no es que tú puedas poseerla; sino, si quieres participar en ella, observa los mandamientos, deja todo y sígueme... Nosotros, como discípulos–misioneros de Jesús hemos decidido seguirlo. ¿Qué hemos dejado a un lado para seguirle? Cada uno lo sabrá. Merece la pena seguir a Jesús. ¡Tantos millones de personas que han vivido y muerto por él! Hacer las cosas por el Reino es una razón que cautiva. Al final, aun exigente, es dulce seguir, enamorados, a la persona amada. ¿Dónde está nuestro tesoro?, nos preguntamos inquietos. No temamos. El Señor lo repite dos veces: «Si quieres...» Que María Santísima nos ayude a perseverar en el seguimiento. ¡Bendecido lunes!
Padre Alfredo.
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