lunes, 1 de febrero de 2021

«Jesús en tierra de gerasenos»... Un pequeño pensamiento para hoy


En la narración del Evangelio de hoy (Mc 5,1-20), se mezclan rasgos populares, pintorescos y no carentes de cierto humorismo por parte del evangelista, que nos hace un relato muy detallado. Si lo leemos con ojos penetrantes y con el deseo de descubrir allí un mensaje —y es ésta sin duda la intención del evangelista—, entonces la narración nos revela ciertos detalles sorprendentes y ricas intuiciones teológicas que vale la pena tomar en cuenta. Marcos nos cuenta que Jesús llega a la región de los gerasenos, un territorio pagano, y con esto vemos que la presencia del Reino no se limita a los confines de Israel. El evangelista continúa el relato diciendo que vive por allí, lejos de los poblados, entre los sepulcros, un hombre poseído por el espíritu maligno. La sociedad, como siempre, lo ha marginado. Es la forma más rápida de resolver los problemas: se encierra al enfermo en su enfermedad y se le deja inmóvil en su situación, para que no moleste. Pero la vocación de Jesús es la de acercarse a los que ha apartado la sociedad. El desarrollo del relato mostrará —y no es ésta ciertamente la enseñanza menos importante— que son éstos precisamente los que le están esperando, abiertos a la curación y al perdón.

Jesús viene a perseguir al enemigo en una tierra en la que reina como dueño y señor. Cuando el poseso se vea liberado de su alienación, pedirá a Jesús que le conceda el privilegio de ser admitido en el círculo de los discípulos; pero Jesús no accederá a su petición, ilustrando con su denegación el hecho de que sólo a él corresponde la iniciativa de la elección. En cambio, le enviará a su casa con una misión: la de evangelizar a sus compatriotas. Era la primera vez que se anunciaba la Buena Noticia en tierra de gentiles gracias a la acción misericordioso de Jesús que requería una continuidad. San Marcos dice que hay un número impresionante de espíritus inmundos en el poseso, con lo cual se indica lo muy dividido que está el hombre. Cuando Jesús, haciendo referencia al uso habitual entre los exorcistas, pregunta al demonio cuál es su nombre, éste responde que «Legión», pues son muchos los demonios alojados en aquel hombre. Por otra parte, esa legión sólo progresivamente hace entrega de las armas, conforme van siendo desalojados y expulsados los espíritus. Así pues, Jesús es verdaderamente quien alcanza tal victoria en el reino mismo de Satanás. 

San Marcos nos cuenta que el hombre aquel se fue y comenzó a predicar en la Decápolis cuanto le había hecho Jesús. De un hombre inmundo Jesús ha hecho un hombre equilibrado, normal, un hombre en su «sano juicio», un hombre cuya vida tiene un sentido, e incluso un apóstol, pues va a los suyos —paganos como él antes— y les anuncia la buena nueva de la transformación que Jesús ha obrado en él. Dos advertencias para orar a partir de este texto nos pueden quedar para este día. La primera: La frontera del paganismo pasa por nuestro propio corazón —hay en mí algunos sectores que hay que salvar—. La segunda: La misión es una característica esencial de la Iglesia, hay que ir hacia todos aquellos que esperan aún su liberación, sin encerrarse en el medio cristiano. El hombre aquel retrata, ya liberado de los espíritus inmundos, a la gran cantidad de fieles laicos que va a los suyos a llevar la Buena Nueva. En su ambiente, en su realidad de vida, en su realidad de trabajo, en su sociedad y en su ciudad, la Decápolis, sociedad y ciudad paganas, ahí se le manda al geraseno proclamar la misericordia de Dios como se manda hoy a una gran cantidad de discípulos–misioneros laicos por el mundo entero. Que María Santísima interceda por todos los laicos para que, dejándose evangelizar se conviertan en evangelizadores incansables en su ambiente, en su espacio, en su tiempo, en su lugar. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

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