miércoles, 24 de febrero de 2021

«Convertirse como los ninivitas»... Un pequeño pensamiento para hoy


La pandemia que estamos viviendo ha llegado para sorprender y desarmar la vida. Nos hemos dado cuenta de que no somos autosuficientes y necesitamos el apoyo de los demás, pero sobre todo de Dios. Vivimos ahora la tan nombrada nueva normalidad, que parece que no será pasajera. La Covid-19 ha traído efectos devastadores en todo el mundo y esta clase de coronavirus está aún lejos de retirarse. Nuestra vida cotidiana se vio afectada de manera total y ciertos nuevos hábitos habrán de estar entre nosotros por un buen tiempo. El futuro se presenta incierto y cambiante y ello tiene una implicación directa en nuestras vidas y por consiguiente en nuestro ser y quehacer. Visto desde los ojos de la fe, podemos darnos cuenta de que todo esto viene a ser una oportunidad para «convertirse» y «hacer penitencia». El Evangelio de hoy nos invita a ello y pone como ejemplo la ciudad pagana de Nínive, que se convirtió al escuchar la predicación de Jonás (Lc 11,29-32). Así como los ninivitas supieron reconocer en la predicación de Jonás la verdadera llamada de Dios y se convirtieron, así «nuestra generación» debe creer en Jesús, no buscando signos espectaculares, sino a través de su Palabra, de su Vida y de los acontecimientos que en la humanidad vamos viviendo.

Los habitantes de Nínive creyeron en el anuncio del judío Jonás e hicieron penitencia. La conversión de los ninivitas es un hecho muy sorprendente. ¿Cómo llegaron a creer? Y ésta es la única respuesta que hay: al escuchar la predicación de Jonás, se vieron obligados a reconocer que al menos la parte manifiesta de aquel anuncio era sencillamente verdadera: la perversión de la ciudad era grave. Y así alcanzaron a entender que también la otra parte era verdadera: la perversión destruye una ciudad. En consecuencia, comprendieron que la conversión era la única vía posible para salvar la ciudad. La verdad manifiesta venía a confirmar la autenticidad del anuncio, pero el reconocimiento de esa verdad exigía la actitud sincera de los oyentes. Un segundo elemento que apoyó sin duda la credibilidad de Jonás fue el desinterés personal del mensajero: venía de muy lejos para cumplir una misión que lo exponía al escarnio y, ciertamente, no se hallaba en condiciones de prometer ninguna ganancia personal. La tradición rabínica añade otro elemento: Jonás quedó marcado por los tres días y las tres noches que pasó en el corazón de la tierra, en «lo profundo de los infiernos» (Jon 2,3). Eran visibles en él las huellas de la experiencia de la muerte, y estas huellas daban autoridad a sus palabras.

Al ver este Evangelio y meditarlo desde la situación de pandemia que estamos viviendo, salen al paso algunas preguntas. ¿Creeríamos nosotros, creerían nuestras ciudades si viniese un nuevo Jonás en medio de esta situación tan adversa que estamos viviendo? También hoy busca Dios mensajeros de la penitencia para las grandes ciudades, las Nínives modernas. ¿Tenemos nosotros el valor, la fe profunda y la credibilidad que nos harían capaces de tocar los corazones y de abrir las puertas a la conversión en esta nueva normalidad? Jesús se queja de sus contemporáneos porque no han sabido reconocer en él al enviado de Dios. Se cumple lo que dice san Juan en su Evangelio: «vino a los suyos y los suyos no le recibieron». Los habitantes de Nínive y la reina de Sabá tendrán razón en echar en cara a los judíos su poca fe. Ellos, con muchas menos ocasiones, aprovecharon la llamada de Dios. Nosotros, que estamos mucho más cerca que la reina de Sabá, que escuchamos la palabra de uno mucho más sabio que Salomón y mucho más profeta que Jonás, ¿le hacemos caso? ¿Nos hemos puesto ya en camino de conversión aprovechando las adversidades que en esta condición de pandemia nos ofrecen como penitencia? Hoy hace una semana que iniciamos la Cuaresma con el rito de la ceniza. ¿Hemos entrado en serio en este camino de preparación a la Pascua? ¿está cambiando algo en nuestras vidas? Conversión significa cambio de mentalidad —«metánoia»—. ¿Estamos realizando en esta Cuaresma especial aquellos cambios que más necesita cada uno de nosotros? Pidamos a María que sepamos caminar bajo la única señal que se nos es dada en Jesucristo. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.


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