Virgen María, Madre de Cristo y de la Iglesia,
por generaciones nos dirigimos confiados a ti
con el nombre de salud de los enfermos.
Mira a tus hijos en esta hora de preocupación y sufrimiento
por un contagio que siembra temor y aprensión en nuestros hogares,
en los lugares de trabajo y descanso.
Tú que conociste la incertidumbre ante el presente y el futuro,
y con tu Hijo también recorriste los caminos del exilio,
recuérdanos que él es nuestro camino, verdad y vida
y que solo él, que venció nuestra muerte con su muerte,
puede liberarnos de todo mal.
Madre dolorosa junto a la cruz del Hijo,
tú que también has conocido el sufrimiento:
calma nuestros dolores con tu mirada maternal y tu protección.
Bendice a los enfermos y a quien vive estos días con el miedo,
a las personas que se dedican a ellos con amor y coraje,
a las familias con jóvenes y ancianos,
a la Iglesia y a toda la humanidad.
Enséñanos de nuevo, oh, Madre,
a hacer cada día lo que tu Hijo dice a su Iglesia.
Recuérdanos hoy y siempre, en la prueba y la alegría,
que Jesús cargó con nuestros sufrimientos y asumió nuestros dolores,
y que con su sacrificio
ha traído al mundo la esperanza de una vida que no muere.
Salud de los enfermos,
Madre nuestra y de todos los hombres,
ruega por nosotros. Amén.
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