sábado, 20 de febrero de 2021

«Llamados a la conversión y a la alegría»... Un pequeño pensamiento para hoy


La llamada que Jesús hace a Mateo para seguirlo, que nos narra el Evangelio de hoy (Lc 5,27,32) es de gran aliento para nosotros en nuestro camino cuaresmal. Mateo era un pecador, como lo somos todos, y es a un pecador a quien Jesús llama. Cuando los fariseos y escriban critican la acción de Jesús de hacerse acompañar de pecadores, Él responde afirmando: «No son los sanos los que necesitan al médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan». Este Evangelio de hoy nos enseña que la entrega al Señor da felicidad y su seguimiento, un nuevo sentido a nuestra vida. Por eso resulta doloroso que haya quien quiera impedir que esa felicidad pueda llegar a todos los hombres. La Cuaresma da la oportunidad a todos de convertirse para recibir al Señor en el corazón.

La llamada del publicano Mateo para el oficio de apóstol, según nos cuenta San Lucas, tiene tres perspectivas: Jesús que le llama, él que lo deja todo y le sigue, y los fariseos que murmuran. Jesús se atreve a llamar como apóstol suyo nada menos que a un publicano: un recaudador de impuestos para los romanos, la potencia ocupante, una persona mal vista, un «pecador» en la concepción social de ese tiempo. Mateo, por su parte, no lo duda. Lo deja todo, se levanta y le sigue. El voto de confianza que le ha dado Jesús no ha sido desperdiciado. Mateo será, no sólo apóstol, sino uno de los evangelistas: con su libro, que leemos tantas veces, ha anunciado la Buena Nueva de Jesús a generaciones y generaciones. Pero por su parte, los fariseos murmuran: «come y bebe con publicanos y pecadores». «Comer y beber con» es expresión de que se acepta a una persona. Estos fariseos se portan exactamente igual que el hermano mayor del hijo pródigo, que protestaba porque su padre le había perdonado tan fácilmente. Pero como hemos visto, la lección de Jesús no se hace esperar, él viene a llamar a los pecadores para que se arrepientan.

Desde la oferta misericordiosa de Jesús, desde su seguimiento y desde la alegría de saberse convidado a su mesa sin méritos propios, es desde donde Mateo puede cambiar su vida, desterrando de él, como dice el profeta Isaías, la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia. Desde ahí, aprenderá a partir su pan con el hambriento y a saciar el estómago del indigente, sin pedirle el aval de una vida honrada y piadosa. Desde ahí, dará culto a Dios y le honrará, sin buscar afanosamente su propio interés, en los asuntos que tendrá que manejar. Ganará terreno a su egoísmo a favor de una vida más religiosa, más solidaria y fraternal. Es decir, una vida más vocacional, más cristiana —diríamos ahora— y más humana, brillante como la luz en medio de las tinieblas, que transformará la oscuridad en radiante fulgor de mediodía. Que gran ejemplo para nosotros en este tiempo cuaresmal, una invitación que nos haga ahondar en nuestra propia experiencia para que nos mantengamos en la esperanza y se nos colme el corazón con la alegría pascual, para que nuestra vida de discípulos–misioneros se haga fecunda. Por eso, con María, en nuestro andar cuaresmal, podemos terminar nuestra reflexión con el Salmo responsorial de hoy (Sal 85) que dice: «Ya que a ti, Señor, levanto el alma, llena a este siervo tuyo de alegría». ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

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