Los discípulos–misioneros tenemos la misión de proclamar y testimoniar que, aunque «habita en una luz inaccesible» (I Tm 6,16), el Padre celeste, en su Hijo, encarnado en el seno de María, la Virgen, muerto y resucitado, se ha acercado a cada hombre y le hace capaz «de responderle, de conocerlo y de amarlo» (Catecismo de la Iglesia católica, n. 52). La actividad misionera de la Iglesia está destinada a llevar a individuos y pueblos el gozoso anuncio de la bondad misericordiosa de nuestro Padre Dios. El Padre que está en el cielo, como demuestra claramente la parábola del hijo pródigo, es bueno y perdona al pecador arrepentido, olvida la culpa y devuelve la serenidad y la paz. Ese es el auténtico rostro de Dios, Padre lleno de amor, que da fuerza para vencer el mal con el bien y hace capaz, a quien corresponde a su amor, de contribuir a la redención del mundo. El Padrenuestro nos educa a una visión equilibrada de nuestra vida. Se fija ante todo en Dios. Dios es el centro, no nosotros: Padre... santificado sea tu nombre... hágase tu voluntad... venga tu Reino. Luego pide para nosotros: el pan de cada día... el perdón de las ofensas... que no caigamos en la tentación... que nos libre del mal.
Rezar el Padrenuestro en Cuaresma repetidas veces, es hacer conciencia de esa bondad y misericordia de nuestro Dios que nos invita a dejar lo que nos estorba para reconocerle como Padre, porque si durante la Cuaresma, la Iglesia nos pide profundizar en la oración necesitamos rezar con sencillez y sacar consecuencias concretas para la vida caminando hacia la Pascua, sobre todo, para vivir en estos días y siempre la virtud de la caridad. La oración del Padrenuestro nos da fuerzas para vivir la cuaresma cada día mejor. Para profundizar en el Padrenuestro en esta cuaresma, me encontré por allí algo que transcribo ahora para finalizar la reflexión: «El Padrenuestro, como oración, más que una fórmula fija, recoge unas palabras en las que se resume una actitud de vida... El padrenuestro es una oración que resalta la confianza total en Dios: Podemos llamar a Dios «Abbá» —Papito querido— porque tenemos la certeza de que somos sus hijos y nos quiere (Rm 8,15; Gal 4,6)... Toda la oración orienta el corazón del que reza hacia el futuro: Hacia el Reino que viene, hacia la justicia de Dios. No rezarlo con estos pensamientos es traicionar el mensaje de Jesús.» Aprovechemos la cuaresma para orar con el Padrenuestro, María nos ayudará. ¡Bendecido martes!
Padre Alfredo.
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