jueves, 18 de febrero de 2021

«La cruz en Cuaresma»... Un pequeño pensamiento para hoy

En el Evangelio de hoy (Lc 9,22-25), Jesús propone la cruz como un camino, una vía hacia la plenitud de la vida. Con esta propuesta, apenas iniciando este tiempo litúrgico privilegiado, entendemos que la Cuaresma, a pesar de ciertas apariencias y de ciertos hábitos, no está orientada primordialmente hacia el sacrificio... sino hacia la vida y la felicidad en plenitud. Es un tiempo de vitalidad, de expansión humana y cristiana... y de ningún modo es un tiempo de morosidad y de tristeza, porque hay que recordar que la Pascua está al final de este caminar. El discípulo–misionero de Jesucristo debe abrazarse a la cruz para encontrar la vida. De nada sirve ganar el mundo si uno se pierde. Únicamente cargando con la cruz y muriendo a nosotros mismos tendremos la senda de la libertad y de la alegría verdaderas. La Cuaresma nos debe preparar a revivir el misterio de la cruz recordando que morir a uno mismo es requisito para vivir la vida de la gracia santificante y alcanzar la Pascua. Es seguir la senda que conduce a la vida eterna.

Está, pues, claro, que la cercanía del amor a la cruz es esencial a la vida cristiana. Como Jesús, sus discípulos–misioneros debemos amar, vivir para los demás, en medio del egoísmo del mundo. Esto es dar la vida, enterrarse cada día en el don teniendo como apoyo la esperanza. Dar la vida, morir, es vivir para el cristiano. Es realizarse en el don total, enterrarse en el surco, en la esperanza de una primavera que está más allá de nuestra muerte. Este vivir en la muerte es duro cuando se piensa en el camino de los triunfalismos. Es más fácil destruir a los otros que construirlos, cuando la condición para ello es la propia muerte. El vivir para Cristo es una continua cercanía a la cruz. Morir es vivir, ganar el mundo es perderlo, amar la propia vida es odiarse. Sólo el que se abraza con la muerte por el amor a los otros pasa más allá de la muerte y entra en la vida de Aquél que venció a la muerte. 

Los verbos renunciar, cargar con la cruz, seguir a Cristo, son sinónimos. Designan, cada uno a su manera, en qué consiste lo esencial de la vida cristiana. Si Jesús está abocado al escarnio de la Cruz por sus ideas que vienen a cambiar una realidad, advierte a los suyos que no podrán sustraerse a esa misma suerte si siguen siendo fieles a sus enseñanzas. Por consiguiente, hay que renunciar a toda seguridad personal y aceptar los consejos del Maestro no sólo en teoría sino en la práctica de la vida —llevar su cruz—. Mantenida a lo largo de la vida, esa solidaridad con Jesús implicará una participación activa en su resurrección y en su reino escatológico, por eso la Cuaresma es un camino hacia la Pascua y eso no lo podemos olvidar. Así termina para todo cristiano el misterio pascual: lo que Cristo vive muriendo y resucitando se convierte en condición de todos sus discípulos, que han de portar su cruz para vivir con Él en la gloria. Que María Santísima nos ayude y acompañe en ese llevar la cruz de cada día y alcanzar la dicha de llegar a la Pascua. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

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