Si bien la Cuaresma siempre se ha considerado como un espacio para la reflexión y la introspección, hoy más que nunca debemos refugiarnos en la espiritualidad para salir adelante y hacernos fuertes en estos días llenos de temor y zozobra para mucha gente. La luz que aporta un hogar lleno de fe y esperanza, lo convierten en un faro que nos guía a través de estos días oscuros, por eso es tan importante reflexionar este día en familia y si hay la posibilidad, imponerse la ceniza. Las autoridades civiles y religiosas nos recuerdan que debemos permanecer en casa. Pero eso, para los discípulos–misioneros de Cristo, no significa que debemos dejar de lado nuestras prácticas religiosas, por el contrario, el poder de nuestra convicción debe ser aún más fuerte para poner en práctica todos los valores que se promulgan, encontrando espacios de verdadera reflexión profunda y examinando nuestros corazones. Este tiempo de Cuaresma es un momento propicio para encontrar a Dios en cada uno de nosotros, sacando a relucir lo mejor de cada uno, no solo a nivel personal y familiar, sino también como comunidad de creyentes con las tres características de este tiempo: oración, ayuno y penitencia. El Evangelio de hoy (Mt 6,1-6.16-18) nos recuerda la importancia de poner en práctica estas tres características desde lo profundo del corazón.
El Evangelio nos describe estos tres aspectos que abarcan las tres direcciones de cada persona: para con Dios (oración), para con el prójimo (limosna) y para consigo mismo (ayuno). En las tres, el discípulo de Jesús tiene que profundizar, no quedarse en lo exterior, sino situarse delante de Dios Padre, que es el que nos conoce hasta lo más profundo del ser, sin buscar premios o aplausos aquí abajo: La limosna: «no vayas tocando la trompeta» para que todos se enteren; al revés: «que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha»; el Padre te lo recompensará. La oración: no orar «para que os vea la gente»; al revés: «entra en tu cuarto y reza»; el Padre te lo pagará. El ayuno: «no andéis cabizbajos para que la gente sepa que ayunáis»; al revés: «perfúmate la cabeza»; el Padre te premiará. Dar limosna, rezar, ayunar, no son cosas que en Cuaresma se hagan para llamar la atención, sino como actos de sinceridad y profundidad, para abrirnos a los demás, abrirnos a Dios y cerrarnos un poco a nosotros mismos. Que María Santísima nos ayude a vivir en plenitud este tiempo de Cuaresma que nos llevará al gozo de la Pascua. ¡Bendecido miércoles de ceniza recordando que polvo somos y al polvo hemos de volver!
Padre Alfredo.
P.D. Les recuerdo que la ceniza es un signo «sacramental» y por lo tanto no es obligatorio recibirla. Se puede suplir este rito por hacer una obra de misericordia.
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