Jesús quiere poner en guardia a sus discípulos contra el orgullo y la soberbia de los fariseos, los cuales pensaban más en un mesías triunfal, en un jefe, que con prodigios grandiosos sometería al mundo al nuevo superpoder de Israel. Para Jesús no se trata de alcanzar el poder, sino de servir a la humanidad necesitada. Este es el único milagro que se debe realizar en este mundo mientras se va proclamando la gran noticia del reino de Dios. Los discípulos habían recibido recientemente una espléndida lección con respecto a ello, lección insistentemente repetida: en la primera multiplicación habían recogido cinco cestas llenas de las sobras, en la segunda, doce. Esto significa que el hecho de compartir el pan no empobrece, sino que, todo lo contrario, enriquece. Esta era la lección del «Hijo del hombre», que los discípulos, contagiados en parte por los fariseos, no lograban entender. Basta un pedazo de pan para poder compartir.
El aviso de la levadura y del pedazo de pan va también para nosotros, ante todo en nuestra vida personal. Una actitud interior de envidia, de rencor, de egoísmo, puede estropear toda nuestra conducta. En los fariseos esta levadura mala podía ser la hipocresía o el legalismo, en Herodes el sensualismo o la superficialidad interesada: ¿cuál es esa levadura mala que hay dentro de nosotros y que inficiona todo lo que miramos, decimos y hacemos? Al contrario, cuando dentro hay fe y amor, todo queda transformado por esa levadura interior buena y se tiene algo así como un pedazo de pan para compartir. Los actos visibles tienen una raíz en nuestra mentalidad y en nuestro corazón: tendríamos que conocernos en profundidad y atacar a la raíz. El aviso también afecta a la vida de una comunidad. San Pablo, en l Corintios 5,6-8, aplica el simbolismo al mal que existe en Corinto. La comunidad tendría que ser «pan ázimo», o sea, pan sin levadura mala: «¿No sabéis que un poco de levadura fermenta toda la masa? Purifíquense de la levadura vieja, para ser masa nueva, pues son ázimos». Y quiere que expulsen esa levadura y así puedan celebrar la Pascua. «no con levadura vieja, ni con levadura de malicia e inmoralidad, sino con ázimos de pureza y de verdad». Que María Santísima nos ayude, hay que estar en guardia. ¡Bendecido martes!
Padre Alfredo.
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