Cristo, sabiamente, lanza una contrapregunta con la que sólo quiere hacerles recapacitar. La respuesta a la pregunta sobre la autoridad del Bautista proyectará luz sobre la autoridad de Jesús, porque Juan preparó los caminos a Jesús. Pero los miembros del sanedrín, estos sumos sacerdotes y ancianos, no buscaban la verdad de Dios, sino que se buscaban a sí mismos, como sucede con muchos en la época actual. Por eso no toman ninguna decisión. En cualquier decisión que tomaran estarían perdidos. Si declaran a Juan Bautista como verdadero profeta, entonces tienen que creer y consiguientemente perderse, entregándose a Dios. Tienen que aceptar a Jesús y no existen pruebas para los hombres que no quieren creer. Quien no se deja convencer por la imagen general que Jesús le brinda con su persona, con sus palabras y con su vida de que Dios habla y actúa por medio de él, tampoco puede ser instruido por ninguna discusión. Si por otra parte decían que es falso profeta, entonces se veía amenazada su vida por el pueblo, que cree en la misión divina del Bautista.
Aquellos hombres, los sumos sacerdotes y los ancianos, aparecen en esta escena evangélica más que preocupados por el poder y la autoridad con que actuaba Jesús. El Señor a realizado la purificación del templo sacando a los vendedores profanos y este gesto profético los llena de miedo. Temen perder su influjo en la gente. Por eso interrogan a Jesús sobre su autoridad y sobre el origen de ella. Se creen los guardianes del templo y ven en Jesús un intruso. Quieren ver sus credenciales. Siguiendo el método rabínico de controversia, Jesús les responde a su vez, como hemos dicho, con otra pregunta. Ante el dilema que les plantea Jesús, ellos nos son capaces de responder ni toman posición frente a la autoridad de Juan. Jesús muestra así que tiene más autoridad que ellos. También a nosotros, discípulos–misioneros de Cristo se nos puede preguntar por la autoridad que tenemos para predicar. Nuestra autoridad a través de Jesús que nos ha enviado, viene de Dios, no hay duda, y por eso en este Adviento purificamos nuestro corazón y nuestras intenciones para seguir hablando de Él y llevando su Buena Nueva con autoridad. Con María sigamos el camino del Adviento. ¡Bendecido lunes!
Padre Alfredo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario