jueves, 24 de diciembre de 2020

«El Benedictus»... Un pequeño pensamiento para hoy


El hermoso cántico de Zacarías (Lc 1,67-79) engalana la liturgia de la Palabra del último día del Adviento. Esta noche se estarán celebrando ya las Misas de la vigilia y de la medio noche para celebrar el nacimiento del Salvador. En el nacimiento de Juan Bautista, su padre, quedó lleno del Espíritu Santo y profetizó estas maravillosas palabras que la Liturgia de las Horas repite diariamente a la hora de las Laudes por las mañanas, porque es un hermoso cántico que la comunidad eclesial ha hecho suyo desde hace dos mil años, y lo canta con más motivos aún que Zacarías. Sería suficiente, para este último día del Adviento, dejar que resonase en nosotros ese estupendo cántico deteniéndonos en cada frase, para que nuestros corazones se llenen de gozo y de expectación ante la llegada del Mesías. 

El cántico del Magnificat, que escuchábamos en estos días en boca de María, resumía la historia de salvación conducida por Dios. Hoy es el cántico de Zacarías —conocido como el Benedictus— el que nos ayuda a comprender el sentido que tiene la venida del Mesías. Los nombres de la familia del Precursor son todo un programa: Isabel significa «Dios juró», Zacarías, «Dios se ha acordado», y Juan, «Dios hace misericordia». En el Benedictus cantamos que todo lo anunciado por los profetas se ha cumplido «en la casa de David, su siervo», con la llegada de Jesús. Que Dios, acordándose de sus promesas y su alianza, «ha visitado y redimido a su pueblo», nos libera de nuestros enemigos y de todo temor, y que por su entrañable misericordia «nos visitará el sol que nace de lo alto». Hoy, víspera de una Navidad totalmente atípica, cómo nunca nos imaginábamos hace un año que íbamos a vivir, tras la preparación de las cuatro semanas de Adviento, este himno nos llena particularmente de alegría, de una alegría interior y de paz en el corazón pregustando ya la celebración del nacimiento del Señor esta próxima noche. 

El tiempo de Navidad que ya está a la puerta no puede quedar en la celebración de un acontecimiento histórico. Es un punto desde el cual ha de leerse el presente, un presente de pobreza y de dolor, un presente de pérdida de muchas vidas por la Covid-19, un presente lleno de adversidades para muchos y, por lo tanto, un presente que exige la visita de Dios, «como lo había prometido a nuestros padres...». Esta noche es nochebuena... y mañana Navidad. Estamos en el día y la noche del año en que más desahogamos nuestra ternura. Y aunque las familias no se pueden reunir por la contingencia sanitaria, sino solamente el círculo nuclear, los recuerdos nos unen a los que tenemos más lejos... Hoy sacamos al niño —el «principito» que diría Saint-Exupéry— que todos llevamos dentro y le dejamos manifestarse, dar y recibir ternura y amor, sin miedos, sin la inhibición con que habitualmente lo reprimimos. Esta noche y mañana, en lo más central de la Navidad, está permitido a todos ser niños y cantar la grandeza del Señor como cantó María, como cantó Zacarías, como cantó el coro angelical. ¡Bendecido jueves de la noche de Navidad!

Padre Alfredo. 

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