Juan Bautista es destacado en este segundo domingo de Adviento como quien invita así a mirar hacia este Jesús al que estamos esperando. La primitiva tradición cristiana aplicó a él el texto de Isaías que hoy se lee en la primera lectura (Is 40,1-5.9-11): aquella presencia del Señor que el profeta veía realizada en el retorno del exilio, ahora se realizará plenamente en Jesús. Juan el Bautista es un profeta que presiente cercana la irrupción de Dios para transformar el mundo, y llama a la conversión y a prepararse. Lo hace con tonos duros y su misma imagen ascética personal tiene también este tono. Lo importante es el anuncio final: el Bautista invita a prepararse, y el agua es la señal de la conversión-preparación; Jesús, en cambio, vendrá a transformarlo todo y a todos con la fuerza del Espíritu de Dios.
Para todo discípulo–misionero, la espera del Señor no es una actitud pasiva y conformista. Es una espera activa, llena de energía en ese proceso de conversión. Es la espera del que camina ya hacia la persona que viene. Si la llamada del domingo pasado se podía resumir en el slogan: «Vigilen», la de hoy se puede sintetizar con otra consigna también clara y enérgica: «Conviértanse». Y hemos de entender que convertirse no significa necesariamente que seamos grandes pecadores y debamos hacer penitencia. Convertirse, creer en Cristo Jesús, significa volverse a él, aceptar sus criterios de vida, acoger su evangelio y su mentalidad, irla asimilando en las actitudes fundamentales de la vida. Algo tiene que cambiar en nuestras vidas en este Adviento 2020 tan diferente de todos los demás debido a la calamidad de esta pandemia que vivimos y que nos mantiene vigilantes y en espíritu de conversión... Si Cristo viene, y viene con fuerza, su venida nos compromete. No es que esperemos el fin del mundo. El mismo Pedro nos ha disuadido de ir con esos cálculos. Lo importante no es saber cuándo volverá Cristo en su gloria: sino de ir haciendo camino en la dirección que Él nos muestra. Ir cumpliendo el programa que Él nos ha trazado y que está lejos de haberse cumplido. Con María, la Virgen del Adviento, sigamos caminando, anhelando la llegada del Señor. ¡Bendecido domingo!
Padre Alfredo.
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