jueves, 31 de diciembre de 2020

«El último día del 2020»... Un pequeño pensamiento para hoy


Llegamos al final de un año civil que nos ha tocado vivir —por la misericordia de Dios— un tiempo difícil, un año de dolorosas pérdidas por la sorpresiva aparición de la pandemia que parece querer instalarse para siempre. Los hechos que han acontecido durante este 2020 han modificado nuestra visión del mundo. Creíamos vivir en un orden internacional inamovible; en un equilibrio de fuerzas en torno al cual giraba la salud, la economía, la vida social.... y de golpe esta visión del mundo se ha derruido por un bicho. Ya se ve venir, como muchos dicen, una lucecita en el túnel, pero la realidad es que estamos lejos de volver a la normalidad «lo más normal posible». Al mismo tiempo, nos hemos dado cuenta de que no necesitamos mucho de lo material para vivir. El Señor, que es Maestro por excelencia, mucho nos ha enseñado al respecto con el confinamiento que la mayoría de la humanidad ha tenido que vivir. Terminar el año y empezar otro en el ambiente de la Navidad, sobre todo en medio de la calamidad que atraviesa la humanidad, nos invita a pensar en la marcha de nuestra vida, cómo estamos respondiendo al plan salvador de Dios. Para que no vayamos adelante meramente por el discurrir de los días, atropellados por el tiempo, el miedo y la angustia, sino dueños del tiempo y de nuestro «sí», conscientes de la dirección de nuestro camino.

Y aquí estamos hoy nosotros, en el grupo de discípulos–misioneros de Cristo agradeciendo todo, a punto de comenzar el nuevo año en torno a la Palabra del Señor. A Dios le damos gracias porque hemos vivido un año más, regalo de Él, amigo de los hombres y amigo de la vida. Me viene a la mente aquella conocida canción que me gusta escuchar en la voz de Mercedes Sosa: «Gracias a la vida, que me ha dado tanto». Y recordando todo lo vivido en el año, de próspero y adverso, de salud y de enfermedad, podemos comenzar a escribir nuestras vidas de un modo mejor, más humano, más cristiano. Es lo que decía san Pablo a la comunidad de Filipos: «Me olvido de lo que queda detrás y me lanzo hacia lo que queda delante»; agradezco lo sucedido en el año 2020 y lo pongo en manos de Dios y voy hacia el 2021, pensando en aquello que dice el poeta alemán Reinhold Schneider: «aun después de una mala cosecha, se debe sembrar de nuevo».

El Evangelio de hoy nos vuelve al prólogo de san Juan (Jn 1,1-18), que, a diferencia de los relatos de los evangelios de la infancia, no narra las vivencias históricas del nacimiento y primera infancia de Jesús, sino que describe, en forma poética, el origen de la Palabra en la eternidad de Dios y su persona divina en el amplio horizonte bíblico del plan de salvación que Dios ha trazado para el hombre, plan de salvación que en este año ya inminente que estamos por iniciar, debemos de seguir construyendo. Navidad sigue siendo luz y gracia, pero también examen sobre nuestra vida en la luz. Cada uno hará bien en reflexionar en este último día del año si de veras se ha dejado poseer por la buena noticia del amor de Dios, si está dejándose iluminar por la luz que es Cristo, si permanece fiel a su verdad, si su camino es el bueno o tendría que rectificarlo para el próximo año, si se deja embaucar por falsos maestros. En este discernimiento nos tendríamos que ayudar los unos a los otros, para distinguir entre lo que es sano pluralismo y lo que es desviación, entre lo que obedece al Espíritu de Cristo o al espíritu del mal. El último día del año somos invitados a contemplar, con detenimiento, la encarnación del Hijo de Dios como una nueva creación, la misma Palabra creadora de Dios que asumió la carne humana para descubrirnos la gloria de Dios. Sólo Dios puede darse a conocer a sí mismo, Él es principio y fin. En la transición de fin de año y año nuevo, como discípulos–misioneros, debemos situarnos con gratitud, aún en medio de la adversidad, volviendo la mirada al año transcurrido y con esperanza frente a los días por venir en que esperamos un mundo mejor. ¡Bendecido jueves último día del atípico año 2020!

Padre Alfredo.

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