jueves, 3 de diciembre de 2020

«El edificio de nuestra casa»... Un pequeño pensamiento para hoy

Todo discípulo–misionero de Cristo sabe que para seguir al Señor en plenitud no basta creer en Él ni recibir auditivamente su mensaje; es necesario hacer ese mensaje vida. No basta la sintonía «lógica» —oír—; es necesaria la sintonía «operativa» —ser y hacer—. Eso nos lo recuerda el Evangelio de hoy con el pasaje de la casa construida sobre arena y la casa construida sobre roca. Que bien que aparezca esta escena evangélica en nuestro camino del Adviento, porque es un tiempo para reflexionar en que no podemos vivir una fe superficial que se quede solamente en el oír. La vida para muchos puede quedarse en estos días en oír villancicos bonitos solamente sin ningún compromiso. Hoy más que nunca, en medio de todas las adversidades que la pandemia del coronavirus nos trae, hemos de practicar la vida de fe en las obras y prepararnos a recibir a Jesús que acerca.

Mucha de la gente de nuestro tiempo, incluso varios que se autodenominan «creyentes», consiste solamente en escuchar y no practicar, en querer andar buscando mensajes bonitos en YouTube o en otras plataformas, palabras hermosas que no comprometan, cantitos o conferencistas que no inviten a la acción sino que simplemente dejen bellas expresiones. Mucha gente ha percibido el valor de las palabras de Jesús e incluso se deleitan espiritualmente en ellas. Pero de ahí no pasa. Quien vive así está condenado a su propia esterilidad. Es preciso tener siempre en cuenta que todo, incluida la actividad cristiana, proviene del don de Dios y es para establecer una relación sólida con él y con los hermanos. Somos casa, somos «Templo del Espíritu Santo» que no puede quedarse en la superficialidad. La actualidad de las palabras de Jesús nos mueve a una celebración de nuestra fe en la vida diaria, y no se puede celebrar nada que antes no se haya vivido con compromiso. Por eso no basta decir: «¡Señor, Señor!». Este relato de hoy —que conviene leer completo— sucede al final del sermón de la montaña y nos asegura que lo que está edificando sobre roca está garantizado, en cambio lo que está construido sobre arena está endeble. 

Por eso nos viene muy bien hacernos unas preguntas para nuestra reflexión personal en este Adviento: ¿Cómo estoy construyendo el edificio de nuestra casa, de nuestra persona, de nuestro futuro? ¿Cómo edifico la familia, la comunidad, la Iglesia y la sociedad? La imagen es clara y nos interpela en este Adviento, para que reorientemos claramente nuestra vida. Si en la construcción de nuestra propia personalidad o de la comunidad nos fiamos de nuestras propias fuerzas, o de mensajes de las redes sociales tan superfluos, o unas estructuras endebles, o unas doctrinas que estén solo por encima, nos exponemos a la ruina. Es como si una amistad se basa en el interés, o un matrimonio se apoya sólo en un amor romántico, o una espiritualidad se deja dirigir por la moda o el gusto personal, o una vocación sacerdotal o religiosa no se fundamenta en valores de fe profunda. Eso sería construir sobre arena. La casa puede que parezca de momento hermosa y bien construida, pero es puro cartón, que al menor viento se hunde. Edifiquemos sobre roca y sigamos caminando en el Adviento de la mano de María, a la espera de la llegada del Señor. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

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