lunes, 7 de diciembre de 2020

«Hermana Elia Díaz»... Vidas consagradas que dejan la huella de Cristo LXXIII

Quiero compartir, en esta ocasión, algunos datos de la vida de una misionera más que nos alienta con su testimonio de vida y que ya ha sido llamada a la Casa del Padre. Se trata de la hermana Elia Josefina Díaz Juárez, a quien tuve la dicha de conocer y de encontrarme con ella en varias ocasiones.

La hermana Elia nació en León, Guanajuato, México, el 19 de junio de 1942.

Decidió consagrar su vida a Dios e ingresó a la Congregación de las Misioneras Clarisas el 12 de enero de 1961, en la Casa Madre, en Cuernavaca; Morelos, México. Allí mismo comenzó su formación inicial y empezó su noviciado el 9 de diciembre de ese mismo año.

Recibió su primer cambio de casa aún estando en formación en el año de 1963 a la entonces comunidad de San Gabriel, California, en los Estados Unidos. Ahí se siguió preparando y estudió inglés, y habiendo transcurrido el tiempo de su primera formación, emitió su primera profesión el 14 de junio de 1964 en Gardena, California, allá mismo en los Estados Unidos, 

En 1965 regresó a México, a la Casa Del Valle en Ciudad de México, donde estudió la Normal Básica, recibiendo el título de maestra; posteriormente, realizó estudios de Normal Superior en Ciencias Biológicas; y un curso de música sacra en la Escuela Superior de Música Sacra de Morelia. 

Su profesión perpetua para vivir en castidad, pobreza y obediencia durante toda su vida, la realizó en la Casa Madre el 16 de julio de 1971.

Continuó su vida misionera en la comunidad de Ciudad de México donde permaneció hasta 1973, impartiendo clases de inglés y como directora del coro de niñas del Instituto Scifi. 

De 1974 a 1977, formó parte de la comunidad que atendía la Delegación Apostólica, donde colaboró como secretaria. Posteriormente, en 1977, recibió nuevamente su cambio a la región de Estados Unidos. Ahí, por varios años puso al servicio de la niñez, su experiencia como maestra, tanto en las guarderías de Santa Ana y Gardena, como en la primaria en Los Ángeles. Además, colaboró en la catequesis infantil y otras actividades misioneras sobre todo con hispanos.

Yo la conocí precisamente en California, en la Casa Regional de Santa Ana y guardo gratos recuerdos de ella en varias ocasiones en que tuve la oportunidad de realizar algún encargo misionero en aquellas tierras de los Estados Unidos. Recuerdo su rostro sereno y su sonrisa discreta, reflejo de una persona de gran vida interior.

En el año 2007, regresó a la Casa Madre y Regional ayudando generosamente en las diferentes actividades de la casita de Nazareth. En el año 2009, recibió su cambio a la comunidad de la Casa de Guadalajara.

A lo largo de su vida religiosa, la hermana Elia, se caracterizó por su obediencia y su fidelidad a la Congregación viviendo con alegría el carisma inesiano. Siempre fue muy respetuosa de lo que se le indicaba, realizando las actividades con esmero y dedicación.

Según testimonios de las hermanas religiosas que convivieron con ella, fue una mujer tranquila, alegre, responsable, servicial y disponible. Siempre muy trabajadora, gran parte de su vida la entregó sirviendo al Señor en la labor educativa; donde, con esmero, procuraba siempre dejar a Cristo y a la Santísima Virgen en sus alumnos, sabiendo que ellos son una pequeña semilla para la extensión del Reino de Dios.

Con dedicación, se esforzó por seguir los pasos de Cristo en su labor apostólica, procurando realizar todo por Jesús, María y las almas, a ejemplo de la beata Madre fundadora.

La hermana Elia, con el paso de los años, fue sufriendo diversas enfermedades que poco a poco fueron disminuyendo su salud. En los últimos años, de manera particular, el Señor le compartió su cruz, ya que, debido al Parkinson, a la artritis reumatoide y a diversos problemas en las cervicales, estaba sumamente limitada.

Con gran solicitud y caridad fue atendida por las hermanas de la Casa del Tesoro, quienes la acompañaban en el camino que el Señor le iba marcando en pos de la cruz y del Amor Eterno. Su ser sacerdotal, la convertía en una víctima oferente de sí misma al Padre Celestial, a través de su propio sacrificio unido al de Cristo nuestro Señor, como una misionera al estilo de santa Teresita, en el dolor.

Murió el 5 de noviembre de 2020. Acompañada de las hermanas y de la mano de María Santísima, cerró serenamente sus ojos para pasar al dichoso y feliz abrazo del Padre Celestial, sellando así, la alianza de amor con el Esposo con quien ya ha celebrado las nupcias eternas.

Descanse en paz la hermana Elia Josefina Díaz Juárez.

Padre Alfredo.

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