En el mundo de hoy, a pesar de que muchos de los milagros que sigue haciendo el Señor son palpables —para poder proceder a una beatificación y a una canonización tiene que haber un milagro de primer grado— son muchos los que siguen en actitud de búsqueda, formulando, más o menos conscientemente, la misma pregunta que los discípulos de Juan, en su nombre, hacen a Jesús: «¿eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?, ¿de dónde nos vendrá la felicidad, el pleno sentido de la vida? ¿de la Iglesia, de las ideologías, de las instituciones, de las religiones orientales, de las sectas, de los estimulantes? Porque aún no vemos que vayan reinando la justicia y la paz en este mundo».
Todo discípulo–misionero puede, en este Adviento, ante todo crecer él mismo en su fe, y luego transmitirla a los demás, evangelizar, conducir a Jesús. Pueden ser precursores de Jesús los padres para con los hijos, los amigos con los amigos, los catequistas con su grupo. Y a veces al revés: los hijos para los padres, los discípulos para con el maestro. Según quién ayude y acompañe a quién, desde su fe y su convicción. Todo el que está trabajando a su modo en el campo de la evangelización, está acercando la salvación a este mundo, está siendo profeta y precursor de Adviento para los demás. Para que no sigan esperando a otro, Y se enteren que ya ha venido el Salvador enviado por Dios. Cierto que el programa mesiánico no se ha cumplido todavía. No reinan en la medida que prometían los profetas la justicia y la paz. El programa mesiánico sólo está inaugurado, sigue en marcha hasta el final. Y somos nosotros los que lo llevamos adelante. Cuanto más se manifieste la justicia y la esperanza en nuestro alrededor, tanto mejor estamos viviendo el Adviento y preparando la Navidad. Que María Santísima nos ayude para que Adviento, como en todo tiempo, sigamos siendo esos portadores de la Palabra que trae la salvación. ¡Bendecido miércoles!
Padre Alfredo.
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