La palabra «Adviento» tiene su origen en la expresión latina «adventus» que significa esperar la venida de alguien. Por eso, para los creyentes en Dios le pedimos que venga, que se haga cercano, que se haga uno de nosotros. Él también nos invita a ser cercanos unos a otros y nos llama a, en el contexto de la pandemia tan terrible que estamos viviendo, a hacernos tres preguntas: ¿qué espero?, ¿desde dónde espero y ¿cómo espero? De por sí la esperanza es el eje transversal de la Biblia. Porque la Palabra se hace esperanza. Nuestro Dios encarnado es un Dios que se hace esperanza frente a un pueblo que espera y frente a un pueblo que camina, un Dios que espera con nosotros y en nosotros. Por eso, quien espera sabe en qué Dios cree y quien actúa sabe a qué Dios sigue.
El Evangelio de hoy no es propiamente del tiempo de Adviento, dado que hoy la Iglesia celebra la fiesta de san Andrés Apóstol y la liturgia de la Palabra marca lecturas especiales. El Evangelio de hoy nos lleva al momento en que el Señor llama a Pedro y a Andrés a seguirle (Mt 4,18-22). «Vengan y síganme —dice Jesús a los primeros cuatro llamados, entre ellos Andrés— y los haré pescadores de hombres», y ellos dejan todo y se van detrás de Él llenos de esperanza. Dejan atrás todas las seguridades y medios de vida, incluso a su familia. Siguen a Jesús en completa confianza, sin saber a dónde se dirige o qué les sucederá a ellos. Seguir a Jesús en la esperanza es una experiencia liberadora. Por eso, para su segunda venida, seguimos anhelando su llegada llenos de esperanza y nos hacemos esas tres preguntas que he hecho: ¿qué espero?, ¿desde dónde espero y ¿cómo espero? Sigamos avanzando en nuestro camino de Adviento llenos de esperanza. Nos conviene pedirle a la Virgen Santísima, «Esperanza nuestra», que nos acompañe. ¡Bendecido lunes!
Padre Alfredo.
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