Que bonito constatar que Jesús utilizó siempre un lenguaje sumamente accesible para comunicar su mensaje. El objetivo de sus palabras no era enseñar complejas y doctas doctrinas, sino indicar donde irrumpía el Reino de Dios y cómo debía leerse la realidad. Esta forma de enseñar le traía gran simpatía entre el pueblo, que se congregaba en torno a él para escucharlo. Que bonito también que en el pasaje que hoy leemos, Jesús indica de qué modo se deben interpretar los signos de los tiempos. Para ello usa esta metáfora agrícola, fácilmente comprensible para su audiencia campesina. No se trata de hacer cábalas para el futuro, sino de descubrir en el presente los signos de los acontecimientos venideros. Su intención es despertar a la multitud para que perciba los signos de la destrucción en medio de las falsas seguridades. El tiempo demostraría que Jesús tenía razón, pero la multitud fue más propicia a la manipulación de sus líderes tradicionales, de izquierda y derecha, que a las enseñanzas del Maestro de Galilea. Hoy, en medio de esta pandemia y aprovechándose precisamente de esta situación del todo inesperada, se presentan muchos maestrillos que revuelven a la comunidad con ideas llenas de sincretismo y hechas como una especie de ensalada de New Age. Jesús no fue complicado, ni los discípulos–misioneros de hoy debemos serlo. Hay que tener cuidado con esto.
Hoy se celebra, entre los santos y beatos, a uno que para nosotros es muy desconocido, el Beato Bronislao Kostowski, un mártir nacido el 11 de marzo de 1915 en Slupsk, Polonia, y educado cristianamente. Bronislao ingresó en el seminario de Wloclawek. Había completado el cuarto curso de estudios cuando, el 7 de noviembre de 1939, fue arrestado con los profesores del seminario y enviado al campo de concentración de Dachau. Seguía deseando poder ser sacerdote pero aceptó la voluntad de Dios y se dedicó a hacer el bien a sus compañeros de prisión. Contrajo la tuberculosis debido a las pésimas condiciones del campo y murió de ella el 27 de noviembre de 1942. Fue beatificado el 13 de junio de 1999 por San Juan Pablo II. Así son los caminos de Dios y por eso el Señor nos invita a estar siempre vigilantes. Que María Santísima nos ayude y que sólo nos queda creer, simple y crudamente, lo que Dios nos promete, sin desviar la vista y no ver los signos de los tiempos. «Podrán dejar de existir el cielo y la tierra, pero mis palabras no dejarán de cumplirse». ¡Bendecido viernes!
Padre Alfredo.
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