miércoles, 25 de noviembre de 2020

«Nuestro Señor no nos ha engañado»... Un pequeño pensamiento para hoy

Nuestro Señor Jesucristo no nos ha engañado. Él nunca prometió que en esta vida seremos aplaudidos y que nos resultará fácil el camino, como nos deja ver en el Evangelio de hoy (Lc 21,12-19). Lo que sí nos asegura es que salvaremos la vida por la perseverancia y la fidelidad, y que él dará testimonio ante el Padre de los que hayan dado testimonio de él ante los hombres. Jesús avisa a los suyos que van a ser perseguidos, que serán llevados a los tribunales y a la cárcel. Y que así tendrán ocasión, todas las generaciones, de dar testimonio de él. A lo largo de dos mil años, la Iglesia ha seguido teniendo esta misma experiencia: los cristianos han sido calumniados, odiados, perseguidos, llevados a la muerte. ¡Cuántos mártires, de todos los tiempos, también del nuestro, nos estimulan con su admirable ejemplo! Y no sólo mártires de sangre, sino también los mártires callados de los alfilerazos de la vida diaria, que están cumpliendo el evangelio de Jesús y viven según sus criterios con admirable energía y constancia. En esta situación no es inexplicable la tentación de desaliento. Jesús advierte sobre ella, pero junto a esa advertencia pronuncia una palabra de promesa que renueva la confianza necesaria para continuar en la tarea

En definitiva todos los discípulos–misioneros de Cristo sabemos lo que viene como consecuencia de nuestras opciones. No debe sorprendernos la traición, y hasta podríamos decir que de alguna manera es algo que se espera. Por eso el mensaje de vida del Evangelio, paradójicamente, genera muerte. Los testigos son traicionados, encarcelados, difamados, expulsados de sus grupos religiosos, torturados, asesinados... ¡pero vale la pena este futuro! La muerte, para el Evangelio, es vida y triunfo. Porque la luz de los testigos de la vida sigue imperando. Porque el mensaje del discípulo–misionero, luego de su muerte, se hace creíble y esperanzador. Por eso sigue siendo válido seguir a Cristo. Porque la vida triunfa sobre la muerte. Y aunque el mundo quiera hacer callar a algunos, otros miles se levantan con las mismas palabras del caído, en miles de voces nuevas. Y ese canto, el canto de los vencedores, será el Canto al Cordero, porque ellos saben que no hay nada por encima del poder de Dios.

Los santos han captado todo esto muy bien, se han lanzado a vivir gozos en medio de un mundo que no entiende mucho de esta relación muerte-vida. El día de hoy la lista de santos y beatos que la Iglesia celebra es larga y no hablo de alguno en particular sino solamente los enumero para que veamos cómo, en un solo día, el número de testigos es grande. Hora celebramos a Santa Catalina de Alejandría, a San Adelardo, San Alano, San Dubricio, San Erasmo, San García de Arlanza, San Gonzalo obispo, además a Santa Jucunda, San Márculo, San Maurino, San Mercurio, San Moisés Mártir, San Pedro obispo y mártir, San Pedro Yi Hoyong, San Riel, Beata Beatriz de Ornacieux y a los beatos Isabel Achler, Jacinto Serrano López, María Beltrame Quattrocchi, Nicolás Stenso y Santiago Meseguer Burillo. Así cada día en el santoral y martirologio de la Iglesia el número de «testigos» en larga. Nuestros días, como los de todos estos santos y beatos están contados. Para hacer el bien o traicionarlo, no disponemos de otro campo de operaciones, de otra historia personal, de otro contexto, sino del que nos ha correspondido vivir. O nos santificamos por ser fieles a Dios y a los hombres hoy mismo, o no tendremos otra oportunidad. La historia se nos acaba y hay que aprovechar cada día. Que María Santísima, auxilio de los cristianos nos ayude a perseverar viviendo en caridad y en verdad el amor hasta que Cristo llegue o nos llame. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

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