miércoles, 4 de noviembre de 2020

«Tomar la Cruz y seguir a Jesús»... Un pequeño pensamiento para hoy

Ya sabemos que Jesús quiere que amemos a los nuestros. El amor filial, el amor conyugal, el amor fraterno son «sagrados», pero el amor de Dios, que los sostiene y los anima, debe ser mayor todavía y ocupar el primer lugar. Hoy en el Evangelio (Lc 14,25-33) Jesús nos lo recuerda con palabras fuertes: «Si alguno quiere seguirme y no me prefiere a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, más aún, a sí mismo, no puede ser mi discípulo». Jesús pide una renuncia total, para que nuestra entrega a Él sea también total. Por lo mismo podemos darnos cuenta de que el seguimiento de Jesús no va a ser fácil si anteponemos algo a Él. Ya lo decía san Cipriano: «No anteponer nada a Cristo». Seguir a Jesús, entonces, es algo serio que comporta renuncias y cargar con la cruz posponiendo otros valores que también nos son muy queridos. Se trata, sin lugar a duda, de un camino novedoso. Camino que muchos han seguido en la historia y que se muestra como una propuesta radical para realizar el designio divino.

Enseguida, en esta misma perícopa evangélica, Jesús pone dos ejemplos de personas que hacen cálculos, porque son sabias, y buscan los medios para conseguir lo que vale la pena. Uno que ajusta presupuestos para ver si puede construir la torre que quiere y otro que hace números, para averiguar si tiene suficientes soldados y armas para la batalla que prepara. Con esto nos deja ver que así deberían ser de avispados los que quieren conseguir la salvación. A la luz de esto pueden venir varias preguntas: ¿Hemos hecho bien los cálculos sobre lo que nos conviene hacer para alcanzar la vida eterna? ¿a qué estamos dispuestos a renunciar para ser discípulos–misioneros de Cristo y asegurarnos así los valores definitivos? ¿somos inteligentes al hacer bien los números y los presupuestos, o nos exponemos a gastar nuestras energías en la dirección que no nos va a llevar a la plena felicidad? Estas y otras preguntas más pueden surgir de la meditación de este trozo del Evangelio.

Hoy es día de San Carlos Borromeo, un santo que tomó muy en serio estas palabras de Jesús: «El que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo». San Carlos fue Cardenal y arzobispo de Milán. Nació en el seno de una familia noble. Su madre era Margarita de Médicis, hermana del papa Pío IV. Estudió latín en Milán y en 1522 pasó a la Universidad de Pavía, donde en 1529 obtuvo el grado de doctor en derecho civil y derecho canónico. Un año después su tío, el papa Pío IV, le llamó a Roma para que fuera su secretario y administrador de los Estados Pontificios. El mismo año, cuando sólo contaba veintidós, fue nombrado cardenal y protector de Portugal, los Países Bajos y los cantones católicos de Suiza, así como de varias órdenes religiosas. Desde su posición en la Iglesia combatió activamente la Reforma protestante y promovió las ideas establecidas en el entonces reciente concilio de Trento (1545-1563). Promovió cambios en los libros litúrgicos y la música religiosa (él mismo tocaba el laúd y el violoncelo como aficionado), y con este fin encargó la Misa del papa Marcelo a Giovanni Pierluigi da Palestrina. El Papa Paulo V lo canonizó en 1610. Pidamos la intercesión de este hombre santo y de María la Madre del Señor para que no antepongamos nada a Cristo y lo mantengamos siempre en el primer lugar. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario