jueves, 5 de noviembre de 2020

«Las parábolas de la oveja perdida y la moneda encontrada»... Un pequeño pensamiento para hoy


El capítulo 15 de san Lucas ha sido llamado por muchos: «el corazón del Evangelio». Nos transmite unas parábolas muy características, las de la misericordia: hoy leemos la de la oveja perdida y la de la moneda perdida. (Lc 15,1-10) La del hijo pródigo, la más famosa, que viene a continuación, la leemos en Cuaresma. En estas dos parábolas de hoy, podemos ver que la aritmética y la lógica de Dios no son las nuestras. Y digo que la aritmética y la lógica de Dios no son las nuestras porque tal vez parezca absurdo dejar 99 ovejas por una sola. En la aritmética de Dios uno es igual a noventa y nueve y, en cuanto a la lógica, cómo hace tanto alboroto con sus amigas y vecinas la mujer que encuentra una moneda que se le perdió. La aritmética y la lógica de Dios se fundan en la alegría, por eso el Papa Francisco habla de la alegría del Evangelio. Dios se siente alegre por quien se había perdido y regresa al redil, por el que estaba extraviado, como la moneda, y ha sido recobrado. Es el pecador que se convierte lo que alegra el corazón de Dios. 

Son hermosas, pues, estas imágenes del pastor que, lleno de alegría, se carga sobre los hombros a la oveja perdida, y la de la mujer que reúne a sus amigas y vecinas para comunicarles su alegría por la moneda encontrada. Así es la alegría de Dios de «los ángeles de Dios» dice el Evangelio de hoy, «por un solo pecador que se convierte». A pesar de que nosotros, a veces, por distintas causas y motivos, nos alejemos de él, nos busca hasta encontrarnos y se alegra aún más que el pastor por la oveja y la mujer por la moneda. Dios es rico en misericordia y esa misericordia la emplea, ante todo, con nosotros mismos, que también tenemos nuestros momentos de alejamiento y despiste. Y también con todos los demás pecadores. Hay que fijarnos en la alegría de Dios que expresan estas dos parábolas: «La carga sobre los hombros lleno de alegría»... «Alégrense conmigo, porque ya encontré la oveja que se me había perdido»... «En el cielo habrá más alegría por un pecador que se convierte»... Alégrense conmigo, porque ya encontré la moneda que se me había perdido»... «Yo les aseguro que así también se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte».

La alegría del Evangelio inunda la vida de todo aquel que se siente amado y recuperado, es la alegría que viven todos los santos, desde los más conocidos hasta los que casi no conocemos, como san Teófimo, a quien hoy la Iglesia celebra y que es el patrono del Seminario de Monterrey en donde realicé gran parte de mis estudios como seminarista. De san Teófimo poco, o nada se sabe, solamente que murió mártir en tiempos de la persecución de los primeros cristianos y que su vida quedó como testimonio de entrega a Cristo con una placa que, en las catacumbas de Roma fue encontrada junto a sus restos. Seguramente san Teófimo vivió del todo alegre, pero no en la alegría al estilo del mundo, sino al estilo de Dios cuya alegría, al igual que su aritmética y lógica. Agradezcamos a Dios el amor misericordioso que nos busca, la fortaleza de fe que nos mantiene, el ejemplo de los mártires como san Teófimo que nos interpela y la alegría de la Santísima Virgen María que nos invita a alegrarnos con el Señor. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

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