domingo, 22 de noviembre de 2020

«La solemnidad de Cristo Rey en tiempos de pandemia»... Un pequeño pensamiento para hoy

Hoy celebramos la Solemnidad de Cristo Rey. Así cerramos el año litúrgico. El próximo domingo comenzaremos el Adviento del ciclo B, preparación a la Navidad. Fue el papa Pío XI quien instituyó esta festividad en 1925 con su encíclica Quas primas («En primer lugar») para responder al creciente secularismo y hostilidad contra la Iglesia y desde entonces se celebra cada año. Esta solemnidad nos recuerda que Cristo es el centro de la historia de la humanidad, y también el centro de la historia de todo hombre haciéndose encontradizo. A Él podemos referir las alegrías y las esperanzas, las tristezas y las angustias que entretejen nuestra vida. Cuando Jesús es el centro de nuestra existencia, cuando dejamos que Él «reine» en nuestro corazón, incluso los momentos más oscuros de nuestra existencia se iluminan y se llenan de su misericordia. El Evangelio de hoy, uno de los más hermosos relatos de la Escritura (Mt 25,31-46) es la gran parábola del juicio final y nos dice lo que nos pide el reino de Jesús a nosotros: nos recuerda que la cercanía y la ternura son la norma de vida también para nosotros, y a partir de esto seremos juzgados. Este será el protocolo de nuestro juicio. 

De esta manera, el Evangelio que hoy tenemos insiste en la realeza universal de Cristo juez, con esta estupenda parábola del juicio final, que san Mateo colocó inmediatamente antes del relato de la Pasión (cf. Mt 25, 31-46). Las imágenes son sencillas, el lenguaje es popular, pero el mensaje es sumamente importante: es la verdad sobre nuestro destino último y sobre el criterio con el que seremos juzgados. «Estuve hambriento y me dieron de comer, sediento y me dieron de beber, era forastero y me hospedaron» (Mt 25, 35), etc. ¿Quién no conoce esta página? Forma parte de nuestra civilización. Ha marcado la historia de los pueblos de cultura cristiana: la jerarquía de valores, las instituciones, las múltiples obras benéficas y sociales. En efecto, el reino de Cristo no es de este mundo, pero lleva a cumplimiento todo el bien que, gracias a Dios, existe en el hombre y en la historia. Si ponemos en práctica el amor a nuestro prójimo, según el mensaje evangélico, entonces dejamos espacio al señorío de Dios, y su reino se realiza en medio de nosotros. En cambio, si cada uno piensa sólo en sus propios intereses, el mundo no puede menos de ir hacia la ruina.

Ahora que nuestra humanidad es atacada por una pandemia sin precedentes, hacemos bien en recurrir a Nuestro Señor, que reina sobre todos los pueblos y naciones. Dios, a través de Jesucristo Rey del Universo, se hace presente en la gente que sufre, en la gente que muere, en los enfermeros y enfermeras y agentes sanitarios que cuidan con cariño a las víctimas de esta pandemia tan terrible. Está en los que rezan. Allí Cristo Rey se hace presente. Y se hace presente ayudándonos a llevar esta situación con esperanza. Cristo Rey nos ayuda a sufrir las contrariedades de la vida y espera que nosotros colaboremos con la obra de la creación, sin destruir la tierra y construyendo ya desde aquí el Reino, en un mundo de fraternidad como hijos del Padre, como hermanos y hermanas entre nosotros. Celebremos a Cristo Rey en la sencillez de las cosas de cada día y confiemos en que sólo Él, Rey del Universo nos da la verdadera vida, y nos libera de nuestros temores y resistencias, de todas nuestras angustias. Bajo la mirada amorosa de María Reina hagamos lo que nuestro Rey nos dicte al corazón. ¡Bendecido domingo, fiesta de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo!

Padre Alfredo.

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