miércoles, 18 de noviembre de 2020

«Todos hemos recibido talentos»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hay un libro de Carlo María Martini (1927-2012), que se llama «La alegría del Evangelio» en el que escribe algo que yo quisiera poner ahora aquí, dado que el Evangelio de hoy (Lc 19,11-28) es casi el mismo del domingo pasado y tal vez comentaría yo lo mismo. Prefiero invitarles a leer la frescura de este escrito como una herencia que nos dejó este Cardenal tan amante de la Sagrada Escritura: «A quien tiene la alegría del Evangelio, a quien tiene la perla preciosa, el tesoro, se le concederá el discernimiento de todos los otros valores, de los valores de las otras religiones, de los valores humanos existentes fuera del cristianismo; se le dará la capacidad de dialogar sin timidez, sin tristeza, sin reticencias, incluso con alegría, precisamente porque conocerá el valor de todas las demás cosas. Al que tiene la alegría del Evangelio se le dará la intuición del sentido de la verdad que puede haber en otras religiones.

Por el contrario, al que no tenga se le quitará aun lo poco que tenga. Al que posee poca alegría del Evangelio se le irá de las manos la capacidad de diálogo y se obstinará en la defensa a ultranza de lo poco que posee, se cerrará dentro de sí mismo, entrará en liza con los demás por temor a perder lo poco que tiene. Este es nuestro drama, el drama de nuestra sociedad. La poca alegría del Evangelio es causa de mezquindad y de tristeza en todos los terrenos de la vida eclesiástica y social, produce corazones encogidos y es causa de absurdas discusiones sobre auténticas nimiedades». Les invito a leer el Evangelio de hoy y a ver cómo estas palabras de Carlo María Martini nos desmenuzan lo que el Señor nos quiere decir. Él llegará en el momento menos pensado y querrá encontrar que hemos multiplicado lo que hemos recibido. Los talentos que cada uno de nosotros hemos recibido —vida, salud, inteligencia, dotes para el arte o el mando o el deporte: todos tenemos algún don— los hemos de trabajar, porque somos administradores y no dueños. Es de esperar que el Juez, al final, no nos tenga que tachar de «empleado holgazán» o «arrastrado» —como se dice en el norte de México— que se ha ido a lo fácil y no ha hecho rendir lo que se le había encomendado. La vida es una aventura y un riesgo, y el Juez premiará sobre todo la buena voluntad, no tanto si hemos conseguido diez o sólo cinco. Lo que no podemos hacer es aducir argumentos para tapar nuestra pereza —el siervo indolente, con descaro, clarito echa la culpa al mismo rey de su inoperancia—.

Hoy celebramos la dedicación de las Basílicas de San Pedro y San Pablo allá en Roma. Dos de las cuatro «Basílicas Mayores» de la ciudad eterna. La actual Basílica de San Pedro en Roma fue consagrada por el Papa Urbano Octavo el 18 de noviembre de 1626, aniversario de la consagración de la Basílica antigua. La construcción de este grandioso templo duró 170 años, bajo la dirección de 20 Sumos Pontífices. Está construida en la colina llamada Vaticano, sobre la tumba de San Pedro. Mide 212 metros de largo, 140 de ancho, y 133 metros de altura en su cúpula. Ocupa 15,000 metros cuadrados. No hay otro templo en el mundo que le iguale en extensión. La Basílica de San Pablo, que está al otro lado de Roma, a 11 kilómetros de San Pedro. Fue inicialmente construida por el Papa San León Magno y el emperador Teodosio, pero en 1823 fue destruida por un incendio, y entonces, con limosnas que los católicos enviaron desde todos los países del mundo se construyó la actual, sobre el modelo de la antigua, pero más grande y más hermosa, la cual fue consagrada por el Papa Pío Nono en 1854. En los trabajos de reconstrucción se encontró un sepulcro sumamente antiguo (de antes del siglo IV) con esta inscripción: «A San Pablo, Apóstol y Mártir». Estas Basílicas nos recuerdan lo generosos que han sido los católicos de todos los tiempos para que nuestros templos sean lo más hermoso posible, y cómo nosotros debemos contribuir generosamente para mantener bello y elegante el templo de nuestro barrio o de nuestra parroquia. Que estos dos Apóstoles y María Santísima nos ayuden a multiplicar los talentos que el Señor nos ha dado. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario