viernes, 6 de noviembre de 2020

«Rendir cuentas»... Un pequeño pensamiento para hoy

Hoy en el Evangelio escuchamos nuevamente una parábola (Lc 16,1-8). Y de hecho san Lucas es el único que narra esta parábola. Esta parábola del administrador infiel pero listo, puede parecernos un poco extraña. Hay que leerla con detenimiento para entenderla. A prima vista perecería como si Jesús —o el amo del relato— alabara la actuación de ese empleado injusto. Pero lo cierto es que no alaba su infidelidad: ¡por eso le despide! Lo que le interesa a Jesús subrayar aquí es la inteligencia de ese gerente que, sabiéndose despedido, consigue, con nuevas trampas, granjearse amigos para cuando se quede sin trabajo. De esta manera, esta perícopa evangélica nos recuerda que no somos propietarios de lo que tenemos, sino solamente administradores y habremos de dar cuenta a Dios de todo. Lo que poseemos: nuestros bienes, nuestras cualidades, las riquezas intelectuales y morales, las facultades afectivas, los aspectos del carácter personal... De todo ello, se nos pedirá cuentas. No somos más que el «administrador» de todo esto que nos ha sido «confiado» por Dios, y que continúa perteneciendo a Dios. 

En nuestra vida, debemos hacer los oportunos cálculos para conseguir nuestros objetivos. El Señor nos amonesta con el ejemplo de este administrador, para que sepamos dar importancia a lo que la tiene de veras y, cuando nos toque dar cuentas de nuestra gestión al final de nuestra vida, ser ricos en lo que vale la pena, en lo que nos llevaremos con nosotros, no en lo que tenemos que dejar aquí abajo. Hoy pienso mucho en el padre Osvaldo Rentería, que acaba de morir. ¡Cuánta riqueza de este sacerdote que se entregó generosamente en todo tiempo y lugar viviendo la espiritualidad de los cursillos de cristiandad en profundidad! Ojalá y el Señor, cuando venga por nosotros nos encuentre preparados y gozosos de haber administrado los bienes del Señor. La repentina muerte del padre Osvaldo me recuerda que en nuestra vida de discípulos–misioneros —evangelización, catequesis, construcción de la comunidad— debemos mantenernos despiertos, ser inteligentes para buscar los medios mejores para nuestra santificación y la salvación de las almas. Al menos con la misma diligencia que ponemos para los negocios materiales.

El día de hoy se celebra la memoria de 498 mártires, beatificados el 28 de octubre de 2007 en Roma y que derramaron su sangre por la fe durante la persecución religiosa en España, en los años 1934, 1936 y 1937. Entre ellos hay obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles laicos, mujeres y hombres; tres de ellos tenían dieciséis años y el mayor setenta y ocho. Estos, y todos los mártires, no consiguieron la gloria sólo para sí mismos y en un momento. Su sangre, que empapó la tierra, fue riego que produjo fecundidad y abundancia de frutos que igual hubieran dado sin ser mártires, con la administración de los bienes recibidos de Dios. Así lo expresa, invitándonos a conservar la memoria de los mártires, el San Juan Pablo II en uno de sus discursos: «Si se perdiera la memoria de los cristianos que han entregado su vida por confesar la fe, el tiempo presente, con sus proyectos y sus ideales, perdería una de sus características más valiosas, ya que los grandes valores humanos y religiosos dejarían de estar corroborados por un testimonio concreto inscrito en la historia» (3 de noviembre de 2003). Que este gran número de beatos y María Santísima, que supo administrar muy bien lo recibido por Dios para darlo a los demás, nos ayuden. Descanse en paz el padre Osvaldo Rentería y que nosotros, a la luz de esta Palabra de Dios, hagamos de nuestra vida lo que el Señor quiere y espera. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

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