martes, 17 de noviembre de 2020

«Zaqueo»... Un pequeño pensamiento para hoy

El episodio de Zaqueo (Lc 19,1-10) es uno de los más conocidos e ilustrativos del Evangelio. San Lucas es el único evangelista que nos cuenta esta famosa escena de la conversión de este hombre de baja estatura que estaba además encogido por los prejuicios de la gente que lo marginaba y lo minusvaloraba. Él dirigía el grupo de cobradores de impuestos de la comarca, oficio que era sumamente despreciado en medio del pueblo, debido a los malos manejos y la corrupción de los cobradores de impuestos, oficio que era muy criticado por los fariseos porque los publicanos estaban en permanente contacto con los extranjeros —considerados impuros— y con monedas profanas. La multitud que lo desprecia le impide a Zaqueo ver a Jesús, que, como es pequeño, pudo haber estado en primera fila sin tapar a nadie, pero no se lo permitieron dejándole como única opción la de trepar a un árbol, pero de todos modos queda alejado del Maestro. Ya sea por el menosprecio de la gente o por el lugar que ha escalado (riqueza), Zaqueo no puede romper el cerco que lo sujeta. Jesús se percata de la situación y lo llama para que lo hospede.

El Señor le dice: «Zaqueo, baja en seguida porque hoy —presente salvífico— tengo que hospedarme en tu casa» (Lc 19,5). Con esta acción del Maestro, empieza a vislumbrarse la futura «casa» de la comunidad de salvados provenientes del paganismo, de quienes el «archirrecaudador» Zaqueo es figura representativa en el Evangelio. «Él bajó en seguida y lo recibió muy contento» (Lc 19,6). La alegría es señal aquí de estar en línea con el proyecto de Dios sobre el hombre. Las caras tristes son reveladoras. La presencia de Jesús conlleva siempre alegría en la comunidad que lo acoge, aunque ésta, esté formada. en su mayoría, por pecadores. Al ver aquello —dice el Evangelio— todos se pusieron a criticar a Jesús diciendo: «¡Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador!» (Lc 19,7). Zaqueo en realidad no les importa; lo que les importa es que sea un ateo y que Jesús haya entrado en contacto con él. No captan que Jesús viene a buscar al hombre con el fin de salvarlo de la situación de autodestrucción en que él mismo se había sumergido. ¡Cuánto nos ama Jesús! Si aquella gente hubiera comprendido lo que es la misericordia. Las acciones de Jesús, como esta que hace con Zaqueo, se dirigen a poner de manifiesto el carácter ilimitado de la misericordia, esa misericordia de la que todos anhelamos gozar y deberíamos esparcir.

Hoy celebramos la memoria de santa Isabel de Hungría, una mujer que, siendo casi una niña, se casó y tuvo tres hijos, y al quedar viuda, después de sufrir muchas calamidades y siempre inclinada a la meditación de las cosas celestiales, se retiró a Marburgo, en un hospital que ella misma había fundado, donde, abrazándose a la pobreza, se dedicó al cuidado de los enfermos y de los pobres hasta el último suspiro de su vida, que fue a los veinticinco años de edad (17 de noviembre de 1231). Murió muy joven, pero supo esparcir la misericordia de Dios a su alrededor. Es poco lo que se sabe de su vida, pero fue canonizada apenas cuatro años después de su muerte. Luego de quedar viuda se dedicó por completo a ayudar a los más necesitados, en su castillo daba de comer a 900 pobres cada día. Cambió sus vestidos de princesa por un simple hábito de hermana franciscana. La Iglesia ha visto en ella un modelo admirable de donación completa de sus bienes y de su vida misericordiosa a favor de los pobres y de los enfermos. Que ella y la intercesión de María Santísima nos ayuden también a nosotros a ser misericordiosos. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario