Por otra parte, hoy celebramos la memoria del beato Miguel Agustín Pro, un hombre excepcional que nació el 13 enero 1891 en Zacatecas México. Desde pequeño fue virtuoso y alegre. Entró en el noviciado jesuita a la edad de 20 años. Fue exilado durante la revolución mexicana. Ordenado sacerdote en Bélgica en 1925 a la edad de 36 años. Regresó a México en 1926 sabiendo que la iglesia era perseguida y corría grave peligro. Ejerció un intenso ministerio bajo persecución hasta que en el 1927 fue acusado falsamente de estar involucrado en un atentado contra el presidente de la república, que era un dictador. Antes de que lo fusilaran perdonó a los verdugos. Murió, como muchos otros mártires mexicanos, gritando: «Viva Cristo Rey» el 23 de noviembre de 1927. El padre Pro —como mejor se le conoce— dio todo lo que tenía en su entrega y generosidad, de la misma manera que los Misioneros de Cristo y cualquier otro misionero quiere dar para extender el Reino de Dios. Al respecto es muy ilustrativo el Evangelio de este día (Lc 21,1-4), que habla de la viuda que da todo lo que tiene.
La viuda entrega lo poquito que tiene pero que es su todo, su indigencia, las monedas más pequeñas de aquellos tiempos; y lo hace en oposición a los ricos que entregaban su poder y sus privilegios para lucirse. Es decir, que ella contradice al proverbio según el cual sólo se da aquello que se tiene: ella, por el contrario, solo posee lo que ha dado. Y esa es la vida del misionero, no tiene nada y lo da todo sin quedarse sin nada, porque al darlo todo posee a Dios. ¡Cuán diferente es la mirada de Dios de la mirada habitual de los hombres! Dios ve, como hoy nos ilustra Jesús, de un modo distinto. Los ricos parecen poderosos, y hacen ofrendas aparentemente mayores. Pero, para Jesús, la pobre mujer ha dado «más». ¡Cuánta necesidad tenemos de cambiar nuestro modo de «ver», para ir adoptando, cada vez más, la manera de ver de Dios y dar lo poquito que tenemos! En la figura del padre Pro, que lo dio todo, y en la historia de los Misioneros de Cristo para la Iglesia Universal podemos destacar lo poquito, lo pequeño, lo que a los ojos del mundo es insignificante, un granito de arena. Que Dios nos conceda seguir dándolo todo con un «sí» como el de la Virgen Santísima. ¡Bendecido lunes!
Padre Alfredo.
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