martes, 10 de noviembre de 2020

«No somos más que siervos»... Un pequeño pensamiento para hoy


«No somos más que siervos; sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer» no recuerda el Evangelio de hoy (Lc 17,7-10). Servir a Dios, no con el propósito de hacer valer luego unos derechos adquiridos, sino con amor gratuito de hijos es la tarea de todo discípulo–misionero de Cristo. Si hacemos el bien, que no sea llevando cuenta de lo que hacemos, ni pasando factura, como se dice; ni pregonando nuestros méritos personales, porque los humanos tendemos a convertir en heroico lo más ordinario de nuestro deber. Hay quien se llega a considerar héroe por llegar puntual al trabajo o por respetar las señales de tráfico. Los niños creen que se merecen un premio por cumplir con sus deberes escolares, cuando en realidad, sólo estamos haciendo lo que debíamos hacer. Por lo tanto, la parábola de hoy, que solamente viene en el Evangelio de San Lucas, quiere enseñar que nuestra vida debe caracterizarse por la actitud de servicio desinteresado y sin levantarse el cuello.

También como cristianos se nos presenta esta tentación. Aunque nunca lo expresamos así, llegamos a creer que nosotros le hacemos un favor a Dios cuando rezamos, cuando participamos en la Misa dominical, o cuando cumplimos los Mandamientos. Cristo nos ofrece este mensaje para prevenirnos de esta actitud, con la que nos olvidamos de que es Él quien nos ha dado infinitamente más de lo que nosotros podemos ofrecerle. Pero Dios no es un amo déspota y desconsiderado. El Evangelio de hoy nos invita a reconocer nuestra realidad de servidores y a vivir en humildad, pero no pensemos que al final de nuestra vida, después de haber trabajado y luchado sinceramente por Dios, seremos recibidos en el cielo con un seco y frío: «Sólo has hecho lo que tenías que hacer». Eso lo tenemos que decir nosotros, pero no lo dirá Él. Sus palabras las conocemos: dirá a quienes hayan vivido su mensaje: «Vengan, benditos de mi Padre...» (Mt 25,31ss). Y nos sentaremos con Cristo a gozar del banquete eterno. De nuestra parte haremos todo lo mejor que podamos, porque los verdaderos amigos no llevan contabilidad de los favores hechos. Eso sí, seguros de que Dios no se dejará ganar en generosidad: «alégrense y salten de gozo, que su recompensa será grande en el cielo» (Lc 6,23), «porque con la vara con que midas se te medirá» (Lc 6,38).

Hoy celebramos a San León Magno, Papa y Doctor de la Iglesia. San León, nacido en Toscana (Italia), llegó a ser Papa en el año 440 y se convirtió sí en el «Siervo de los siervos». Es recordado en los textos de historia por el prestigio moral y político que demostró ante la amenaza de los Hunos de Atila, a los que logró detener sobre el puente Mincio y de los Vándalos, cuya ferocidad mitigó en el saqueo de Roma del año 455. San Leon, en su afán de servir a la Iglesia y al mundo, nos ha dejado 96 sermones y 173 cartas suyas. León fue el primer Papa que recibió de la posteridad el epíteto de «magno», grande, no sólo por las cualidades literarias y la firmeza con la que mantuvo en vida al decadente imperio de Occidente, sino por la solidez doctrinal que demuestra en sus cartas y la grandeza de su servicio a la Iglesia. Murió un día como hoy en el año 461. A todos los Papas, hasta la fecha, se les sigue dando el título de: «Siervo de los Siervos» dándonos así, el ejemplo de cómo debe ser nuestro servicio desinteresado. Que María Santísima la fiel servidora del Señor interceda por nosotros y nos alcance también esa capacidad de servicio con sencillez. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

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