domingo, 28 de mayo de 2023

«Pentecostés»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy celebramos la fiesta de Pentecostés, el domingo más importante del año, después de la Pascua. La liturgia actual de la Iglesia busca formar una unidad en donde se destaque Pentecostés como la conclusión de la cincuentena pascual. Es decir como una fiesta de plenitud y no de inicio. Por lo tanto, no podemos desvincularla de la Madre de todas las fiestas que es la Pascua. En este sentido debemos tener muy claro que Pentecostés no es una fiesta autónoma en honor al Espíritu Santo desconectada de la Pascua, sino que hay que vivir el día como la oportunidad para vivir intensamente la relación existente entre la Resurrección de Cristo, su Ascensión y la venida del Espíritu Santo.

La beata María Inés Teresa, tenía la costumbre de poner por escrito los siete dones del Espíritu Santo —sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios— para repartirlos a la hora de rezar Tercia, uno de los momentos de oración de la Liturgia de las Horas, con el deseo de que durante todo el año se profundizara en ese don y se aplicara en la vida. Esta práctica la hemos heredado en la Familia Inesiana y es un gozo estar esperando a ver qué don nos tocará desarrollar. Y es que la Pentecostés la celebramos cada año, pero no solamente como un recuerdo de un acontecimiento que sucedió cuando el Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles y María santísima, sino como una fiesta en la que agradecemos que esa efusión del Espíritu Santo vino a nosotros en el bautismo, se reforzó en la confirmación y nos mantiene como testigos de la acción de Dios en el mundo.

Benedicto XVI, de feliz memoria, el 27 de mayo de 2012, en la fiesta de Pentecostés de aquel año anotó: «Jesús, después de resucitar y subir al cielo, envía a la Iglesia su Espíritu para que cada cristiano pueda participar en su misma vida divina y se convierta en su testigo en el mundo. El Espíritu Santo, irrumpiendo en la historia, derrota su aridez, abre los corazones a la esperanza, estimula y favorece en nosotros la maduración interior en la relación con Dios y con el prójimo». Yo creo que esto nos ayuda a entender las sencillas palabras con las que Jesús hace descender el Espíritu Santo que procede del Padre y de él y que el Evangelio de hoy (Jn 20,19-23) menciona: «Reciban el Espíritu Santo». Reestrenemos este regalo maravilloso que viene de lo Alto y pidamos a María Santísima seamos dóciles, como ella, a la acción del Espíritu mismo. ¡Bendecido domingo de Pentecostés!

Padre Alfredo.

sábado, 27 de mayo de 2023

«Un hombre de corazón traspasado»... Un pequeño pensamiento para hoy


Sé que a veces leer los mal hilvanados escritos que hago, es pesado para muchos, aunque trato de ser ameno y enlazar la palabra de Dios con los acontecimientos de la vida de un cura tan ordinario como yo. Sé también que por ese motivo algunos no leyeron en mis últimas líneas que este mes sería parco e inconstante en mi pequeño pensamiento, debido a que tengo los meses de mayo, junio y julio plagados de diversas actividades que me hacen estar, la mayoría de ellas, varios días de cada semana fuera. Por eso se me complica encontrar un espacio para sentarme a escribir, y lo que es peor, por las condiciones de viaje a veces me es difícil llevar este cachivache y plasmar en él mis ideas.

Precisamente hace rato voy llegando del último viaje, esta vez a mi querida selva de cemento (CDMX) en donde, cerca de allí, en la «Casa Lago», sede de la Conferencia Episcopal Mexicana participé desde el lunes hasta esta mañana en la asamblea anual de los miembros de las comisiones del clero de cada arquidiócesis del país. Yo formo parte de la comisión del clero de Monterrey. No necesito decirles, porque estoy seguro que se imaginan, la riqueza de la experiencia de esta tarea que encierra el gozo de servir y acompañar a mis hermanos en el sacerdocio. Los temas que nos impartieron y los trabajos de equipo, dejaron en mi corazón un compromiso y un deseo de acrecentar la entrega en esta hermosa y a la vez complicada tarea de animar la vida sacerdotal que debe estar siempre al cien en cada sacerdote.

La lectura de la misa de hoy, tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles, me alienta en la tarea. Este texto (Hch 28,16-20.30-31), que termina hablando de san Pablo y explicando que vivió dos años en una casa alquilada y que ahí recibía a los que acudían a él, predicaba el Reino de Dios y explicaba la vida de Jesucristo con plena libertad y sin estorbo alguno, me hace ir al corazón del sacerdote, que, como nos explicaban este día expertos en teología sacerdotal, es un corazón traspasado que no puede permanecer indiferente ante la situación que vive el mundo actual y que reclama la presencia de varones comprometidos con el Señor que le hagan presente para empapar el mundo entero de la misericordia de Dios. No dejen de orar por los sacerdotes, por mí que tanto lo necesito y por quienes vienen en camino en los seminarios y casas religiosas, respondiendo al llamado vocacional. Que María santísima nos acompañe siempre reforzando nuestro «sí». ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

domingo, 21 de mayo de 2023

«No hay plan B»... Un pequeño pensamiento para hoy


Parto, para la reflexión del día de hoy, en torno al Evangelio de san Mateo (Mt 28,16-20) de un cuento que me encontré en Internet y que aquí platico a mi manera: «Cuando Jesús volvió a la Casa del Padre y se sentó a su derecha, los ángeles hicieron una fiesta espectacular para darle la bienvenida. A la entrada del cielo había un gran cartel que decía: ‘Bienvenido a casa. Misión cumplida’. Uno de los ángeles le hizo una entrevista sobre su estancia en el mundo para las redes sociales celestiales y le preguntó quién iba a continuar su tarea en la tierra. Jesús le dijo que ‘Once’ hombres maravillosos que se llenaron del amor del Padre que él les manifestó. El ángel le preguntó si había contemplado qué pasaría si esos hombres fracasaban; le cuestionó sobre si había un plan B. Jesús le dijo que no, que no había ningún otro plan».

Hoy, miles de años después, nosotros celebramos esta fiesta de la Ascensión como lo hacían los primeros cristianos para recordarnos algo que siempre necesitamos oír y que está en el Evangelio: «sepan que yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo». El plan que estableció Cristo movido por su Padre no tiene opciones ni alternativas. No hay plan B. Él nos ha dejado la misión de continuar con su tarea. Hemos recibido poder, el poder del Espíritu que nos hace actuar como testigos del resucitado. A la misión cumplida de Jesús se suma ahora la misión a cumplir por nosotros, en este hoy de la Iglesia que nos toca vivir. Nos toca en herencia este tiempo de la Iglesia, este tiempo de la misión, este tiempo, como he dicho en otras ocasiones, de dejar huellas de trascendencia, de justicia, de verdad, de mirar al cielo y al mundo y de ser testigos del Señor que nos envía.

En su libro «La Lira del Corazón», la beata María Inés Teresa escribe: «La misión de Jesús visible en el mundo ya terminó, Él ya acabó su carrera, más se quedó en la Eucaristía hasta la consumación de los siglos». (Lira del Corazón, p. 34). Y en una carta que escribe en 1977 a sus hijas Misioneras Clarisas en Japón, les dice: «El amor a la misión, el celo por las almas, se comprenden cuando se vive en el diálogo con Cristo. Tanto la vocación misionera como la entrega a la misma, son de Dios». Sí, nuestro ser y quehacer en el mundo como discípulos–misioneros de Cristo es un encargo y no hay plan B. Es de esta manera, de la mano de María, como hemos de continuar la obra del Resucitado que sube a la derecha del Padre. No perdamos tiempo... hay mucho que hacer. ¡Bendecido domingo, solemnidad de la Ascensión del Señor!

Padre Alfredo.

sábado, 20 de mayo de 2023

«En vísperas de la fiesta de la Ascensión»... un pequeño pensamiento para hoy


Hoy, en la víspera de la fiesta de la Ascensión del Señor, el Evangelio (Jn 16,23-28) nos deja unas palabras de despedida entrañables. Jesús nos hace participar de su misterio más preciado; Dios Padre es su origen y es, a la vez, su destino: «Salí del Padre y he venido al mundo. Ahora dejo otra vez el mundo y voy al Padre» (Jn 16,28). No debiera dejar de resonar en nosotros esta gran verdad: realmente, Jesús es el Hijo de Dios; el Padre divino es su origen y, al mismo tiempo, su destino.

El Evangelio de hoy tiene una cosa importante a recordar: «aquel» a quien los judíos denominan Dios es el que nos ha enviado a Jesús; es, por tanto, el Padre de los creyentes. Con esto se nos dice claramente que sólo puede conocerse a Dios de verdad si se acepta que este Dios es el Padre de Jesús. Y esta filiación divina de Jesús nos recuerda otro aspecto fundamental para nuestra vida: los bautizados somos hijos de Dios en Cristo por el Espíritu Santo. Esta paternidad divina adoptiva de Dios hacia nosotros se distingue de la adopción humana en que tiene un fundamento real en cada uno de nosotros, ya que supone un nuevo nacimiento. Por tanto, quien ha quedado introducido en la gran Familia divina ya no es un extraño.

Por esto, mañana, en la fiesta de la Ascensión se nos recordará que todos los hijos hemos seguido los pasos del Hijo. Ningún auténtico discípulo–misionero tiene que sentirse desamparado. El Padre nos ama y nuestra meta es el cielo para verle cara a cara. Con María preparemos nuestro corazón para la celebración de mañana que debemos celebrar como verdaderos hermanos, buscando siempre el bien unos de otros, hasta que juntos podamos gozar de los bienes eternos, como hijos amados de nuestro Dios y Padre. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

viernes, 19 de mayo de 2023

«En la abadía de Ocean Side»... Un pequeño pensamiento para hoy


Este miércoles pasado estuve en la abadía «Prince of Peace» en Ocean Side, California compartiendo unos momentos y el gozo de la Eucaristía con mi querido amigo Fray Agustín. Ya otras veces he compartido con ustedes la experiencia de profunda paz que se vive en este santo lugar diseñado por el gran arquitecto mexicano de feliz memoria y monje benedictino Fray Gabriel Chávez de la Mora. Sinceramente bastan unos cuantos instantes en este bendito espacio de Dios para experimentar su presencia, y más cuando a eso se añaden los hermosos tonos de los cantos que los monjes elevan al Señor en la Liturgia de la Horas y por supuesto en la Santa Misa.

El ver el salmo responsorial de la Misa de hoy (Sal 46 —47 en la Biblia—)  es el que me ha hecho volver la mirada y el corazón al monasterio, pues desde allí se eleva el gozo de la alegría del corazón de estos hombres, que, consagrando su vida al Señor, entre el «ora et labora» —ora y trabaja— le dan gloria a Dios. Y es que el salmo tiene un verso que dice: «Entre voces de júbilo y trompetas, Dios, el Señor, asciende hasta su trono» preparándonos para la fiesta de la Ascensión que estamos por celebrar y que los monjes celebraron el día de ayer.

Este fragmento, que nos hace ir, definitivamente, al momento de la Ascensión, me invita, y creo que a todos, a dar gracias al Padre misericordioso por haber enviado a su Hijo Jesús al mundo y a llevar, al regreso a su derecha, nuestros anhelos y esperanzas, sobre todo la esperanza de llegar también nosotros al cielo. Sigámonos preparando, de la mano de María, para celebrar este próximo domingo la fiesta de la Ascensión del Señor. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

jueves, 18 de mayo de 2023

«Me verán, luego no me verán, después me volverán a ver»... Un pequeño pensamiento para hoy


Después de dos días de no compartir con ustedes mi pequeño pensamiento, debido al viaje relámpago que realicé a Los Angeles para el funeral de Minerva, que me dio la oportunidad de ver a mucha gente muy querida y compartir instantes de dolor, de gracia, de alegría y de esperanza, vuelvo nuevamente unos cuantos días a escribir, pues la semana entrante tendré que interrumpir nuevamente debido a que estaré de lunes a viernes en la reunión nacional de los representantes de la Comisión del clero de las diversas diócesis de México y, como no conozco el horario ni las actividades del día, no sé si encontraré un espacio para hacer esto que tanto me gusta y me ayuda para mi vida espiritual, religiosa y ministerial.

El día de hoy en algunas partes del mundo se celebra la solemnidad de la Ascensión del Señor, pero aquí en México se traslada al domingo siguiente, de manera que el Evangelio que ilumina mi reflexión es el del jueves de la sexta semana de Pascua que nos presenta a los discípulos confundidos por las palabras que Jesús pronuncia sobre su próxima partida al Padre y el envío del Paráclito (Jn 16,16-20). Los apóstoles no entienden de momento las palabras de Jesús: «dentro de poco ya no me verán», que luego ya se darían cuenta que se referían a su muerte inminente, «y dentro de otro poco me volverán a ver», esta vez con un anuncio de su resurrección, que más tarde entenderían mejor. Jesús va a seguir estando presente, aunque de un modo más misterioso, en medio de los suyos.

Las ausencias de Jesús nos afectan también muchas veces a nosotros. Estas ausencias provocan que nos sintamos como en la oscuridad de la noche y en el eclipse de sol. Si supiéramos que «dentro de otro poquito» ya se terminará el túnel en el que nos parece encontrarnos, nos consolaríamos, pero no tenemos seguridades a corto plazo. Sólo la fe nos asegura que la ausencia de Jesús es presencia, misteriosa pero real. Hay que recordar que la Pascua se empieza a celebrar el Viernes Santo, con su doble movimiento unitario: muerte y resurrección. Hay momentos en que «no vemos», y otros en que «volvemos a ver». Sigamos caminando en este dinamismo de la Pascua de la mano de María y confiando en el Señor. ¡Bendecido jueves eucarístico y sacerdotal!

Padre Alfredo.

P.D. Hoy era el día del cumpleaños de mi papá. Lo recordamos con cariño y gratitud.

lunes, 15 de mayo de 2023

«Por el día del maestro»... Un pequeño pensamiento para hoy


Estoy leyendo un libro de la doctora en filología clásica y escritora española Irene Vallejo (1979) que se llama «El infinito en un junco». Esta obra exquisita, que me recomendó mi amigo el padre Abundio Camacho, trata sobre los orígenes del libro. En ella Irene recorre la historia del asombroso artefacto que nació hace cinco milenios, cuando los egipcios descubrieron el potencial de un junco al que llamaron papiro. Leo algunas de estas páginas mientras espero que den las 4 de la mañana para hacer check-in en el mostrador de American Airlines —ya que a pesar de las modernidades, no se pudo hacer on line— porque resulta que voy en un viaje relámpago a Los Angeles a presidir el funeral de nuestra querida hermana Vanclarista Minerva Heredia, que ha sido llamada a la casa del Padre y que nos deja su gran legado de misionera seglar, como una de las iniciadoras de Van-Clar en esa región de nuestra familia Inesiana y como alguien que conoció, muy de cerca a nuestra beata madre fundadora María Inés Teresa del Santísimo Sacramento. Minerva fue para mí, verdaderamente, como una madre.

Pero, al hacer un alto en la lectura devoradora de las líneas de este tratado de Irene Vallejo, que en la sección que estoy ahora leyendo, se adentra en la iniciación de las primeras escuelas en Grecia, recuerdo que en México —y no sé si en otras partes más— se celebra el día del maestro y hago un alto para ir a la antífona de entrada de la misa del día de hoy donde me topo con un versículo del profeta Malaquías que reza así: «En su boca había una enseñanza verdadera y la maldad no se hallaba en sus labios. Caminaba conmigo en paz y rectitud y apartaba a muchos del mal. Aleluya»... Y claro, mi mente y mi corazón refieren de inmediato estas líneas a los maestros. ¿Verdad que así debería ser todo maestro? Y creo, sinceramente, que hay muchos así. Me viene a la mente de inmediato mi querida profesora de secundaria Magda Yolanda Villarreal Fernández, a quien espero que, en el cambio de avión en Pohenix, encuentre un espacio para llamarle como cada año.

El Evangelio de hoy (Jn 15,26-16,4), sigue la misma línea de otros días de esta semana hablando del anhelo que tiene Jesús de que llegue el Espíritu Santo, el Paráclito, que hará que los apóstoles, y en general todos los seguidores de Jesús, den testimonio de lo que él ha traído al mundo. Yo sé que los frutos del Espíritu, la paciencia, la bondad o la piedad, se pueden hacer «vida» en cada maestro y sobre todo ante los estudiantes, de modo que ellos «aprendan» del ejemplo. Las actitudes de un maestro frente a los problemas y las circunstancias difíciles hablarán más fuerte que cualquier lección que pueda enseñar y hoy los necesitamos. Vuelvo al texto de «El infinito en un junco» y me encuentro nuevamente con esas primeras escuelas en donde el maestro, se entregaba de lleno para que los alumnos aprendieran. Jesús es Maestro, María es maestra. A ellos dirijo mi mirada y pido por todos los maestros del mundo y espero acompañar, en esta tarde en el viewing y mañana en la misa de funeral, a la familia de Minerva y a nuestra familia misionera, en nombre de mis hermanos Misioneros de Cristo. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

P.D. Martes 16 y miércoles 17 no habrá «un pequeño pensamiento para hoy».