El Evangelio es siempre actual y sorprendente. Y es que Cristo es el mismo ayer, hoy y siempre (Hb 13,8). El Evangelio de hoy (Mt 18,15-20) es una prueba de ello. ¿Dónde no hay dificultades entre unos y otros? ¿Dónde no surgen malos entendidos? ¿Dónde no se hacen a veces altercados de cosas que no valen la pena? El Señor es muy claro al dar a la comunidad cristiana el verdadero valor que tiene la frase: «Donde dos o tres se reúnen en mi nombre...» En el fondo nos falta fe para creer que el Señor está presente, además de la Palabra, la Eucaristía y los demás sacramentos, en los hermanos. Nos falta amor para percibirle en el que Él se nos da.
Cristo llega a nosotros a través del hermano, y eso en todo sentido. Por ejemplo, su Palabra. La recibimos gracias a otro: el que hizo la traducción de la Biblia que podemos leer, el que la grabó eran audio para que la podamos escuchar o el que la lee en alguna celebración. La Eucaristía nos llega también gracias a otros: los sacerdotes que la consagran y junto con ellos los ministros que la llevan de manera extraordinaria hasta nosotros. Su amor, el amor de Dios, también nos llega por supuesto a través de otros, los hermanos que nos rodean. Por eso cobra sentido hoy y siempre lo que dice Jesús: “Donde dos o tres se reúnen en mi nombre”.
Hoy, al acompañar a 13 hermanos sacerdotes que concelebraron la Eucaristía con monseñor Rogelio Cabrera, arzobispo de Monterrey en la Basílica de Guadalupe en México con motivo de sus festejos de XXV aniversario de Ordenación, entre ellos el padre José Luis, además de la maravillosa homilía de Don Rogelio, pensé mucho en esto: la gracia de ser, no solo los sacerdotes, sino todos, un medio real y valioso para que Dios exprese su amor y su misericordia donde dos o tres se reúnan en su nombre y agradecía la tarea generosa que estos hombres, desde esta vocación que es hermosa y que desgasta el corazón en el darse de cada día, realizan, como yo, con mucha alegría. Por eso escribo nuevamente ya tarde y envío esto hasta la mañana siguiente, o sea hoy 14 de agosto. Que la Virgen Morenita, ante cuyos pies he estado estos días de “adelanto de Cielo” vele por nosotros para que siempre sea provechoso el estar dos o tres reunidos en el nombre de su Hijo Jesús. ¡Bendecido miércoles!
Padre Alfredo.
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