jueves, 7 de agosto de 2025

«Y tú, quién dices que soy yo?»... Un pequeño pensamiento para hoy


El Evangelio de hoy (Mt 16,13-23) deja una enseñanza que parte de la pregunta que Jesús hace: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?» para luego cuestionar a sus discípulos: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?» para desembocaren la confesión de fe de Pedro, cuestión que está narrada en los tres evangelios sinópticos. Jesús antes de iniciar el camino hacia Jerusalén, pregunta acerca de su identidad. El Maestro quiere que sus discípulos tengan las ideas claras sobre quién es Él y cuál es su misión. Y es que el pueblo, dejándose llevar como en todas las épocas por lo llamativo, lo exuberante, lo que salga de lo común, sólo ve en él un personaje importante, semejante a los profetas: Juan Bautista (esto cree Herodes Antipas); Elías, el profeta que tenía que venir como precursor (Ml 3,23); Jeremías, el que luchó para que el pueblo fuese fiel a los planes de Dios, sin confiar en alianzas humanas; o algún profeta importante.

A diferencia del pueblo, Simón, portavoz de los discípulos, reconoce a Jesús como Mesías, Hijo de Dios vivo. En él la afirmación de quién es Jesús, no es fruto de la naturaleza humana, «carne y sangre», sino de la revelación del Padre que está en los cielos. La iglesia se funda sobre la fe de aquellos que, como Pedro, creen en Jesús y le confiesan como Hijo de Dios. La respuesta de Pedro marca el comienzo de un nuevo período, en el que Jesús se dedica a instruir a sus discípulos sobre el sentido que tiene su mesianismo, que acaban de reconocer, y sobre el que les ha impuesto secreto: es un mesianismo que se realiza muriendo y resucitando, de acuerdo con el plan de Dios, que él acepta. Pedro, como los demás, debe seguir reconociendo su condición de discípulo y entender que los pensamientos de Dios y su modo de proceder no son como los de los hombres, el Señor actúa con criterios nuevos y diferentes. 

A partir de este diálogo tantas veces leído, estudiado y meditado, se nos invita a que respondamos también nosotros, cada uno desde nuestra vocación específica y la propia experiencia, y le digamos de frente a Jesús quién es Él para mí. Yo creo que con el paso de los años, el recuento de los logros y los propios pecados, a uno, por la misericordia de Dios, le va quedando cada vez más claro quién es el Señor. El Señor descubierto en la alegría de celebrar un cumpleaños, un aniversario... El Señor al sentirlo al final de un retiro espiritual o en medio de una convivencia eclesial. El Señor que se manifiesta en el sacerdote que nos da la absolución de las fallas cometidas. El Señor que se hace presente en esa persona a la que pudimos ayudar. El Señor que no nos deja solos a la hora de cargar la cruz…. Creo que a lo largo de toda nuestra vida vamos respondiendo una y otra vez a esa pregunta: ¿Y tú, ¿quién dices que soy yo? Que María nos ayude a reconocerlo en cada espacio, en cada tiempo, en cada persona, en cada encomienda, en cada triunfo y en cada dolor. ¡Bendecido jueves eucarístico y sacerdotal!

Padre Alfredo.

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