domingo, 24 de agosto de 2025

«LA PUERTA ESTRECHA»... Un pequeño pensamiento para hoy


Algunas veces el Evangelio puede sonar un poco desconcertante, como el de hoy (Lc 13,22-30), que habla de «esforzaros para entrar por la puerta estrecha», sobre todo en medio de un mundo en el que se busca la amplitud y poco se piensa en estrecheces. ¿Son pocos los que se salvan? preguntan los seguidores de Jesús... pero bien sabemos que Jesús no respondía a preguntas que se resolvieran desde el punto de vista legal. ÉL hacía a todos ir al corazón. En realidad este Evangelio plantea cuestiones muy importantes desde el punto de vista de la actitud cristiana. Jesús no respondió directamente a la pregunta del número, porque no es eso algo que pueda responderse. Él habla más bien de la «puerta estrecha» para enseñarnos que, quien quiera salvarse, debe vivir según la voluntad de Dios. Eso lo dice todo, aunque para algunos no resuelva la cuestión.

Siempre se ha dicho que Jesús lo que busca son los corazones abiertos a la gracia y a la misericordia de Dios y las actitudes de los que le siguen. Por eso pone una parábola de contraste con las matemáticas, la del dueño de la casa que cierra la puerta. En la parábola se adivina un mundo nuevo, un patrón, Dios en definitiva, que no entiende las cosas como nosotros, por números, por sacrificios, por esfuerzos personales. Muchos pensarán que han sido cristianos de toda la vida, que han cumplido los mandamientos de Dios y de la Iglesia de toda la vida (si es que eso se puede decir), que han sido muy clericales… pero el «dueño» no los conoce. El contraste es que podemos estar convencidos de que estamos con Dios, con Jesús, con el Evangelio, con la Iglesia, pero en realidad no hemos estado más que interesados en nosotros mismos y en nuestra salvación, perdidos en medio de la «inestabilidad» de este mundo, como dice la Oración Colecta de hoy. Eso es lo que la parábola de contraste pone de manifiesto.

Debemos de esforzarnos por anclarnos en quien verdaderamente da la plena felicidad, que es Jesucristo, como también expresa la misma oración. Si no nos distraemos con la inestabilidad del mundo, podremos recibir la salvación como una gracia de Dios, como un regalo, y estaremos dispuestos a compartir este don con todos los hombres de cualquier clase y religión, como nos enseñan los santos. Eso es lo que aparece al final de la respuesta de Jesús. La salvación no es una cuestión de número, sino de generosidad. Si la salvación no sabemos recibirla como una «gracia», como un don, no entenderemos nada del Evangelio y nunca podremos anclarnos en Cristo. Que María y los santos, con su generosidad, nos ayuden a no caer enredados en la inestabilidad de este mundo. ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo.

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