martes, 5 de agosto de 2025

«Desplumar una gallina y querer pegarle las plumas otra vez»... UN PEQUEÑO PENSAMIENTO PARA HOY

El relato del libro de los Números que nos presenta la primera lectura de la Misa de hoy (Núm 12,1-3) nos presenta a María y a Aarón criticando a su hermano Moisés a causa de la mujer extranjera que tomó por esposa —después del fallecimiento de Séfora— y murmurando de que solamente Dios le hablaba a Moisés. Decían: «¿Acaso no nos ha hablado también a nosotros?» Ellos pensaban que sin ayuda de Moisés podían liderar al pueblo, y la historia nos dice que no fueron capaces. Bien sabemos que cuando Israel hizo el becerro de oro, Aarón no pudo evitar que el pueblo cometiera el pecado de idolatría (Éx 32,1-6). El pasaje continúa diciéndonos que Dios oyó esa queja o murmuración y llamó a Moisés, María y Aarón y les dijo: «Escuchen mis palabras. Cuando hay un profeta entre ustedes, yo me comunico con él por medio de visiones y de sueños. Pero con Moisés, mi siervo, es muy distinto: él es el siervo más fiel de mi casa, yo hablo con él cara a cara, abiertamente y sin secretos, y él contempla cara cara al Señor. ¿Por qué se han atrevido ustedes a criticar a mi siervo Moisés?» y les envió un castigo.

La crítica y la murmuración de María y Aarón estaba motivada por la envidia y un deseo de protagonismo. El episodio muestra que tales actitudes son «pecados tontos» que hacen mucho daño y llevan a las consecuencias más graves. Desgraciadamente esos pecados se hacen hábitos que se practican con la constancia de los deportistas que entrenan a diario y es un enemigo de la unidad entre las familias, los grupos de amigos e incluso dentro de la iglesia, ya que perjudica el cuerpo de Cristo y la relación entre sus miembros. ¡Quién de nosotros no ha sufrido por ello! Vienen a mi recuerdo algunas frases cortas que el Papa Francisco hablando de estos temas pronunció en varias ocasiones: «Las murmuraciones matan, igual o más que las armas»... «Los que viven juzgando y hablando mal del prójimo son hipócritas, porque no tienen la valentía de mirar los propios defectos»...   «Cuando usamos la lengua para hablar mal del prójimo, la usamos para matar a Dios»...  «El mal de la cháchara, la murmuración y el cotilleo, es una enfermedad grave que se va apoderando de la persona hasta convertirla en sembradora de cizaña, y muchas veces en homicida de la fama de sus propios colegas y hermanos»... «Cuidado con decir solo esa mitad de la realidad que nos conviene»... «¡Cuántos chismorreos hay en el seno de la propia Iglesia!»… 

La Beata María Inés decía que «las críticas negativas a espaldas, son ofensa de Dios» y pedía «no constituirse en sembradores de cizaña». Hoy la crítica y la murmuración imperan porque quienes están enraizados en eso tienden a justificarse diciendo que se limitan a informar, y que en esta vida es necesario tener un juicio crítico. Lo cierto es que hay que no hay que criticar o murmurar y para eso no solo se requiere controlar la lengua, sino que hay que cambiar la mentalidad y ver primero la viga en propio ojo (cf. Mt 7,3-5; Lc 6,41-42). No estamos ante un vicio superficial o epidérmico, o ante algo que no deja heridas como a veces solemos suponer equivocadamente. San Felipe Neri decía que criticar o murmurar es como desplumar una gallina y luego remediarlo queriendo poner las plumas en el mismo lugar. Bajo las críticas y las murmuraciones se camuflan pecados como el rencor, la envidia, la soberbia o la vanidad. Pero no solo esto, sino que también se esconden complejos, inseguridades y heridas. Lo moral y lo psicológico suelen caminar por el mismo carril, me recordaba la doctora Esthela. O dicho de otro modo: «el demonio sabe dónde nos aprieta el zapato, y tiende a pisarnos en el mismo lugar». Que María Santísima, que guardaba en su corazón las cosas que no entendía, nos ayude a guardar lo que es necesario y a cerrar la boca hasta que no hayamos meditado bien lo que vamos a corregir, enderezar o acabar. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

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