jueves, 21 de agosto de 2025

«La enfermedad del activismo»... Un pequeño pensamiento para hoy


El Evangelio de hoy (Mt 22,1-14) me ha hecho pensar mucho en el activismo. El Papa Benedicto XVI, cuando era obispo, en 1981, en la homilía de la Misa Crismal de aquel año ya subrayaba una cuestión que es muy cierta: «Los hombres del mundo enferman de activismo, que escinde a los hombres en sus obras y que los hace tan pobres y vacíos en su interior tan dispersos y, por eso, tan agresivos, tan belicosos unos contra otros». En la parábola del relato evangélico que la liturgia de la palabra nos presenta, La invitación a los convidados a un banquete de bodas, es correspondida con indiferencia e incluso violencia debido al activismo en el que estaban envueltas aquellas gentes.

El sueño de Dios, para con nosotros, es una gran mesa de banquete de bodas —las bodas del Cordero—, llena con todos sus hijos e hijas, disfrutando de la fiesta y la alegría, celebrando el amor. Es algo que Jesús ha intentado transmitirlo de todas las formas posibles, con gestos, parábolas, invitado o convidando, sentándose él mismo a la mesa en infinidad de ocasiones, incluso con pecadores y rechazados y luego quedándose, él mismo, en la Eucaristía. Dios es Padre de todos, buenos y malos, y a todos ama y desea invitar para sentarse con él a su mesa. Pero el activismo que aprisiona al hombre de todos los tiempos, lo paraliza para ir a la fiesta. Como misioneros —condición que recibimos todos con el bautismo—, podemos hacer muchas cosas y correr el riesgo de entrar en un activismo muy grande. Hay que responder a diversas demandas muy rápido y eso nos lleva a perder el rumbo de nuestra vida espiritual. Muchas veces queremos hacer cosas para Dios, pero no pasar tiempo con Él, sentarse con él, aceptar la invitación que nos hace a hacer un alto. Esto es un gran peligro, llenarnos de mucho activismo.

Este pasaje es una advertencia importante para nuestra vida, para nuestra sociedad que a menudo se sabe prisionera de las prisas. ¡Hay que cuidarnos de la dictadura del hacer! Cuando el entusiasmo de la misión nos hace víctima del activismo... ¡malo el cuento! El activismo nos descentra y nos mantiene carentes de vista para lo esencial, corriendo el riesgo de agotar nuestras energías y caer en la fatiga del cuerpo y de la vida. El activismo puede llevarnos a perder de vista la presencia y la Palabra de Dios y terminar frustrados, enojados con todos y conducirnos incluso a la violencia, como los personajes del relato. Pidamos a María Santísima, la mujer más ocupada, pero que supo orar en el interior del corazón, que nos ayude a corresponder a la invitación que Dios nos hace a estar con Él. ¡Bendecido jueves eucarístico y sacerdotal!

Padre Alfredo.

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