martes, 19 de agosto de 2025

«Voy a escuchar lo que dice el Señor»... UN PEQUEÑO PENSAMIENTO PARA HOY


A veces mi oración matutina se centra en una pequeña frase que dándole vueltas va llenando el corazón y lo invita a sumergirse en el amor de nuestro Creador. Hoy me detengo en unas cuantas palabras del salmo responsorial (Salmo 84) en las que el salmista expresa algo que, para estar en relación permanente con Dios: «Voy a escuchar lo que dice el Señor». Este salmo expresa, de parte del compositor, un profundo anhelo por la presencia de Dios y la adoración en su templo. El salmista anhela estar en la casa de Dios, considerándolo un lugar de bendición y gozo, incluso mejor que cualquier otro lugar. Esta frase «Voy a escuchar lo que dice el Señor» refleja una actitud de obediencia y disposición a seguir la guía divina, encontrando paz, misericordia, compasión y salvación en su presencia.

Cuando uno recita el salmo completo, se da cuenta cómo el salmista no solo desea estar en la presencia de Dios, sino también quiere aprender de Él y vivir según sus enseñanzas. La frase «Voy a escuchar lo que dice el Señor», que marca el inicio de toda la oración, es una declaración para abrir el corazón a la obediencia y a la guía de Dios. Esto implica una actitud de humildad y apertura a la revelación divina que todos deberíamos tener. Escuchar la voz de Dios es fundamental en la vida de un creyente, ya que permite caminar en su voluntad, recibir guía y dirección, y experimentar una relación más cercana con Él. El que no sabe escuchar la voz de Dios en su Palabra, en los hermanos y en los acontecimientos —signos de los tiempos—, difícilmente podrá vivir en plenitud. En el campo de esta escucha, lo más necesario y que no debemos descuidar por nada, es dedicar un tiempo especial para escucharle a Él en la oración, en la Adoración, en la Lectura Espiritual.

En resumen, este salmo nos enseña que escuchar a Dios, anhelar su presencia y confiar en Él son cuestiones fundamentales para vivir una vida plena y dichosa, llena de bendiciones y propósito. Cuando dedicamos tiempo a escuchar la voz de Dios, no solo lo escuchamos, sino que él nos acerca más a Él. A través de nuestro encuentro, el Señor nos lleva directamente a su trono, regalándonos un momento de una audiencia especial donde por sobre todo, Él nos escucha también. Al pasar tiempo disfrutando de la presencia de Dios, como creo que lo hacemos leyendo este escrito, también recibimos de él gracia y bendición. Parecería que le hemos regalado este tiempecito, pero, en realidad, es Él quien nos lo ha donado. Me han dicho alguno que al centrar su mirada y su corazón en este mi «Pequeño Pensamiento» de cada día, apartan la mirada de los problemas del día unos momentos y vuelven a ellos con una nueva mirada y una nueva actitud. ¡Con razón María guardaba las cosas en su corazón y las meditaba en la escucha de Dios! Es que luego de escucharle, todo tiene una nueva perspectiva. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.


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