El ver el salmo responsorial de la Misa de hoy (Sal 46 —47 en la Biblia—) es el que me ha hecho volver la mirada y el corazón al monasterio, pues desde allí se eleva el gozo de la alegría del corazón de estos hombres, que, consagrando su vida al Señor, entre el «ora et labora» —ora y trabaja— le dan gloria a Dios. Y es que el salmo tiene un verso que dice: «Entre voces de júbilo y trompetas, Dios, el Señor, asciende hasta su trono» preparándonos para la fiesta de la Ascensión que estamos por celebrar y que los monjes celebraron el día de ayer.
Este fragmento, que nos hace ir, definitivamente, al momento de la Ascensión, me invita, y creo que a todos, a dar gracias al Padre misericordioso por haber enviado a su Hijo Jesús al mundo y a llevar, al regreso a su derecha, nuestros anhelos y esperanzas, sobre todo la esperanza de llegar también nosotros al cielo. Sigámonos preparando, de la mano de María, para celebrar este próximo domingo la fiesta de la Ascensión del Señor. ¡Bendecido viernes!
Padre Alfredo.
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