Desde ayer sábado, aquí en la arquidiócesis de Monterrey, se está celebrando el encuentro que se llama «Asercat», que es el punto de encuentro de la arquidiócesis de Monterrey, en el cual se da a conocer la vida pastoral, los apostolados, los grupos y movimientos de la Iglesia Católica, para hacer vida el Evangelio y acercarnos como comunidad en el amor de Cristo. Que maravilla que este evento sea un reflejo de lo que la Escritura nos dice en este relato al que hago referencia. San Pedro muestra la Iglesia como un templo vivo y espiritual con Cristo como el fundamento y la piedra del ángulo, y cada creyente es como una piedra. La lección está clara: mientras un ladrillo esté solo, no sirve para nada; sólo es útil cuando se le incorpora a un edificio. Así sucede con todo católico: para hacer realidad su destino, no debe permanecer aislado, sino ser edificado en la estructura de la Iglesia.
La vida que hemos llegado a tener en Cristo nos convierte, al igual que él, en piedras vivas. San Pablo nos da en casi todas sus cartas un cuadro comparativo de lo que era nuestra vida antes de conocer a Cristo y lo que ahora somos en él. Al referirse a la vida pasada nos dice que estamos «muertos en vuestros delitos y pecados». Pero el mismo apóstol de las gentes nos dice que Dios, «que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo…, y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús» (Ef. 2,4-6). Ahora somos «piedras vivas» participando en un organismo vivo que es la iglesia. Unidos con María y los santos vivamos nuestra condición de «piedras vivas». ¡Bendecido domingo!
Padre Alfredo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario