Lo importante de esta fiesta es recordarnos que necesitamos recuperar el valor de la cruz para el pueblo cristiano. El pueblo hoy padece innumerables cruces que lo agobian y ponen en el límite su fe y esperanza. Sin embargo, es necesario un proceso que haga comprensible y llevadera esa cruz. Un proceso que no eluda la abominación pero que sepa ver algo más que el sufrimiento. La cruz de Jesús que hoy cargan los pobres, los descartados, los enfermos... tiene que tener algún valor redentor.
El misterio de la cruz en la vida de Jesús, y por tanto, en la nuestra, no es consagración del dolor y del sufrimiento, sino revelación cumbre del amor. Jesús pudo salvarnos desde el triunfo y la gloria, pero prefirió hacerlo desde nuestra condición humana, desde la humildad, el servicio, la obediencia y la renuncia, en vez de imponerse desde el dominio y el poder. Jesús nos invita a seguirlo abrazando la cruz de cada día. No nos ha dejado solos para seguirle con nuestra cruz, nos ha dejado a su Madre santísima que permaneció fiel al pie de la cruz. ¡Bendecido miércoles!
Padre Alfredo.
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