Al ver este día la palabra de Dios, descubro que Jesús en el Evangelio (Jn 15, 1-8) nos da una gran lección: insiste, en que permanezcamos en su amor porque él es la vid. Y es que solo así es posible cumplir el mandamiento del amor y dar muchos frutos. De esta manera, este texto nos presenta a Jesús que desvela el motivo último que ha guiado e impulsado toda su vida: el amor. Mientras que en no pocas ocasiones la sociedad actual llama amor a cualquier cosa y detrás solo hay egoísmo y reserva del corazón a entregarse, en la vida de Jesús hay una opción por permanecer en el amor del Padre, amando al Padre y haciéndolo amar. Para que aprendamos que permanecer en el amor es lo único esencial Jesús se pone como modelo. Escuchar este mandamiento en una sociedad acomodada a su bienestar y hacer lo que convenga por intereses o según me apetezca, es una noticia importante y de contracorriente; vamos acostumbrándonos a poner caducidad a muchas cosas incluso a los valores. Por ello el cuestionamiento a permanecer unidos a la vid.
El principio interior, la fuerza permanente y la meta última de tal cometido es el amor: así como sin el amor la familia no es una comunidad de personas, así también sin el amor una familia no puede vivir, crecer y perfeccionarse como comunidad de personas (cf. Familiaris consortio, 18). Dejemos que sean las mamás con su ternura y cariño las que nos enseñen a amar; no les robemos ese privilegio y esa misión en el mundo. Sobre todo animemos a las mamás jóvenes, muchas de ellas alejadas de Dios y hagámosles ver que si la mamá no está presente en la vida del ser humano desde su gestación, quedará condenado a vivir una vida triste, amargada y sobre todo sin esa capacidad de saber amar. Por allí leí que «Las mamás son el antídoto más fuerte ante la difusión del individualismo egoísta». Queridísimas mamás, las encomiendo a todas al cuidado de María Santísima y gracias, gracias por lo que son en la familia y por lo que dan a la Iglesia y al mundo. Felicidades a mi mamá Blanca Margarita y a todas las mamás. ¡Bendecido miércoles, «Día de las Madres»!
Padre Alfredo.
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