miércoles, 10 de mayo de 2023

«En el Día de las Madres»... Un pequeño pensamiento para hoy


El día de hoy en México, y en otras partes del mundo, se celebra el «Día de las Madres», así que mi reflexión gira en torno a esto, empezando por decirles que las mamás son una clara manifestación del amor y la misericordia de Dios. Estas mujeres, llenas de fe, esperanza y perseverancia van dejando, por donde pasan, la huella de Dios en lo que han hecho por nosotros a lo largo de los años, y por eso agradecemos a Dios por su presencia en nuestras vidas. Unos tenemos la dicha de tener a nuestra mamá junto a nosotros. A otros la inescrutable voluntad de Dios se las ha arrebatado de este mundo aún a temprana hora de haber iniciado su tarea de ser madres. Pero todos, creo yo, viviremos siempre con gratitud por el «sí» que ellas dieron a la vida y sobre todo a la voluntad de Dios que quiso darles este don. Anoche, después de la Misa solemne de las mamás, en la víspera de este día maravilloso, me decía una señora muy querida en la comunidad: «¡No se olvide de las que somos mamás adoptivas!». Así que todas caben en estas palabras colmadas de gratitud.

Al ver este día la palabra de Dios, descubro que Jesús en el Evangelio (Jn 15, 1-8) nos da una gran lección: insiste, en que permanezcamos en su amor porque él es la vid. Y es que solo así es posible cumplir el mandamiento del amor y dar muchos frutos. De esta manera, este texto nos presenta a Jesús que desvela el motivo último que ha guiado e impulsado toda su vida: el amor. Mientras que en no pocas ocasiones la sociedad actual llama amor a cualquier cosa y detrás solo hay egoísmo y reserva del corazón a entregarse, en la vida de Jesús hay una opción por permanecer en el amor del Padre, amando al Padre y haciéndolo amar. Para que aprendamos que permanecer en el amor es lo único esencial Jesús se pone como modelo. Escuchar este mandamiento en una sociedad acomodada a su bienestar y hacer lo que convenga por intereses o según me apetezca, es una noticia importante y de contracorriente; vamos acostumbrándonos a poner caducidad a muchas cosas incluso a los valores. Por ello el cuestionamiento a permanecer unidos a la vid.

El principio interior, la fuerza permanente y la meta última de tal cometido es el amor: así como sin el amor la familia no es una comunidad de personas, así también sin el amor una familia no puede vivir, crecer y perfeccionarse como comunidad de personas (cf. Familiaris consortio, 18). Dejemos que sean las mamás con su ternura y cariño las que nos enseñen a amar; no les robemos ese privilegio y esa misión en el mundo. Sobre todo animemos a las mamás jóvenes, muchas de ellas alejadas de Dios y hagámosles ver que si la mamá no está presente en la vida del ser humano desde su gestación, quedará condenado a vivir una vida triste, amargada y sobre todo sin esa capacidad de saber amar. Por allí leí que «Las mamás son el antídoto más fuerte ante la difusión del individualismo egoísta». Queridísimas mamás, las encomiendo a todas al cuidado de María Santísima y gracias, gracias por lo que son en la familia y por lo que dan a la Iglesia y al mundo. Felicidades a mi mamá Blanca Margarita y a todas las mamás. ¡Bendecido miércoles, «Día de las Madres»!

Padre Alfredo.

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