domingo, 7 de agosto de 2022

«Vivir en esperanza vigilante y activa»... Un pequeño pensamiento para hoy


Todo discípulo–misionero de Jesús sabe que no está en la vida para ganar dinero. El seguidor de Jesús sabe también que camina hacia el encuentro claro y pleno con el Padre. Si el discípulo–misionero de Jesús no está en la vida para ganar dinero, ello se debe a que está en la vida para hacer vida los valores del reino que el Maestro va presentando. A su vez, mientras pasa por este mundo, el seguidor de Jesús sabe que su vida tiene perspectiva de futuro, un futuro que arranca del presente del Padre que nos ama entrañablemente y que todo lo que posee en este mundo es solamente para usarse en este mundo. Cuando el Señor nos llame, no nos llevaremos ningún bien terrenal ni el dinero que poseamos.

El evangelio de hoy nos recuerda que en medio de una sociedad que parece muy contenta con los valores materiales que tiene, el cristiano es invitado a vivir en esperanza vigilante y activa (Lc 12,32-48). Vigilar con las lámparas encendidas para el encuentro con el Señor —que puede suceder en cualquier momento—, significa tener la mirada puesta en los «bienes de arriba»; no dejarse encandilar por los atractivos de este mundo, que es camino y no meta. Debemos tener conciencia de que nuestro paso por este mundo, aunque sea serio y nos comprometa al trabajo, no es lo definitivo en nuestra vida. Vigilar es vivir despiertos, en tensión. No con angustia, pero sí con seriedad, dando importancia a lo que la tiene a cada momento.

Humanamente pensamos en nuestro futuro y en el de nuestra familia, en el de nuestra comunidad, hacemos planes, prevenimos los posibles males, nos proveemos de los mejores mecanismos anti-robo: pero... ¿vivimos despiertos también en nuestra fe?, ¿trabajamos por crecer en la vida cristiana, pensando en el futuro?, ¿pensamos que también nos puedan robar esa fe, o que nos pedirán cuentas de ella? Vigilar significa no distraerse, no amodorrarse, no «instalarse», satisfechos con lo ya conseguido. Como digo, en medio de una sociedad que parece estar muy contenta con los valores que tiene, somos invitados a vivir en esperanza vigilante y activa. Pidamos a María santísima que interceda por nosotros para que comprendamos que, en este mundo material... vamos de paso. ¡Bendecido domingo, día del Señor!

Padre Alfredo.

sábado, 6 de agosto de 2022

«La Transfiguración en el Monte Tabor»... Un pequeño pensamiento para hoy


En el año 2018, durante un curso de renovación sacerdotal en Jerusalén, tuve ocasión de celebrar la Santa Misa en el Monte Tabor, lugar en donde aconteció la Transfiguración del Señor, cuya fiesta celebra la Iglesia de hoy y cuya escena nos narra el evangelio de este día (Lc 9,28-36). Ir a este trozo del evangelio nos hace recordar aquel momento glorioso en que tres discípulos tuvieron ocasión de ver al Señor resplandeciente, momento que ellos ya nunca más olvidarían. San Pedro, ya muy anciano, así lo recuerda en la segunda carta: «Esta voz traída del cielo la oímos nosotros estando con él en la montaña sagrada» (2 Pe 1,18).

En unos momentos, que compensan los sufrimientos de toda una vida, Pedro, Santiago y Juan ven al Señor transfigurado. Esta escena que acentúa el gozo de la fe, la alegría de saberse salvados y amados por Jesucristo, nos debe llevar a nosotros, como discípulos–misioneros de Cristo a buscar momentos de oración, de contemplación, de participar en la Eucaristía aunque no sea domingo, que es el día de obligación. La transfiguración que el mundo necesita es esta que nos ofrece Jesús como un adelanto de la vida eterna con él y nosotros glorificados y nos invita a continuarla entre nosotros. ¿Estamos dispuestos a echar una mano?

Los discípulos se quedaron atónitos y querían construir unas chozas; san Lucas advierte que «no sabían lo que decían». Es que la transfiguración de Jesús no es el número final de una presentación, sino el modelo de lo que nuestra vida debe ser, de lo que tenemos que hacer. Por tanto, tampoco nosotros podemos quedarnos mirando asombrados, sin saber lo que hacemos ni lo que decimos; tenemos que poner manos a la obra para que la vida siga cambiando, las sociedades se vayan transfigurando y conformándose de tal forma que dejen ver a su través el Reino de Dios. Que María Santísima nos ayude. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo. 

viernes, 5 de agosto de 2022

«En los caminos de Dios»... Un pequeño pensamiento para hoy


Los caminos de Dios son muchísimas veces muy diferentes a lo que se pueda pensar en la dinámica que el mundo lleva. Hoy en el evangelio (Mt 16,24-28) Jesús nos dice que quien quiera seguirle habrá de correr con su misma suerte. A todos aquel que quiera ser discípulo–misionero de Cristo le tocará «negarse a sí mismo», «cargar con la cruz», «seguirle», «perder la vida». Y así la ganará y recibirá el premio definitivo. Parecen y son paradojas: pero se trata de los caminos de Dios, como digo, muchas veces muy distintos de los nuestros.

Las exigencias del seguimiento de Cristo parten de una renuncia radical y primera a las propias ambiciones. El auténtico discípulo–misionero no puede anteponer sus intereses a la urgencia del Reino porque estaría en el plan de la mentalidad vigente que consiste en buscar seguridades y prebendas personales. Esto es lo que significa «ganar el mundo», empeñar la propia persona en un sinnúmero de empresas que supuestamente le reportarán la felicidad de ésta vida y de la otra. La realidad, sin embargo, es otra. Los que ganan este mundo —los santos, los beatos, los venerables— pierden su propia vida.

De esta manera, estamos avisados. Podrá resultarnos duro el camino de la vida cristiana, pero no nos debe sorprender. Jesús ya nos lo ha advertido, para que no nos llamemos a engaño. No nos ha prometido éxitos y dulzuras en su seguimiento. Eso sí, no nos va a defraudar, porque «dará a cada uno lo que merecen sus obras», y no se dejara ganar en generosidad. Con María busquemos seguir el camino de Jesús cargando la Cruz de cada día esperando la resurrección con Él. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

P.D. Hace 33 años, en un 5 de agosto, como hoy, presidí por primera vez la celebración de la Eucaristía. Mi Cantamisa —primera misa— fue en la parroquia que ahora muchos años después tengo a cargo: «Nuestra Señora del Rosario en San Nicolás.

jueves, 4 de agosto de 2022

«33 años de mi Ordenación Sacerdotal»... Un pequeño pensamiento para hoy


Les advierto, al saludarles, que la reflexión del día de hoy será larguita... Es que el 4 de agosto de 1989, en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, en Monterrey, N.L. México, fui ordenado sacerdote, es decir que estoy cumpliendo 33 años de buscar vivir plenamente esta valiosa vocación como hijo de Dios, como misionero y como religioso e inicio la mal hilvanada reflexión que hago cada día, pidiéndoles sus oraciones para ayudarme a dar gracias por el don tan extraordinario que aquel dichoso día recibí y que quiero se renueve, se fortalezca y siga gozando de la unción propia del Espíritu de Dios para esta vocación, consciente que sin la limosna de oraciones del pueblo de Dios, la vocación sacerdotal puede perder el vigor y la frescura que le son propios. Les invito especialmente a orar conmigo con el Himno de Laudes que la Liturgia de las Horas tiene para el jueves de la segunda semana y que aquí transcribo: «Señor, tú me llamaste para ser instrumento de tu gracia, para anunciar la Buena Nueva, para sanar las almas. Instrumento de paz y de justicia, pregonero de todas tus palabras, agua para calmar la sed hiriente, mano que bendice y que ama. Señor, tú me llamaste para curar los corazones heridos, para gritar, en medio de las plazas, que el Amor está vivo, para sacar del sueño a los que duermen y liberar al cautivo. Soy cera blanda entre tus dedos, haz lo que quieras conmigo. Señor, tú me llamaste para salvar al mundo ya cansado, para amar a los hombres que tú, Padre, me diste como hermanos. Señor, me quieres para abolir las guerras y aliviar la miseria y el pecado; hacer temblar las piedras y ahuyentar a los lobos del rebaño. Amén»

Durante estos 33 años, he podido constatar que un sacerdocio sin oración, termina abandonando la genuinidad del mensaje evangélico. Un sacerdocio sin apostolicidad, pierde la razón de su quehacer. Un sacerdocio sin cercanía a Jesús y a los hermanos, a la familia de sangre y a la familia espiritual, se desvincula del método que el Señor nos ha marcado. Por eso he querido celebrar este aniversario con la Santa Misa, una Hora Santa —como todos los jueves— y confesando, inspirado por el testimonio de san Juan María Vianney, el santo cura de Ars a quien la Iglesia celebra en este día y que es patrono de los sacerdotes, en especial de los párrocos. San Juan María Vianney es un sacerdote que con sencillez, ternura y fidelidad a los sacramentos, en especial a la ardua tarea de la confesión y a la celebración de la Eucaristía, se conformó a la voluntad de Dios y así siguió el camino de la santidad. Explicando a sus fieles la importancia de los sacramentos decía: «Si desapareciese el sacramento del Orden Sacerdotal, no tendríamos al Señor. ¿Quién lo ha puesto en el sagrario? El sacerdote. ¿Quién ha recibido vuestra alma apenas nacidos? El sacerdote. ¿Quién la nutre para que pueda terminar su peregrinación? El sacerdote. ¿Quién la preparará para comparecer ante Dios, lavándola por última vez en la sangre de Jesucristo? El sacerdote, siempre el sacerdote. Y si esta alma llegase a morir —a causa del pecado—, ¿quién la resucitará y le dará el descanso y la paz? También el sacerdote…¡Después de Dios, el sacerdote lo es todo!...

El Evangelio de hoy (Mt 16,13-23) lo relaciono con el Himno de Laudes que les he compartido y me recuerda que todos tendemos a hacer una selección en nuestro seguimiento de Cristo. Todos los sacerdotes y fieles le confesamos como Mesías e Hijo de Dios como lo hace Pedro. Pero nos cuesta más entender que se trata de un Mesías «crucificado», que está seriamente comprometido en la liberación de la humanidad. Como a Pedro, nos gusta el monte Tabor, el de la transfiguración, pero no tanto el monte Calvario, el de la cruz. A la luz de estos 33 años de sacerdocio, siempre acompañado por san Juan María Vianney, santa Teresita del Niño Jesús y la beata María Inés Teresa del Santísimo sacramento he experimentado que a Jesús le tenemos que aceptar entero, sin «censurar» las páginas del evangelio según vayan o no de acuerdo con nuestra formación, con nuestra sensibilidad o con nuestros gustos. Si volviera a nacer de nuevo, elegiría, bajo la mirada dulce de María, esta misma vocación de ser sacerdote Misionero de Cristo para la Iglesia Universa y ahora sacerdote Misionero de la Misericordia. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

miércoles, 3 de agosto de 2022

Empanadas de mermelada... ¡Una receta sencilla!

Hace mucho que no comparto alguna receta. Esta es de Maricela Ríos, que la publicó en su Facebook y me recordó que mi mamá las hacía en aquellos tiempos en que se horneaba mucho en casa. Con gusto la comparto porque ya saben que en este blog hay de todo...

Esta es una receta de empanadas de mermelada:

1 kilo de harina
1/2 kilo de manteca vegetal
1 cucharadita de sal
2 cucharadas de azúcar
1 cucharadita de polvo para hornear
1 bote de cerveza ( 325 ml aprox )
1 taza de mermelada de tu sabor favorito.

Se empieza acremando la manteca muy bien y agregando los polvos. Se cierne la harina junto con la sal y el polvo para hornear y el azúcar.

Después se le agrega la cerveza poco a poco hasta tener una masa suave y fácil de extender. Puedes hacer la masa un día antes guardándola en el refrigerador.

Al día siguiente se preparan las empanadas, extendiendo la masa muy delgada, se cortan los círculos de tamaño que se deseen y se rellenan con cajeta, guayaba o mermelada de piña.

Se ponen después en charolas engrasadas y se meten al horno precalentado a 190 grados por 20 minutos aproximadamente.

Se sacan y se revuelcan en azúcar o canela. Si las quieres algo más light puedes usar mermelada sin azúcar y no revolcarlas en azúcar.

«Una verdadera y auténtica inclusión»... Un pequeño pensamiento para hoy


El evangelio de este miércoles (Mt 15,21-28) toca un tema de mucha actualidad, un tema del que mucha gente habla hoy, que es el de la «inclusión». Si se lee con detalle el pasaje, se puede ver a primera vista que sobre la mujer que aparece en el relato no sabemos casi nada. Sin embargo, el evangelista nos dice que era una mujer «cananea». Por lo tanto, desde el punto de vista judío, era una pagana, una mujer que no era ni de la raza ni de la religión de Jesús. Cualquier judío conocía la historia de Israel y los problemas que los cananeos les habían causado desde los días de Josué. Además, la ley judía separaba a los judíos de los gentiles. En el mismo templo se levantaba un gran muro para evitar que los gentiles entraran en los atrios de los judíos, avisando de la pena de muerte en el caso de que lo hicieran. 

Jesús quería aprovechar ese tiempo para meditar y para formar mejor a sus discípulos, por eso, de entrada, ante la súplica de la mujer, él se queda callado y deja que los discípulos insistan porque la mujer no deja de gritar pidiendo ayuda. Ese es el grito de tanta gente a la que hay que incluir en la Iglesia de puertas abiertas que nos pide el Papa Francisco. Ante la insistencia de los discípulos, Jesús atiende la súplica pero primero deja ver que los judíos se referían despectivamente a los gentiles como «perros» y él usa mejor un diminutivo, «perritos», seguramente en sentido cariñoso. Y así lo debió entender la mujer, porque no sólo no se sintió ofendida ni desechada por ello, sino que en la forma en que se lo dijo Jesús, encontró fuerzas para seguir haciendo su petición. En medio de todo esta situación, podemos apreciar la fe de esta mujer como una auténtica joya, de hecho, una joya casi única. Sin apenas evidencias, el concepto tan elevado que esta mujer tenía de la provisión de la gracia del Señor, nos deja admirados. 

Por esta narración de san Mateo sabemos que el Señor quedó maravillado ante semejante fe en una mujer gentil: «Mujer, ¡qué grande es tu fe!»(Mt 15:28) Ella, a pesar de no ser judía, ni del círculo de Jesús, había captado correctamente el corazón de Dios que se abre con su misericordia para abrazar a todos los que se conviertan. Así que, si una mujer pagana usó el poco conocimiento que tenía del Señor con tantos resultados, ¿cuánto más se requiere de nosotros que hemos recibido privilegios mucho mayores? No dejemos que quienes están lejos del Señor se queden allí, abramos las puertas de nuestro corazón para incluir a todos en esta nuestra Iglesia Católica de puertas abiertas. La mujer cananea creyó en Jesús y en su poder milagroso, sin entender las Escrituras, y sin argumentos apologéticos. De hecho, en esto consiste la fe; en confiar que Jesús pueda hacer concretas en nuestro presente las promesas escatológicas de Dios que quiere salvarnos a todos. Pidamos la intercesión de María santísima para que la verdadera y auténtica «inclusión» se siga realizando en nuestra Iglesia de puertas abiertas. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

lunes, 1 de agosto de 2022

«Tiempo de vacaciones»... Un pequeño pensamiento para hoy


Empezamos un nuevo mes y mucha gente está de vacaciones porque es pleno verano. Gracias a Dios, a pesar de que la pandemia sigue, son numerosas las familias que han gozado de unos días de descanso y de un maravilloso compartir. Repetido a lo largo de las Escrituras, el descanso se menciona por primera vez en Génesis 2,2–3. Estos versículos describen a Dios descansando en el séptimo día de la creación y, por lo tanto, convirtiendo el día de reposo en un día santo de descanso. De por sí para los católicos el domingo debe ser el día de descanso, y, es importante, que en determinada época del año —casi para todos durante el verano— encontremos un espacio para descansar más ampliamente y, como decimos, recargar las pilas. 

Para algunos es posible salir a alguno de los centros vacacionales en las playas o ir de visita algunos días a algún pueblo mágico, así como ir algunos días a las montañas. Algunos, quizá la mayoría, debido a la situación económica o la pandemia, se queda en casa, pero es bueno cambiar de ambiente, hacer algo diferente, convivir más en familia o salir juntos algunas tardes o noches.

Pero bueno, de lo que sí no tenemos vacaciones es de estar con el Señor, porque precisamente tal vez en vacaciones tenemos más tiempo para estar con el señor en oración, repasando más despacio las cuentas del Rosario o asistiendo a la misa diaria a recibir el pan de la palabra y el pan de la Eucaristía. Por cierto, el evangelio de hoy (Mt 14,13-21) nos narra la multiplicación de los panes en un ambiente de descanso de miles de gentes que escuchaban a Jesús. Eso nos motiva a escucharle más nosotros aprovechando tantos medios electrónicos que tenemos en la actualidad. Pidamos a María Santísima que nos acompañe ella en este tiempo de vacaciones que nos podemos dar y que, si nos quedamos en casa, tratemos de acercarnos más a ella que nos lleva siempre a Jesús. Termino con una pregunta para quienes ya fueron de vacaciones: ¿Qué provecho espiritual sacaste de tus vacaciones? y una para los que apenas las van a tener: ¿Qué planes tienes para tus días de vacaciones? ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.