sábado, 30 de septiembre de 2023

«San Jerónimo»... Un pequeño pensamiento para hoy


En el brevísimo Evangelio de hoy (Lc 9,43-45), Jesús repite el anuncio sobre su muerte que ya había hecho en otras ocasiones y se vuelve a llamar «Hijo del Hombre», apuntando a su mesianismo final, como Señor y Juez del universo. Los discípulos, por supuesto, como es de esperarse, «no entendían este lenguaje: les resultaba tan oscuro que no captaban el sentido». Y, además, «les daba miedo preguntarle sobre el asunto».

En otras ocasiones, los evangelistas nos describen los motivos de esta dificultad: Se trataba de que la mayoría de los seguidores de Jesús tenía en su cabeza un mesianismo político, con ventajas materiales para ellos mismos, y discutían sobre quién iba a ocupar los puestos de honor a la derecha y la izquierda de Jesús. La cruz no entraba en sus planes. 

Es difícil, para muchos, incluso seguidores actuales de Jesús, entenderlo como el servidor, el Jesús que se ciñe la toalla y lava los pies a los discípulos, el Jesús entregado a la muerte para salvar a la humanidad. Muchos quisieran solamente el consuelo y el premio, no el sacrificio y la renuncia. Pidamos la intercesión de María santísima para comprender que ser colaboradores de su Hijo Jesús en la salvación de este mundo, exige su mismo camino, que pasa a través de la cruz y la entrega. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

viernes, 29 de septiembre de 2023

«Los arcángeles»... Un pequeño pensamiento para hoy


La Iglesia, iluminada por la luz que proviene de la Escritura, ha profesado a lo largo de los siglos la verdad sobre la existencia de los ángeles como seres puramente espirituales, creados por Dios. Dios creó desde el principio ambas realidades: la espiritual y la corporal, el mundo terreno y el angélico. De esta manera, la Sagrada Escritura y la Tradición llaman ángeles a aquellos espíritus puros que en la prueba fundamental de libertad han elegido a Dios, su gloria y su reino.

Los ángeles están unidos a Dios mediante el amor consumado que brota de la visión beatificante, cara a cara, de la Santísima Trinidad. Ese «ver de continuo la faz del Padre» es la manifestación más alta de la adoración de Dios. Se puede decir que constituye una «liturgia celeste», realizada en nombre de todo el universo. Estos seres espirituales están también llamados a tener su parte en la historia de la salvación de los hombres, en los momentos establecidos por el designio de la Providencia Divina protegiendo a los hombres y ayudándoles en el camino de su salvación.

Hoy la Iglesia celebra a tres figuras de ángeles, que en la Sagrada Escritura se les llama con un nombre. El primero es Miguel Arcángel (cf. Dan 10, 13.20; Ap 12, 7; Jdt. 9) «¿quien como Dios?». El segundo es Gabriel (cf. Lc 1, 19. 26) «Mi poder es Dios» o «poder de Dios», finalmente el tercer arcángel se llama Rafael (cf. Tob 12, 15. 20, etc.) «Dios cura». Siempre necesitados de su custodia, cuidado y protección, bajo el amparo de María, nos encomendamos a ellos. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

jueves, 28 de septiembre de 2023

«De pura casualidad»... Un pequeño pensamiento para hoy


La pregunta que Herodes hace sobre Jesús en el Evangelio de hoy (Lc 9,7-9) y que se inscribe entre el relato de la misión de los Doce y el de la multiplicación de los panes: «¿Quién será, pues, éste de que oigo semejantes cosas?» Herodes se interroga eso, porque sabía, como mandatario, que habían nacido varios movimientos sediciosos en esa Galilea que le había tocado gobernar, sin embargo, su pregunta, según se ve, tiene también otra profundidad; efectivamente, coincide con la de todos los que se sienten interpelados por la persona de Jesús y por el testimonio de los discípulos. ¿Quién es ese hombre que envía emisarios y que conmociona los espíritus transformando corazones?

Se hablaba de Jesús en toda la comarca, se contaban mil cosas sobre Él, se ponían en sus labios palabras que sin duda eran inverosímiles, se le atribuían hechos que eran exagerados por el entusiasmo popular y el fervor de las pasiones... A Herodes le picaba la curiosidad. Y aquel poderoso, que debía el trono al favor de los ocupantes, quería ver a aquel individuo un tanto exótico en una Galilea demasiado provinciana. Herodes quería ver a Jesús para exhibirlo en su corte como se exhibe un bufón: ¡ah, si pudiera ver un milagro! (cf. Lc 23, 9). 

Sin embargo, la curiosidad, en el buen sentido, es quizás, el primer paso para el encuentro y para la fe. El asombro, la sorpresa, la provocación son el pórtico que nos introduce en el descubrimiento de los laberintos de la casa y que nos inicia en el misterio de una morada. Curiosidad es sinónimo de descubrimiento; es tensión hacia un objeto entrevisto, deseado. La fe, de alguna manera, es curiosidad, es decir, asombro que compromete a arriesgarse en la aventura, en un encuentro entrevisto y, en consecuencia, deseado. Que María, la Madre de Jesús encause a los curiosos, para encontrarse con Jesús.

Padre Alfredo.

miércoles, 27 de septiembre de 2023

«Siempre de camino»... Un pequeño pensamiento para hoy


El Evangelio de la misa de este día (Lc 9,1-6) nos dice que los apóstoles «se pudieron en camino» luego de recibir una serie de instrucciones que les dio Jesús. Y es que no hay que olvidar que Jesús no tiene tiempo de teorizar, su vida y sus acciones están perfectamente conectadas en un «ir de camino». La misma Escritura nos dirá en otra parte que Él «pasó por el mundo haciendo el bien» (Hch 10,38).

Podemos decir que los Evangelios son un compendio del bien realizado por Jesucristo a lo largo de su ministerio público: sanaciones, liberaciones, restauración de la dignidad humana, centralidad de la persona ante el rigorismo de la ley, el don del perdón ofrecido gratuitamente, un código de vida expresado en las Bienaventuranzas y en un constante caminar. Jesús nunca se quedó estático y quiere que nosotros, como discípulos–misioneros tampoco permanezcamos instalados.

Jesús también pasa a nuestro lado y se acerca a nosotros con las mismas intenciones con que lo hizo con los Doce. San Agustín decía en su sermón 88: «Tengo miedo de que el Señor pase y no le reconozca». Y el papa Francisco, comentando esta frase de san Agustín, dice: «A menudo estamos distraídos, indiferentes, y cuando el Señor pasa cerca de nosotros perdemos la ocasión del encuentro con Él» (12 de octubre de 2016). Dejémonos acompañar de María su Madre, quien tampoco tuvo tiempo de quedarse en teorías y, de camino en nuestra vida, escuchemos que Ella nos dice: «Hagan lo que Él les diga» (Jn 2,5). ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

martes, 26 de septiembre de 2023

«Somos familia de Jesús»... Un pequeño pensamiento para hoy


Entre los que seguían a Jesús, el Evangelio de hoy (Lc 8,19-21) nos presenta a «su madre y sus hermanos», o sea, María y los parientes de Nazaret, que en la lengua hebrea se designan indistintamente con el nombre de «hermanos». Podían venir sencillamente a saludarle, a hacer acto de presencia junto a su pariente tan famoso, a alegrarse con él y a ver, quizá, si necesitaba algo.

Jesús aprovecha la oportunidad para mostrar su nuevo concepto de familia: «mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica». No niega el concepto de familia, pero sí lo amplía, dando prioridad a los lazos de fe por encima de la sangre. La nueva familia de Jesús no va a tener como criterio básico la pertenencia a la misma raza o familia de sangre, sino la fe y eso construirá la comunidad.

Así, nosotros también pertenecemos a la familia de Jesús: escuchamos la Palabra y hacemos lo posible por ponerla en práctica. Muchos, además, buscamos estar más disponibles en favor de esa otra gran comunidad de fe que se congrega en torno a Cristo. Pero todos, sacerdotes, religiosos o casados, debemos servir a esta «super-familia» acompañados de María, su Madre. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

lunes, 25 de septiembre de 2023

«Ser luz»... Un pequeño pensamiento para hoy


Las breves enseñanzas del Evangelio de hoy (Lc 8,16-18) nos dicen, en primer lugar, que Jesús quiere que seamos luz que ilumine a los demás. No tiene que quedar oculto lo que la Palabra nos ha dicho: debe hacerse público. Si actuamos así, será verdad lo de que «al que tiene, se le dará», porque la Palabra multiplica sus frutos en nosotros. Y al revés, al que no le haga caso, «se le quitará hasta lo que cree tener» y quedará estéril.

Uno de los frutos mejores de la Palabra de Dios que escuchamos —por ejemplo en Misa— es que se convierta en luz dentro de nosotros y también en luz hacia fuera. Para eso la escuchamos: para que, evangelizados nosotros mismos, evangelicemos a los demás. Lo que recibimos es para edificación de los demás, no para guardárnoslo. ¡Qué efecto evangelizador tiene el que un político, o un deportista, o un artista conocido no tengan ningún reparo en confesar su fe o su adhesión a los valores más profundos!

El Vaticano II llamó a la Iglesia «Lumen Gentium», es decir, luz de las naciones. Lo deberíamos ser en realidad, comunicando la luz y la alegría y la fuerza que recibimos de Dios, de modo que no queden ocultas por nuestra desaplicación o nuestro miedo. Jesús, que se llamó a sí mismo Luz del mundo, también nos dijo a sus seguidores: «Ustedes son la luz del mundo». Que la Virgen nos asista para que, como Iglesia misionera, seamos luz para este mundo que se debate, muchas veces en medio de la oscuridad. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

domingo, 24 de septiembre de 2023

«La paga justa» Un pequeño pensamiento para hoy


Este día les invito a hacer nuestra reflexión con el Evangelio de este XXV domingo del tiempo ordinario en la liturgia (Mt 20,1-16). Se trata de una parábola un poco compleja para nuestros días, en los que casi todo el mundo parece especializarle en clamar por derechos y más derechos y que está solamente en el Evangelio de San Mateo. El relato comienza diciendo que el Reino de los cielos es semejante a..., entonces sabemos que la parábola tiene como propósito dar un ejemplo de la naturaleza de este Reino que Jesús viene anunciando. La viña, sabemos, era un símbolo para hablar de Israel como nación gobernada por Dios, pero aquí, en concreto, se trata de un símbolo del Reino de los Cielos. 

Si el dueño necesita obreros para trabajar en su viña significa que el Reino es algo que se construye en cooperación con Dios, no algo que Dios realiza por sí solo. Este trabajo es remunerado pero esta remuneración depende de la generosidad del propietario. Podríamos decir que la entrada al Reino, que en la parábola es sugerida por el ejemplo de un pago, no depende únicamente de las obras de la persona, sino de la gracia de Dios. Ante esto puede surgir una serie de preguntas: ¿Fue injusto el dueño? ¿Tendría que haberles pagado menos a los últimos? ¿Quiénes serían los referentes fuera del texto? ¿Es el propietario un referente para Dios? ¿Son los obreros un referente para Israel? ¿O para la Iglesia? ¿O para todos los seres humanos? ¿A quiénes designarían los primeros y los últimos? ¿Cómo podría leerse esta parábola hoy? 

Para responder a todo esto hay que ir al corazón misericordioso de nuestro Padre Dios, que, como afirma en otra parte la Escritura: «Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1 Tim 2,4). De esta manera, la parábola se convierte en un mensaje de esperanza para todos los que luchan por dejarse alcanzar por el Señor y su misericordia. En el Reino de Dios, todos encontraremos un trabajo que sustentará nuestra necesidad de salvación. La paga es la misma, sí... el cielo, el contemplar a Dios cara a cara, la eternidad. Que María nos aliente a no quedarnos ociosos y a levantar el ánimo. Sea de mañana, al mediodía o ya en la tarde, el Buen Dios nos espera para darnos el premio por el trabajo. ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo.

sábado, 23 de septiembre de 2023

«Hablando de tierra fértil, tierra buena»... Un pequeño pensamiento para hoy


En el Evangelio nos encontramos con que ordinariamente Jesús habla en parábolas. Son muchas las que seguramente podemos recordar. Él mismo, al hablar así, es consciente de que sus parábolas pueden ser entendidas o no, según el ánimo de sus oyentes. Estas parábolas tienen siempre la suficiente claridad para que el que quiera las entienda y se dé por aludido. O para que no se sienta interpelado: «a ustedes se les ha concedido conocer los secretos del Reino; a los demás, sólo en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan» dice a los discípulos en el Evangelio de hoy (Lc 8,4-15) luego de narrar la parábola del sembrador. 

Para captar lo que Jesús quiere decir, el oyente debe estar dispuesto a dejarse adoctrinar en los caminos de Dios, que son distintos de los nuestros. Por eso siempre será verdad eso de que «el que tenga oídos para oír, que oiga». Hoy, como en aquellos tiempos de Cristo, mucha gente no abre sus oídos y su corazón a las palabras de Jesús. Hay personas que salen de la Misa como si allí no se hubiera pronunciado el Evangelio porque van solamente, como dicen, «por cumplir». El relato nos presenta tres clases de terreno donde la semilla se pierde. Sólo si cae en tierra fértil llegará a dar fruto. Los cuatro terrenos se hallan en un mismo lugar, donde hay un camino, rocas, márgenes húmedos repletos de zarzas y la tierra fértil. El sembrador siembra al voleo, sin preocuparse de si una parte de la semilla se pierde.

La máxima en la parábola, colocada al final, nos descubre ya hacia dónde irá la explicación de la misma. ¡No depende de cómo se siembre, sino de cómo se escuche el mensaje! Esta parte final «de la tierra fértil» deben ser los oyentes que, «al escuchar el mensaje, lo van guardando en un corazón noble y bueno». Cristo nos enseña que el fruto del reino no es instantáneo, sino que requiere constancia. No se trata tampoco de un fruto estacional, sino que «dan fruto por su constancia». Todos tenemos una parcela de «tierra fértil», de «tierra buena». Vale la pena acercarnos a María santísima que supo escuchar la palabra y ponerla en práctica para que, imitándola, cuidemos nuestra tierra buena y el sembrador pueda hacer con éxito su tarea en nuestros corazones. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

viernes, 22 de septiembre de 2023

«Las mujeres acompañando a Jesús»... Un pequeño pensamiento para hoy


Ningún evangelista, como san Lucas, asignó un papel tan importante a las mujeres en una época y una cultura en la que prácticamente no había un espacio para que la mujer figurara en otros ámbitos que no fuera la esfera familiar. Pensemos, por ejemplo, en la función esencial de la santísima virgen María en los relatos de la infancia de Jesús o en el episodio de Marta y María (Lc 10,38) que es él el único en relatarlo. Así, san Lucas es el único que menciona los nombres de las mujeres que acompañaban a Jesús a lo largo de sus viajes y lo hace en la perícopa evangélica que la liturgia de la palabra nos propone para el día de hoy (Lc 8,1-3).

Jesús iba caminando por pueblos y aldeas, proclamando la «buena nueva del Reino de Dios» y el evangelista afirma que, con los Doce, había un grupo de mujeres que acompañaban a Jesús: María, de sobrenombre «Magdalena» —¡que había sido liberada de siete demonios!—, Juana, mujer de Cusa, el intendente de Herodes... Susana... y otras muchas que los ayudaban con sus propios bienes. Los rabinos de la época, excluían a las mujeres del círculo de sus discípulos, mientras que Jesús las toma en cuenta y las hace sus discípulas–misioneras. Según la organización del judaísmo de aquel tiempo las mujeres apenas formaban parte de la comunidad: podían participar al culto de la sinagoga, pero no estaban obligadas a ello. De hecho, la liturgia empezaba cuando, por lo menos, diez hombres estaban presentes, mientras que a las mujeres no se las contaba. En el caso de Jesús, las mujeres, incluso se convierten en proveedoras de la obra de la evangelización al ayudar con sus propios bienes.

Habiendo acompañado a Jesús desde el comienzo de su ministerio público, como los Doce, las mujeres forman parte importante en el anuncio de la «buena nueva». Hay que recordar, junto a esto, que la tradición nos relata que las primeras apariciones del resucitado fueron hechas a las mujeres (Lucas 24,10) y precisamente a las que Lucas anota aquí. Contemplando a María santísima, la Mujer modelo de toda mujer en el caminar de la Iglesia, damos gracias por la entrega generosa y el testimonio de vida de tantas mujeres santas y sabias en nuestra historia eclesial pasada y presente. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

jueves, 21 de septiembre de 2023

«El llamado a san Mateo»... Un pequeño pensamiento para hoy


La Iglesia universal celebra hoy a San Mateo. El Evangelio nos invita contemplar el momento de su llamado (Mt 9, 9-13). El mismo Mateo nos narra que Jesús pasó por donde se encontraba recaudando impuestos para el gobierno invasor de aquel tiempo y lo llamó cambiándole la vida. 

Jesús pasa, mira a Mateo y le dice: «ven». Podemos imaginar la admiración de los que estaban cerca ¿Cómo era posible que Jesús llamara a este que era un traidor, un sinvergüenza? Mientras la mirada de los demás debe de haber sido de repudio, la mirada de Jesús hacia él es una mirada de invitación, de aceptación y de amor. Y esa experiencia de sentirse mirado por el Señor.

El relato nos dice que Mateo enseguida hizo un banquete en su casa en compañía de Jesús, sus discípulos y muchos pecadores. Era una fiesta para festejar la alegría de ese encuentro con el Señor, la alegría de haber sido llamado a cambiar de vida. La alegría de saber que Jesús vino a llamar a todos. Ahora, nuestra alegría es saber que nos llama también a ti y a mí. Que María nos aliente para responde al llamado con la inmediatez con la que san Mateo lo hizo. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

miércoles, 20 de septiembre de 2023

«Como niños enfadados»... Un pequeño pensamiento para hoy


El episodio de los niños que invitan con su música a otros niños que nos narra el Evangelio de hoy (Lc 7,31-35) no se puede entender sin hacer referencia a la escena anterior, que no se ha leído en estos días y que es el pasaje en el que Jesús alaba a Juan Bautista y se lamenta de que algunos, los fariseos y escribas, no le acepten. Por tanto, esa gente ni acoge bien a Juan ni atiende a la voz de Jesús. Uno es austero. El otro, come y bebe con normalidad. Pero hay siempre excusas para no dar crédito a su mensaje. Al uno le tachan de fanático. Al otro, de comilón y «amigo de pecadores». Aunque haya curado al criado del centurión y resucitado al hijo de la viuda de Naím, no le aceptan.

La comparación de los dos grupos de niños que nos presenta san Lucas es expresiva: ni con una música alegre ni con otra triste consiguen unos que los otros colaboren. Cuando no se quiere a una persona, cuando no se quiere aceptar o no se le quiere escuchar, se encuentran con facilidad miles de excusas para no hacer caso de lo que propone. ¡Qué peligro! Eso mismo nos puede pasar a nosotros. Hay personas siempre criticonas, con mecanismos de defensa contra todo. Como decía Jesús de los fariseos, ni entran ni dejan entrar. En el fondo, lo que pasa es que resulta incómodo el testimonio de alguien y por eso se le persigue o se le ridiculiza. Es muy antiguo eso de no creer y de no aceptar lo que Cristo o su Iglesia proponen.

Eso puede pasar en nuestra vida de cada día, en esa sutil y complicada relación interpersonal que se lleva a cabo en toda vida comunitaria: si nos invitan a una fiesta, está mal, y si nos quieren participar de un duelo, peor. Podemos llegar a ser caprichosos en extremo en nuestras reacciones de cerrazón y sordera voluntaria, a veces por un instinto continuado de contradicción a lo que dicen los demás. Ya dijo Jesús que sólo «los sencillos» entienden estas cosas, los de corazón simple y humilde, los que no están llenos de sí mismos. Que María nos ayude a ser receptivos. ¡Bendecido miércoles, ombligo de la semana!

Padre Alfredo.

martes, 19 de septiembre de 2023

«A la sorpresa de Dios»... Un pequeño pensamiento para hoy


A veces, en nuestra vida, que transcurre a la sorpresa de Dios, suceden cosas que nos cambian totalmente la jugada, es decir, los planes que solemos todos hacer para el andar de cada día. Ayer fue, para mí, uno de estos días, de manera que ni el pensamiento que comparto pude escribir. De por sí voy atrasado, pues más bien me gusta adelantarme un día y enviarlo con tiempo para quienes leen en otros usos horarios pero ayer fue imposible y muchos de ustedes saben que entrada la noche este pobre padrecito ya no carbura y menos para ponerse a escribir, aunque las ganas no me faltan a sabiendas de que he de enfrentar alguna que otra queja porque no publiqué la reflexión.

El día de ayer empezó entre el ejercicio espiritual y el ejercicio físico, como cada día, después una junta que no estaba planeada y que se alargó gracias a Dios, pues era de suma importancia contemplar y resolver varios asuntos. La comida quedó salvada por Mauricio, quien nos dio de comer al padre Pepe, al padre Carlos y a mí y nos hizo, con Ivonne, un ratito muy agradable. En medio de eso me avisó Daniel mi primo que mi tío Sergio Alberto, un hermano de papá que estaba delicado de salud desde hace tiempo y a quien conocimos siempre como «el tío Beto», fue llamado por nuestro Señor a su encuentro. El resto del día, cubierto además por una serie de consultas médicas imprescindibles en las que acompañé con gusto a uno de nuestros sacerdotes, tomó un rumbo muy diferente al planeado, pero el día se cerró en una bonita convivencia que esa sí, ya estaba planeada y que fue con unos entrañables amigos y, como digo, ya no me sentí capaz de ponerme a escribir.

Al rato tendremos el funeral de mi tío y el Señor, siempre providente, me regala, en el Evangelio del día de hoy (Lc 7,11-17) un pasaje muy consolador. Un episodio que sólo san Lucas nos cuenta y que nos deja ver a Jesús que se compadece de los que sufren y les alivia con sus palabras, sus gestos y sus milagros. Hoy atiende a esta pobre mujer, que, además de haber quedado viuda y desamparada, ha perdido a su único hijo a quien el Señor resucita. Sí, ante la muerte de mi tío pienso en la esperanza de la resurrección y les invito a acogernos a María Santísima, para que ella nos aliente a seguir, en este mundo, viviendo a la sorpresa de Dios, que a veces nos cambia todos los planes trazados con anticipación, pero nos tiene siempre, algo mejor... Descanse en paz mi tío Beto. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

domingo, 17 de septiembre de 2023

«Setenta veces siete»... Un pequeño pensamiento para hoy


El evangelista de este domingo (Mt 18,21-35) juega con el valor simbólico de los números: «¿Hasta siete veces?»... En el lenguaje judío el siete significa un grado de perfección en aquello de que se habla. La respuesta de Jesús intenta, utilizando el múltiplo de siete, indicar que el perdón no admite matemática alguna. Se trata de otra cosa que ha de ser entendida con otras claves interpretativas. El perdón siempre, en toda circunstancia y sin condiciones, encaja mal en nuestra mentalidad moderna. Por esta causa y por otras, muchos de nuestros contemporáneos tienen la impresión, y la expresan, de que el Evangelio de Jesús fue útil para aquel tiempo, pero hoy ya no tiene valor en muchos de sus aspectos. 

Es cierto que el Evangelio, recordando que es palabra viva de Dios, necesita siempre de una viva actualización seria, pero no creo que la solución sea cambiar el Evangelio de Jesús, y menos porque el Evangelio de Jesús molesta al modo de entender la vida, las personas y las múltiples y complicadas relaciones humanas. El Evangelio fue y es la expresión de lo que el hombre necesita de verdad para ser solidario, feliz y realizado. Los detalles del relato que utiliza nuestro Señor, están al servicio del mensaje central. ¿Cómo es posible que el rey perdone toda la colosal deuda del siervo por que se lo pidió y éste no sea capaz de perdonar la ridícula deuda que tiene contraída con él un hermano suyo? Jesús quiere colocar a los oyentes en una situación extrema frente al perdón. Espera que reaccionen y tomen postura. ¡Es necesario parecerse al rey que condona toda la deuda sin pedir compensaciones! La interpretación de la traslación del relato a la vida real sólo tiene un mensaje: Dios perdona siempre, a todos —aunque sea ingente la deuda— y gratuitamente.

La condición para el perdón es que ha de ser de corazón. El Padre celestial, en su misericordia, perdona al hombre en su interioridad. En coherencia con la actitud del Padre celestial, el hombre ha de perdonar desde su corazón. Dios no concede el perdón con condiciones y quiere que sus hijos nos perdonemos mutuamente sin condiciones. Dios cuando perdona olvida. Y lo mismo hemos de hacer los discípulos–misioneros de Jesús, su Hijo. Recurramos a la santísima Virgen para que nos ayude a saber perdonar y a saber pedir perdón las veces que sea necesario. ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo.

sábado, 16 de septiembre de 2023

«Buenos frutos»... Un pequeño pensamiento para hoy


La vida moral del cristiano se confirma en sus frutos. La idea viene de la corriente sapiencial en la que el justo es comparado a menudo a un árbol que da frutos deliciosos, mientras que los demás árboles se vuelven estériles. El justo da buenos frutos porque está regado por el «Agua Viva»; sus frutos serán particularmente abundantes en la era escatológica. El Evangelio de hoy (Lc 6,43-49) nos recuerda que el cristiano, como rama del árbol de vida que es Jesús produce los frutos del Espíritu.

El Evangelio nos cuenta también de la imagen de la casa construida sobre la roca es fácil de comprender: el empresario impaciente se contenta con sostener su casa sobre la arena, tierra superficial que recubre a la roca, sin preocuparse de cavar hasta llegar a ella y poner buenos cimientos. La imagen es similar a la de la semilla que penetra en la tierra o, al contrario, se queda en la superficie y muere (Lc 8. 5-8).

El Evangelio nos recuerda, además, que sólo puede haber eficacia en el campo de la fe cuando se deja lugar a la Palabra en lo más profundo de uno mismo. Los cristianos estamos invitados a profundizar y hacer crecer nuestra fe, a no conformarse con una fe sociológica o de motivaciones insuficientes. Miremos a la santísima Virgen para que ella nos aliente a seguir adelante, viviendo nuestra fe.

Padre Alfredo.

viernes, 15 de septiembre de 2023

«Nuestra Señora de os Dolores»... Un pequeño pensamiento para hoy


Sólo un ser humano libre y consciente es capaz de convertirse en modelo y guía para los demás. Pues, mientras la persona se mantenga envuelta por ambiciones, egoísmos y violencias vivirá con la cabeza metida entre un hueco y no será capaz de ver. María santísima, la Madre de Dios, por eso pudo convertirse en un modelo a seguir y en una guía hacia el encuentro con Cristo. 

En el Corazón misericordioso de nuestro Dios fue formando el suyo y por eso late al unísono de ese Corazón Sagrado que nos alcanzó la salvación. EL día de hoy la Iglesia nos invita a dirigir nuestra mirada a la Virgen en su advocación de «Nuestra Señora de los Dolores». El Evangelio de esa memoria (Jn 19,25-27) nos muestra a la Virgen Santísima presente, con inmenso amor y dolor de Madre, junto a la cruz en el momento de la muerte redentora de su Hijo, uniéndose a sus padecimientos. La representación pictórica e iconográfica de la Virgen Dolorosa mueve el corazón de los creyentes a justipreciar el valor de la redención y a descubrir mejor la malicia del pecado.

Desde los primeros años de vida de Jesús, María sufrió dolores y ansiedades propios de la maternidad. Por la profecía de Simeón, ella supo que una espada le atravesaría el alma. Poco después, la Sagrada Familia tuvo que huir a Egipto para salvar a Jesús del Rey Herodes (Mt 2,13-23). Cuando Jesús tenía 12 años, ella, junto con José sufrieron el dolor de perderlo durante tres días en el Templo. El culmen de todo esto fue la Cruz. Encomendémonos a ella hoy y siempre. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

P.D. La noche de hoy México celebra un aniversario más de su independencia. Yo escribo desde esta nación que es mi patria de origen, aunque mi corazón misionero ya ha dejado pedazos en otras naciones con mucho amor. Les invito a que oren por este país tan necesitado de la gracia de Dios rogando que Nuestra Señora de los Dolores, vestida aquí de Guadalupana, interceda por la nación. 

jueves, 14 de septiembre de 2023

«Amar a los enemigos»... Un pequeño pensamiento para hoy


Ya muy entrada la noche de este jueves, para los que somos tempraneros, porque son casi las 22:30 y luego de cerrar el día apostólico de hoy llegando de ver un enfermo en el hospital, encuentro un pequeño espacio de tiempo para compartir una no breve, sino brevísima reflexión sobre el Evangelio del día de hoy (Lc 6,27-38).

Creo que sería justo decir que cuando leemos la lectura de este Evangelio, que nos invita a «amar a nuestros enemigos», podemos caer en la tentación de decir: «Oh, bueno, yo no tengo ningún enemigo, así que la lectura no es aplicable a mí». En este contexto, yo siempre creo que los enemigos son simplemente personas que no nos caen especialmente bien, personas a las que por una cosa o por otra no les damos cabida tan fácilmente en nuestras vidas. Todos tenemos gente así, y eso, hasta cierto punto, es normal. Siempre nos sentimos más cariñosos con ciertas personas, y con otras menos. Sin embargo, según la lectura de hoy, debemos amar a estas personas, deseando el bien para ellas. 

Amar a esa clase de personas es amarlas de verdad, es no murmurar sobre ellas, desearles buena salud, carreras prósperas, rezar por sus familias y desearles todo el éxito. Por eso, al final del día, podemos pensar que amar a nuestros enemigos no es una tarea tan imposible. Que María Santísima nos ayude a ver a todos cada día con ojos nuevos. ¡Bendecida noche de jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

miércoles, 13 de septiembre de 2023

«Bienaventurados»... Un pequeño pensamiento para hoy


Al bajar Jesús de la montaña, donde había elegido a los doce apóstoles, empieza en el Evangelio de san Lucas lo que los autores llaman «el sermón de la montaña» (Lc 6,20-49), que leeremos desde hoy al sábado, y que reúne diversas enseñanzas de Jesús, como también lo hace san Mateo. Ambos empiezan con las bienaventuranzas, que en san Lucas son distintas. En san Mateo eran ocho, mientras que aquí son cuatro bienaventuranzas y cuatro que podemos llamar malaventuranzas o lamentaciones. 

Yo creo que a todos nos sorprende siempre esta lista de bienaventuranzas. ¿Cómo se puede llamar dichosos a los que lloran o a los pobres o a los perseguidos? La enseñanza de Jesús es paradójica. No va según nuestros gustos y según los criterios de este mundo. En nuestra sociedad se felicita a los ricos y a los que tienen éxito y a los que gozan de salud y a los que son aplaudidos por todos. En contraste con estas ideas «mundanas», como las llama el Papa Francisco, el Señor nos está señalando una felicidad más definitiva que las pasajeras que nos puede ofrecer este mundo.

Jesús llama «felices y dichosos» a cuatro clases de personas: los pobres, los que pasan hambre, los que lloran y los que son perseguidos por causa de su fe. Pero se lamenta y dedica su «ay» a otras cuatro clases de personas: los ricos, los que están saciados, los que ríen y los que son adulados por el mundo. Se trata, por tanto, de cuatro antítesis. Como las que pone san Lucas en labios de María de Nazaret en su Magníficat: Dios derriba a los potentados y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Acojámonos a ella, a María Santísima, para vivir las bienaventuranzas.

Padre Alfredo.

martes, 12 de septiembre de 2023

«El Santísimo nombre de la Madre de Dios»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy la Iglesia Católica celebra el Santísimo Nombre de la Madre de Dios: «María». La Sagrada Escritura es la que nos revela este nombre: «El nombre de la virgen era María» (Lc 1, 27). Contra lo que se podría pensar, no se trata de un asunto trivial; no, en lo absoluto. Es cierto que el nombre de María hace recordar al de la primera mujer, Eva, pero lo hace por contraste: a diferencia de Eva, quien pecó apartándose de Dios y condenando a sus hijos, la santísima virgen María fue hecha puerta del cielo y mediadora de las gracias.

«María», por consecuencia, es el nombre que evoca la obra de la salvación. Quien pronuncia con amor esa sencilla palabra, «María», sabe que en Ella está contenido el gran misterio del amor de Dios por sus creaturas.

Hoy recordamos cómo el fruto del vientre de María fue bendito y por eso ella es bendita entre todas las mujeres. El nombre de María, asociado al de Jesús, aglutina todo bien, y de sólo pronunciarse, los temores se dispersan y el corazón se llena de alegría. Por María ha entrado la salvación al mundo y así la mujer es devuelta con creces al sitial que le corresponde: el lugar más alto sobre el cielo y la tierra. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

lunes, 11 de septiembre de 2023

«Testarudos»... Un pequeño pensamiento para hoy


Jesús, en el Evangelio de este lunes (Lc 6,6-11), se enfrenta nuevamente a los testarudos escribas y fariseos que ante su curación en sábado nos muestra la importancia de las disposiciones interiores para recibir su gracia. Ante sus milagros, la gente sencilla y humilde se maravillaba y decía: todo lo ha hecho bien (Mc 7, 37). Por el contrario, los escribas y fariseos se quedaron completamente ofuscados y discutían entre sí qué harían contra Jesús.

Ante el hostigamiento Jesús les preguntó: ¿Es lícito en sábado hacer el bien? Pero ellos no respondieron nada. No quisieron hablar porque no querían cambiar sus ideas equivocadas. Su soberbia les impedía convertirse y entender el sentido de sus milagros. Y lo que debía ser una luz se convirtió en una oscuridad aún mayor. Esta gente se quedó completamente ofuscada.

Jesús sigue realizando milagros, sigue enviando su gracia. Pero no todos son capaces de aprovecharla. Los que están ofuscados por la soberbia y creen que no necesitan abrir su alma a nadie, se enredan en sus propios defectos. Por el contrario, si le pedimos a María santísima que nos dé un poco de su sencillez, podrá el Señor hacer maravillas. ¡Bendecido lunes!

PadreAlfredo.

domingo, 10 de septiembre de 2023

«El amor al estilo de Cristo»... UN pequeño pensamiento para hoy


El pedacito de la Carta a los Romanos (Rm 13,8-10) y el trozo del evangelio de San Mateo (Mt 18,15-20) que la Misa de hoy nos ofrecen, van en la misma dirección, quieren destacarnos la importancia del mandamiento del amor. El amor al estilo de Cristo va mas allá que todo lo que el mundo pueda hacer para definir el amor. El amor de Cristo busca siempre el bien en la renuncia de sí mismo; no solo se contentar con tener una relación correcta con Dios y con los demás, sino que ama a Dios y lleva ese mismo amor a sus semejantes. El que ama, desde el punto de vista cristiano, no se limita a no hacer daño a los otros, sino que procura activamente el bien y la felicidad de aquellos a los que ama. Cristo mismo nos enseña cómo vivir este amor, amándonos hasta el extremo, dio la vida por cada uno de nosotros.

Hay, hoy, por tanto, que examinarse y analizar de qué forma amamos, porque de allí vendrá, como nos lo dice Jesús en el Evangelio, el camino que elijamos para mantener vivo ese amor aún en las circunstancias más dolorosas, como son los momentos en que vemos fallar al otro y alejarse de esos planes de vivir en el amor. «Si tu hermano comete un pecado, ve y amonéstalo a solas. Si te escucha, habrás salvado a tu hermano». Así es el amor, con tal de que el otro esté bien, es capaz de arriesgarse hasta llegar a las últimas consecuencias, incluso a ser rechazado y a tener que alejarse sin dejar de orar por aquel que no ha querido experimentar el amor.

Por otra parte, vemos en labios de Jesús que cuando dos o tres se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se los dará el Padre del cielo. Por esto, hacemos mas fuerza ante Dios cuando las cosas las pedimos en común, cuando nos juntamos para pedir por algo o por alguien. Y esta fuerza aumenta cuando nos reunimos para celebrar la Eucaristía de todos los domingos. Por eso hoy le pedimos al Señor, por mediación de su Madre santísima, la Madre del Amor Hermoso, que siga dándonos fuerzas, para comprender su menaje, que, aunque nos parezca difícil de cumplir, no lo dejemos de lado. ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo.

sábado, 9 de septiembre de 2023

«Las discusiones sobre el sábado»... Un pequeño pensamiento para hoy


Los fariseos que aparecen en diversos pasajes evangélicos, asoman sus boquitas discutiendo siempre sobre las acciones que Jesús realizaba el sábado. El pasaje de hoy (Lc 6,1-5) es una prueba contundente de esto. Ciertamente Jesús, que era judío, apreciaba el sábado y lo había incorporado a su espiritualidad: por ejemplo, iba cada semana a la sinagoga, a rezar y a escuchar la Palabra de Dios con los demás. Y cumplía seguramente las otras normas relativas a este día.

Bien vivido, el sábado era y sigue siendo un día sacramental de auténtica gracia para los judíos. Pero lo que critica Jesús en escenas como la de hoy, es la interpretación exagerada del descanso sabático: ¿cómo puede ser contrario a la voluntad de Dios el tomar en la mano unas espigas, restregarlas y comer sus granos, cuando se siente hambre? El argumento que él aduce es el ejemplo de David y sus hombres, a quienes el sacerdote del santuario les dio a comer «panes sagrados», aunque en principio no eran para ser comidos así (1 Sam 21). Pero seguramente lo que les debió saber muy mal a los fariseos es la última afirmación del discurso: «el Hijo del Hombre es señor del sábado».

La Iglesia, al contemplar que la resurrección de Jesús ocurrió en domingo, consideró que era mucho más importante guardar el domingo en lugar del sábado, por eso para nosotros los católicos guardar el domingo como día de culto a Dios, día de descanso en su honor, día de la naturaleza, día de paz y vida de familia, día de liberación interior, es muy importante. Lo que está pensado para bien de todos los católicos, como el domingo, lo podemos llegar a convertir, por nuestra casuística e intransigencia, en unas normas que quitan la alegría del espíritu. El domingo es un día que tiene que ser todo él, sus veinticuatro horas, un día de alegría por la victoria de Cristo y por nuestra propia liberación. Con la Eucaristía comunitaria en medio, pero con el espíritu liberado y gozoso: un espíritu pascual. Por eso pidamos a María que interceda por nosotros para que no nos falte la Misa dominical y honremos así ese día dichoso. ¡Bendecido sábado... y no falten mañana a Misa!

Padre Alfredo.

viernes, 8 de septiembre de 2023

«La Natividad de María»... Un pequeño pensamiento para hoy


La Iglesia celebra, en este día, la fiesta de la Natividad de la santísima Virgen María. La Iglesia nos hace ir a los momentos de alegría de los santos Joaquín y Ana, cuando después de tantos años de expectativa, celebraron el nacimiento de la hija que tanto anhelaban, según nos cuenta la tradición. Pero, ¿qué sabemos sobre este acontecimiento? La verdad no sabemos la fecha exacta en el calendario de este evento, así como no sabemos tampoco la fecha exactísima en que nació Cristo, pero esta fiesta se ha celebrado el 8 de septiembre, desde los primeros siglos del cristianismo.

¿Dónde nació María? Esta es la otra pregunta que nos podemos plantear. La historia de Jerusalén apunta al lugar concreto: no muy lejos del templo en esos días, cerca de la piscina de Bethesda, cerca de la puerta de las ovejas. Hoy, se puede visitar allí la basílica de Santa Ana, de arquitectura románica simple y muy hermosa, y bajo tierra la gruta de la Natividad de la Madre de Dios, igualmente hermosa y brillante. ¡Nunca, definitivamente, será posible exagerar sobre un evento tan grandioso! Este es también otro misterio de nuestra fe, como la inmaculada concepción de la Santísima Virgen María, que precedió a su Natividad. Llena del Espíritu Santo desde el primer momento de su existencia, se convirtió en la nueva criatura, libre de todo pecado y maldad en la que Dios grabó su propia imagen y semejanza, para no ser eclipsado por nada, creando así la obra maestra de la bondad y la belleza, la cumbre de toda la creación.

¿Qué le podremos dar como regalo de cumpleaños a María? Primero, le ofrecemos nuestra obligación de respetar el cuarto mandamiento de Dios: «Honra a tu padre y a tu madre». La tradición nos dice que María niña honró a sus padres y ella fue obediente con ellos. Fue obediente de la misma manera que Jesús le obedeció a Ella y a San José. Le regalamos también nuestro gran deseo de escuchar, como Ella, la voz de Dios y seguir sus instrucciones. Que Ella sea para nosotros, hoy y siempre, una pauta y un modelo a seguir. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

jueves, 7 de septiembre de 2023

«Jueves sacerdotal y eucarístico»... Un pequeño pensamiento para hoy


Tradicionalmente, en la Iglesia católica, los jueves han sido días consagrados a la oración por los sacerdotes, al haber sido instituido el ministerio sacerdotal precisamente en jueves por nuestro Señor Jesucristo junto con la Eucaristía durante la Última Cena. Estas dos razones motivaron a que en la Iglesia primitiva se dedicara una Hora Santa cada día jueves para estar delante de Jesús Sacramentado. Con el tiempo, en muchos lugares, se ha llegado a tener la práctica de mantener solemnemente expuesto el Santísimo Sacramento para pedir todo el tiempo por los sacerdotes en adoración eucarística.

Gracias a Dios, y con ayuda de muchos de nuestros laicos, en la parroquia de Nuestra Señora del Rosario en San Nicolás hoy damos un pequeño paso hacia ese ideal de la adoración perpetua con extender, la adoración del Santísimo, de la Hora Santa de los jueves, al jueves de adoración continua, exponiendo el Santísimo desde que termina la Misa de 9:30 de la mañana hasta la Misa de 7:00 p.m. para continuar con la Hora Santa de 8:00 a 9:00 de la noche. En los valiosos ratos de oración ante el Santísimo, ante Jesús Sacramentado, la comunidad parroquial, representada por quienes estén en turno de adoración, pedirá a Jesús Eucaristía pedir que haya más obreros en su mies de los que tan necesitados estamos.

Hoy el Evangelio de Misa (Lc 5,1-11) nos alienta a eso, a orar por los «pescadores de hombres» que somos tan pocos, y a pedir que el Señor llame a más y más. Yo les invito, bajo la mirada de Nuestra Señora, a pedir por mis hermanos Misioneros de Cristo para la Iglesia Universal, los que somos sacerdotes y los que están en formación; a pedir por los sacerdotes diocesanos; por los sacerdotes de las diversas congregaciones; por los sacerdotes de nuestra comunidad parroquial; por los sacerdotes que son nuestros familiares y amigos y tenemos cercanos y por las vocaciones sacerdotales en la Iglesia. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico felicitando a todos los laicos que se han unido a la adoración continua de los jueves en nuestra comunidad parroquial!

Padre Alfredo.

miércoles, 6 de septiembre de 2023

«Una jornada de Jesús, una jornada nuestra»... Un pequeño pensamiento para hoy


Es ya bastante tarde a esta hora en que me siento a escribir. El día casi acaba aquí en Monterrey y en otras partes donde me leen ya están dormidos o casi a punto de levantarse, sin embargo no quiero dejar de compartir mis impresiones en torno al Evangelio que la liturgia de la palabra de este día nos ha regalado (Lc 4,38-44) y aunque sea en unas cuantas líneas quiero expresar unas cuantas ideas que me ayudan a profundizar en la fe y creo a quien lea esto también.

Lo que Jesús anunció en la sinagoga de Nazaret y que escuchamos hace unos días lo va cumpliendo. Allí dijo, aplicándose la profecía de Isaías, que había venido a anunciar la salvación a los pobres y curar a los ciegos y dar la libertad a los oprimidos. Así, hoy el Evangelio nos muestra el programa de una jornada de Jesús al salir de la sinagoga. Cura a la suegra de Pedro, impone las manos y sana a los enfermos que le traen, libera a los poseídos por el demonio y no se cansa de ir anunciando el reino de Dios. En medio de todo, busca momentos de paz para rezar personalmente en un lugar solitario.

Podemos quedarnos con dos significativos rasgos de esta jornada: Primero, Jesús, en medio de un horario intensivo de trabajo y dedicación misionera, encuentra momentos para orar a solas. Y segundo, no quiere instalarse en un lugar donde le han acogido bien: «También tengo que anunciarles el Reino de Dios a las otras ciudades, pues para eso he sido enviado». Pidamos a María santísima, tan intensa como Jesús en sus jornadas, que nos libre de dos peligros: el activismo exagerado, descuidando la oración, y la tentación de quedarnos en el ambiente en que somos bien recibidos, descuidando la universalidad de nuestra misión. ¡Bendecida noche de miércoles!

Padre Alfredo.

martes, 5 de septiembre de 2023

«¿A quién voy a tenerle miedo?»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy me detengo, para esta reflexión, en el salmo responsorial de la Misa de hoy, que es el salmo 26 —25 en la Biblia— porque me encantó la pregunta que se hace el salmista: «¿a quién voy a tenerle miedo?»  Me he dado cuenta que hay, en nuestros tiempos, católicos muy temerosos. Gente que se preocupa por todo y se llena de miedo; gente que tiene miedo del futuro, de su apariencia, del bajón que puedan dar sus finanzas, de si ese lunar en la espalda está creciendo o no. A lo largo de los años cada vez me doy más y más cuenta de que en este mundo no puede haber algo que nos haga temblar... ¡incluso ni las asechanzas del enemigo! porque, como dice el mismo salmista: «Ármate de valor y fortaleza y en Señor confía». He recordado, al ver las líneas de este salmo que la frase más común que Dios usó en la Biblia fue «no temas».

El miedo y la preocupación pueden consumirnos si no nos ponemos alerta y nos separamos de la confianza en el Señor, y es importante que los católicos, que somos una gran familia, nos sintamos respaldados por las oraciones de toda la Iglesia universal, que constituye, para nosotros, cualesquiera que sea nuestra vocación específica, una comunidad que nos sostiene y nos ayuda a ver con claridad que algunos miedos que nos pueden amenazar, afrontados desde la fe y la confianza en Dios, nos guían hacia la sabiduría. 

Ante la situación tan difícil de la sociedad actual, marcada por variadas y horrendas ideologías que surgen una tras otra y que se añaden a los graves problemas políticos y económicos que son innumerables, el futuro se presenta como lo que es, algo desconocido, y es difícil no saber qué sigue para nosotros y nuestros seres queridos. «¿Cuándo y cómo moriremos todos? ¿Nuestros hijos seguirán siendo católicos? ¿Sobrevivirán nuestros matrimonios o los de nuestros hijos a los años tumultuosos?»... estas son algunas de las preguntas que pueden acrecentar el miedo. Sin miedo debemos vivir como María, a la sorpresa de Dios seguros de que Él es la defensa de nuestra vida. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

lunes, 4 de septiembre de 2023

«Dos años de párroco»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy cumplo dos años de párroco en «Nuestra Señora del Rosario en San Nicolás». Muchos años antes ya lo había sido. De hecho fui el primer párroco de esa comunidad a la que tanto quiero y en cuyo templo celebré la Eucaristía por vez primera, pues allí fue mi «Cantamisa», es decir, la primera Misa que preside el recién ordenado sacerdote. Pro supuesto, en la celebración eucarística del día de hoy daré gracias y por supuesto pediré también perdón por las cosas en las que tengo que corregirme para ser el sacerdote que esta encomienda exige y que yo, por mi miseria, no alcanzo a dar el ancho, como vulgarmente se dice. ¡Recen por favor por mí, que mucho lo necesito!

El Evangelio de la Misa de hoy (Lc 4,16-30) con el que pasamos de la lectura continua de los evangelios de Marcos y de Mateo a san Lucas, me viene muy bien y me interpela en mi condición de párroco, cargo al que desde siempre le he huido y no siempre he logrado esquivar. Con ese tercer evangelista pasamos a otro mundo, que no es ya el de los judíos. San Lucas nació en Antioquía de Siria y pertenecía a la sociedad pagana cultivada, ejerciendo la medicina como profesión. Siendo adulto, convertido quizá por san Pablo, pasó muy pronto a ser compañero de apostolado de san Pablo. El construye su evangelio, evidentemente, con elementos comunes a Marcos y a Mateo. Pero él mismo indica cómo llevó su propia encuesta personal con los testigos oculares que vivían aún. (Lucas 1, 2). Hay pues pasajes de los que él es el único relator. Su evangelio es el evangelio de la alegría, de la misericordia, de la vida interior y de la oración... es un evangelio eminentemente social, que quiere promover una sociedad más justa y más dichosa... todos los oprimidos de la sociedad antigua son valorizados: el niño, la mujer, los pobres...

De esta manera, me viene bien el día de hoy contemplar a Jesús desde la mirada de san Lucas, que hoy nos presenta, en este trozo evangélico, la tarea de Jesús, a la que la de un párroco es totalmente equiparable. Todo el tono del evangelio según san Lucas está anunciado aquí. Una lluvia de beneficios para todos los desdichados, la liberación de todos los que sufren. Ante esto me hago una pregunta y se las dejo de tarea también a ustedes: ¿Es así como concibo yo habitualmente a Jesús? ¿Es así como concibo mi propia vocación de servicio? Dos años de párroco y aún hay todavía mucho por hacer. Que María santísima me ayude y aliente a servir a su Hijo y contemplar su rostro en las caras de todos mis parroquianos. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

domingo, 3 de septiembre de 2023

«Luz Elena Aragón Martínez»... Vidas consagradas que dejan las huellas de Cristo LXXXVIII

Hoy quiero compartir, en unas cuantas líneas, la biografía sintética —junto a una serie de recuerdos que quedaron grabados en mi corazón— de la hermana Misionera Clarisa Luz Elena Aragón Martínez, a quien tuve el gusto de conocer desde que era yo un joven seminarista misionero. La hermana Luz Elena nos dejó, para regresar a la Casa del Padre, el1º de septiembre de este 2023, a las siete horas con veintitrés minutos después de una vida misionera de 53 años en su mayoría muy activa que, en los últimos años, estuvo marcada con la cruz de la enfermedad.

Luz Elena, nació el 21 de junio de 1948 en Chihuahua, Chihuahua, México, en el seno de una familia católica. Después de una infancia y adolescencia feliz, en el seno de una familia, como aquellas de antes, estudió la carrera de contador privado e ingresó a la congregación de las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento el 11 de febrero de 1970 en Cuernavaca, Morelos, donde inició su noviciado el 15 de agosto del mismo año para realizar, el 16 de agosto de agosto de 1972 su profesión temporal de votos, estando presente en ambas ceremonias Nuestra Madre Fundadora la Beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento. 

Su formación inicial tuvo lugar en la casa noviciado que se encuentra en Cuernavaca. Posteriormente, continuó sus estudios en Monterrey, Nuevo León. 

En 1976 fue destinada a colaborar con el equipo de hermanas Misioneras Clarisas, en la Delegación Apostólica, en Ciudad de México, pues en aquel entonces no había Nunciatura, debido a que no había relaciones diplomáticas entre México y el Vaticano. Su desempeño durante ese tiempo fue en el área administrativa, era secretaria de transcripciones y manejo de documentos oficiales, además de otras labores de casa en atención al Delegado Apostólico y a su equipo sacerdotal de secretarios. Ella formó parte del último equipo de hermanas Misioneras Clarisas que colaboraron en la Delegación Apostólica, hecho que se clausuró con la inolvidable primera visita de Su Santidad Juan Pablo II en 1979 y a quien tuvo la dicha de atender de manera muy cercana, quedando este testimonio en fotografías muy elocuentes, como esta en donde aparece de la mano de san Juan Pablo II.

Durante los años que la hermana Luz Elena realizó esta encomienda, junto con otra hermana Misionera Clarisa dio inicio al grupo de Van-Clar Nezahualcóyotl, manifestando así su gran celo apostólico y misionero.

En el año 1980 fue enviada a Santa Ana, California, Estados Unidos, en donde prestó el servicio de ecónoma regional hasta 1989. En ese mismo lapso de tiempo fue entusiasta asesora de los grupos de Van-Clar en aquella Región. Allá realizó un Diplomado AA Degree y perfeccionó el idioma inglés que siempre puso a disposición de sus diferentes encomiendas.

Después de concluir su estancia en California, el Señor la trajo de nuevo a México a colaborar un año en la comunidad de Arandas, Jalisco, en la catequesis. En el año de 1990 tuvo su cambio a la Misión de Acapulco, en donde se entregó generosamente durante 17 años, prestando diversos servicios como: secretaria, ecónoma y superiora Local, además de ser asesora muy cercana de nuestro grupo de hermanos Vanclaristas. Allí participó activamente en la organización de la pastoral parroquial con el encargo especial de atención dominical a feligreses extranjeros en diversos puntos de la ciudad. Su presencia en Acapulco, en especial en la parroquia de San Francisco de Asís en la colonia Icacos, asentó una huella imborrable. Allí tuve el gusto de conocerla y compartir con ella diversos momentos en el campo apostólico en mis primeros años como joven sacerdote en misiones anuales de Semana Santa y de verano. Entre toda la gente de Acapulco, hay muchos que la recuerdan con mucho cariño. La familia de nuestro hermano el padre José Radilla, que es de Acapulco, la sintió siempre cercana, sobre todo en momentos especiales en que fue un gran apoyo para ellos. 

En el año 2009 fue nombrada superiora local en la comunidad de Ixtlán del Río, Nayarit, atendiendo también la administración del jardín de niños María Inés. Posteriormente, en el 2013 formó parte de la comunidad de Mazatlán, Sinaloa y prestó sus servicios en la administración escolar del colegio Niños Héroes.

En el año 2015, después de presentar diversas molestias físicas, le detectaron un tumor cerebral e inició un tratamiento médico en la ciudad de Guadalajara, formando parte de la comunidad del Tesoro, colaborando, después de su recuperación, en algunas ocasiones, en la comunidad de Mazatlán. Este periodo de enfermedad lo vivió con gran entereza y abandono en la voluntad de Dios.

Dos años después, en 2017 se integró definitivamente a la casa de Guadalajara, donde en la medida de sus posibilidades, se dedicó al cuidado y atención de nuestras hermanas Misioneras Clarisas ancianas y enfermas, ya que algunos años el Señor, dador de la Vida, le concedió un periodo de estabilidad dentro de su misma enfermedad, impulsada siempre por su buen ánimo, un buen humor extraordinario y un gran deseo de servicio generoso.

Durante su vida, Luz Elena se distinguió por ser una persona muy alegre, sencilla, generosa, disponible, muy cuidadosa y delicada en las cosas de Nuestro Señor. De manera muy profunda vivió su celo apostólico, buscando en todo la salvación de las almas. Fue una mujer muy respetuosa, fiel a sus votos, a su congregación y a las enseñanzas de Nuestra Madre Fundadora. Podemos sin duda decir que fue en todo momento, el ángel de los pequeños servicios, siempre incondicional con sus hermanas de comunidad, con los fieles de las distintas parroquias donde colaboró y de manera muy especial con nuestros hermanos Vanclaristas a quienes tanto amó y acompañó de cerca espiritualmente. Su sola presencia solía suscitar un sentimiento de alegría y de paz que contagiaba. Ella hacía presente a Jesús sobre todo en los ambientes adversos en los que, como incansable misionera, le tocó instaurar el Reino de Dios. Entre sus grandes dones destaca el mantenerse comunicada de uno u otra manera, con las almas con las que el Señor le regalaba encontrarse en el apostolado, quienes siempre la sintieron cercana, especialmente nuestros hermanos Vanclaristas de Acapulco y la gente de la parroquia de san Francisco de Asís en ese bello puerto, en el que la misión, le llamó a realizar grandes retos apostólicos.

Responsable en sus encomiendas hasta el último momento, dio testimonio a las hermanas que compartían con ella, de lo que significa seguir y servir al Señor abrazando su cruz, especialmente en esta prueba de la enfermedad.

Como es natural, en este último periodo, poco a poco su situación de salud se fue deteriorando. Sin embargo, fue notorio que, en estos últimos días, se mostró más animada y participativa. De hecho yo conviví con ella por última vez el 16 de agosto de este 2023, cuando fue mi copiloto en un viaje de Guadalajara a Atotonilco para participar en la profesión perpetua de nuestra hermana Misionera Clarisa Andrea Morales. Ese viaje, por supuesto, nunca lo olvidaré, pues me acompañaron tres hermanas muy queridas junto a Chabelita, una nuestras hermanas más jóvenes. Ese día viajamos de ida y vuelta Catalina Blancas, Lucila Cleris y Luz Elena. Rezamos, cantamos, contamos chistes y al final les dije a las hermanas que me parecía que había hecho el viaje más corto de mi vida, por la maravillosa compañía, sabiendo que llevaba un tesoro. Allí mismo me despedí de Luz Elena, compartiendo recuerdos de momentos muy especiales en la comunidad de Acapulco en donde los dos nos restablecíamos de distintas enfermedades en una de esas visitas inesperadas de Dios en los que la salud mina nuestras fuerzas.

Dicen las hermanas de la Casa del Tesoro que en la mañana del viernes del primer día de septiembre, inesperadamente se desvaneció de su asiento, debido a un derrame cerebral. Fue llevada inmediatamente al hospital, donde la auxiliaron hasta el último momento, cuando el Divino Esposo la abrazó en su amor misericordioso por toda la eternidad. «¡Vengan, benditos de mi Padre, hereden el Reino preparado para ustedes desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me recogieron; estuve desnudo, y me cubrieron; enfermo, y me visitaron; en la cárcel, y vinieron a mí!”. (Mt. 25, 35-37)

Me quedo con maravillosos recuerdos de esta querida hermana y la imagen de su rostro, el 16 de agosto. Un rostro físicamente deteriorado por la enfermedad pero marcado por una sonrisa que me alentará el resto de los días de mi vida.

Descanse en paz nuestra querida hermana Luz Elena Aragón Martínez.

Padre Alfredo.

«Gastar la vida por el Evangelio»... Un pequeño pensamiento para hoy


Todo católico comprometido sabe que no llega a Dios a base de hacer muchos esfuerzos y tener una gran ambición de perfección, de ser el mejor y el más santo, porque si quiere ser «sobrehumano» y fuerza mucho su persona, puede llegar a un agotamiento o a un orgullo espiritual muy insano. Los hombres y las mujeres de fe debemos abrirnos y dejarnos invadir por la presencia de Dios, cuestión que haga mella en nosotros y nos transforme con la acción divina. Debemos hacer a un lado la preocupación por nosotros mismos —«que se niegue a sí mismo», dice el Evangelio de hoy (Mt 16,21-27)— vaciando nuestra voluntad de poder para dejar que Dios sea Dios en nosotros y nos ilumine.

Pero, contrastando con esto el mundo, este mundo de los anuncios en Internet o de los estímulos que cada día recibimos por todas partes, nos presenta como ideal no esto de negarse a sí mismo, sino las ansias de ser un triunfador, de ser más que los demás, de distinguirnos de todos por la compra de este o aquel producto de moda, de tener prestigio porque uno tiene un buen automóvil o usa determinada loción. Estos son los principios que nuestro mundo quiere meternos en la cabeza, para alimentar infinitamente la inmensa espiral del negocio que parece no tener fin. Lo curioso de esto es que más o menos resulta bastante semejante a lo que el mundo de la época de Jesús había metido en la cabeza de la gente de su tiempo: el propio Pedro le dice a Jesús que debe cambiar su forma de pensar, que él debe ser un triunfador, no un hombre que tenga que pasar por el sufrimiento por fidelidad al amor. Sin duda, esos principios del triunfo a costa de lo que sea, del tener prestigio y desear ser el dueño del mundo, están en la raíz última del pecado original que distorsiona el ser y quehacer del hombre. 

El Papa Francisco, el día de ayer, en Mongolia, hablando a obispos, sacerdotes y agentes pastorales les decía: «Gastar la vida por el Evangelio es una bella definición de la vocación misionera del cristiano». Y no hay que olvidar que esta vocación está arraigada en nosotros desde el bautismo y que nuestra fe es todo un reto que llega a su plenitud con la acogida de la cruz que nos lleva a la resurrección. Así, de esta manera, este trozo evangélico nos lleva a pensar en una cuestión de vida o muerte, de felicidad o de desgracia. Los católicos de hoy y de siempre no podemos ser miopes espirituales. Démonos cuenta de lo que realmente salva la vida. Sería muy peligroso que ganando el mundo perdiésemos lo más esencial. Pidamos a María santísima que nos ayude a abrir los ojos y a descubrir la verdadera esencia de esa vocación misionera que todos llevamos y que puede ayudar al mundo a abrazar la cruz y experimentar la alegría del Evangelio que nos prepara al gozo de la vida eterna. ¡Feliz y bendecido domingo!

Padre Alfredo.

sábado, 2 de septiembre de 2023

«Multiplicando»... Un pequeño pensamiento para hoy


A lo largo del año litúrgico, de acuerdo al ciclo de año par e año impar entre semana y a los ciclos A, B y C para los domingos, vamos leyendo el Evangelio de forma continuada. Hoy terminamos de leer, de esta manera, en la Misa diaria,  el Evangelio de San Mateo con un texto muy significativo que nos lleva a pensar en la segunda venida de Nuestro Señor con el tema del hombre que sale de viaje y deja encargada una parte de su dinero, de forma distribuida, a tres de sus servidores (Mt. 25, 14-30). 

A la luz de esto podemos ver que el Señor nos ha confiado el Evangelio y la distribución de la gracia hasta que Él vuelva. Esto es algo que Él quiere que veamos como nuestro, de tal forma que no nos sintamos como sus trabajadores, sino como continuadores de la obra salvadora de su Hijo; pues, efectivamente, nosotros hemos sido hechos hijos en el Hijo. A nosotros compete el esforzarnos para que la salvación llegue a más y más personas. No podemos pasarnos la vida sólo recibiendo y disfrutando de los dones de Dios de un modo personal. Él constituyó a su Iglesia como misionera, enviada por Él a evangelizar al mundo entero, a iniciar el Reino de Dios entre nosotros ya desde ahora. Al final Él sólo reconocerá como suyos, y hará pasar a tomar parte del gozo de su Señor a los que lleguen con las marcas del amor y de la entrega de su propio Hijo, entregado por nosotros y habiendo multiplicado lo que nos dejó.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de saber vivir totalmente comprometidos con la fe que profesamos multiplicando los dones recibidos, lo cual nos ha de llevar a la transmisión del Evangelio a la humanidad entera tanto con las palabras, como con las obras y la vida misma. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

viernes, 1 de septiembre de 2023

«Que no nos falte el aceite»... Un pequeño pensamiento para hoy

Hoy, en el Evangelio (Mt 25,1-13), son diez jóvenes que acompañarán, como damas de honor, a la novia cuando llegue el novio, las que protagonizan la escena. Esta parábola es muy sencilla, pero muy bonita y significativa. Naturalmente, como pasa siempre en las parábolas, hay detalles exagerados o inusuales, que sirven para subrayar más la enseñanza que el Señor quiere darnos. Así, la tardanza del novio hasta medianoche, o la negativa de las jóvenes sensatas a compartir su aceite con las demás, o la idea de que puedan estar abiertas las tiendas a esas horas —cuando no había Oxxos—, o la respuesta tajante del novio, que cierra bruscamente la puerta, contra todas las reglas de la hospitalidad oriental vienen a ser cosas muy ilustrativas.

Jesús quiere transmitir esta idea: que todas estas jovencitas tenían que haber estado preparadas y despiertas cuando llegó el novio, porque la llegada del mismo era imprevista. Nadie sabe el día ni la hora. Bien sabemos que el pueblo de Israel —al menos sus dirigentes— no supieron estarlo y desperdiciaron la gran ocasión de la venida del Novio, Jesús, el Enviado de Dios, el que inauguraba el Reino y su banquete festivo.

A la luz de esto cabe hacernos unas preguntas: ¿Estamos siempre preparados y en vela? ¿llevamos aceite para nuestra lámpara? Se supone que como creyentes estamos siempre atentos a la presencia del Señor Resucitado. Pidamos a María santísima que nos ayude a que no falte aceite en nuestra lámpara porque se trata de estar alerta y ser conscientes de la cercanía del Señor a nuestras vidas. Todos somos invitados a la boda, pero tenemos que llevar aceite. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.