Hoy quiero compartir, en unas cuantas líneas, la biografía sintética —junto a una serie de recuerdos que quedaron grabados en mi corazón— de la hermana Misionera Clarisa Luz Elena Aragón Martínez, a quien tuve el gusto de conocer desde que era yo un joven seminarista misionero. La hermana Luz Elena nos dejó, para regresar a la Casa del Padre, el1º de septiembre de este 2023, a las siete horas con veintitrés minutos después de una vida misionera de 53 años en su mayoría muy activa que, en los últimos años, estuvo marcada con la cruz de la enfermedad.
Luz Elena, nació el 21 de junio de 1948 en Chihuahua, Chihuahua, México, en el seno de una familia católica. Después de una infancia y adolescencia feliz, en el seno de una familia, como aquellas de antes, estudió la carrera de contador privado e ingresó a la congregación de las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento el 11 de febrero de 1970 en Cuernavaca, Morelos, donde inició su noviciado el 15 de agosto del mismo año para realizar, el 16 de agosto de agosto de 1972 su profesión temporal de votos, estando presente en ambas ceremonias Nuestra Madre Fundadora la Beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento.
Su formación inicial tuvo lugar en la casa noviciado que se encuentra en Cuernavaca. Posteriormente, continuó sus estudios en Monterrey, Nuevo León.
En 1976 fue destinada a colaborar con el equipo de hermanas Misioneras Clarisas, en la Delegación Apostólica, en Ciudad de México, pues en aquel entonces no había Nunciatura, debido a que no había relaciones diplomáticas entre México y el Vaticano. Su desempeño durante ese tiempo fue en el área administrativa, era secretaria de transcripciones y manejo de documentos oficiales, además de otras labores de casa en atención al Delegado Apostólico y a su equipo sacerdotal de secretarios. Ella formó parte del último equipo de hermanas Misioneras Clarisas que colaboraron en la Delegación Apostólica, hecho que se clausuró con la inolvidable primera visita de Su Santidad Juan Pablo II en 1979 y a quien tuvo la dicha de atender de manera muy cercana, quedando este testimonio en fotografías muy elocuentes, como esta en donde aparece de la mano de san Juan Pablo II.
Durante los años que la hermana Luz Elena realizó esta encomienda, junto con otra hermana Misionera Clarisa dio inicio al grupo de Van-Clar Nezahualcóyotl, manifestando así su gran celo apostólico y misionero.
En el año 1980 fue enviada a Santa Ana, California, Estados Unidos, en donde prestó el servicio de ecónoma regional hasta 1989. En ese mismo lapso de tiempo fue entusiasta asesora de los grupos de Van-Clar en aquella Región. Allá realizó un Diplomado AA Degree y perfeccionó el idioma inglés que siempre puso a disposición de sus diferentes encomiendas.
Después de concluir su estancia en California, el Señor la trajo de nuevo a México a colaborar un año en la comunidad de Arandas, Jalisco, en la catequesis. En el año de 1990 tuvo su cambio a la Misión de Acapulco, en donde se entregó generosamente durante 17 años, prestando diversos servicios como: secretaria, ecónoma y superiora Local, además de ser asesora muy cercana de nuestro grupo de hermanos Vanclaristas. Allí participó activamente en la organización de la pastoral parroquial con el encargo especial de atención dominical a feligreses extranjeros en diversos puntos de la ciudad. Su presencia en Acapulco, en especial en la parroquia de San Francisco de Asís en la colonia Icacos, asentó una huella imborrable. Allí tuve el gusto de conocerla y compartir con ella diversos momentos en el campo apostólico en mis primeros años como joven sacerdote en misiones anuales de Semana Santa y de verano. Entre toda la gente de Acapulco, hay muchos que la recuerdan con mucho cariño. La familia de nuestro hermano el padre José Radilla, que es de Acapulco, la sintió siempre cercana, sobre todo en momentos especiales en que fue un gran apoyo para ellos.
En el año 2009 fue nombrada superiora local en la comunidad de Ixtlán del Río, Nayarit, atendiendo también la administración del jardín de niños María Inés. Posteriormente, en el 2013 formó parte de la comunidad de Mazatlán, Sinaloa y prestó sus servicios en la administración escolar del colegio Niños Héroes.
En el año 2015, después de presentar diversas molestias físicas, le detectaron un tumor cerebral e inició un tratamiento médico en la ciudad de Guadalajara, formando parte de la comunidad del Tesoro, colaborando, después de su recuperación, en algunas ocasiones, en la comunidad de Mazatlán. Este periodo de enfermedad lo vivió con gran entereza y abandono en la voluntad de Dios.
Dos años después, en 2017 se integró definitivamente a la casa de Guadalajara, donde en la medida de sus posibilidades, se dedicó al cuidado y atención de nuestras hermanas Misioneras Clarisas ancianas y enfermas, ya que algunos años el Señor, dador de la Vida, le concedió un periodo de estabilidad dentro de su misma enfermedad, impulsada siempre por su buen ánimo, un buen humor extraordinario y un gran deseo de servicio generoso.
Durante su vida, Luz Elena se distinguió por ser una persona muy alegre, sencilla, generosa, disponible, muy cuidadosa y delicada en las cosas de Nuestro Señor. De manera muy profunda vivió su celo apostólico, buscando en todo la salvación de las almas. Fue una mujer muy respetuosa, fiel a sus votos, a su congregación y a las enseñanzas de Nuestra Madre Fundadora. Podemos sin duda decir que fue en todo momento, el ángel de los pequeños servicios, siempre incondicional con sus hermanas de comunidad, con los fieles de las distintas parroquias donde colaboró y de manera muy especial con nuestros hermanos Vanclaristas a quienes tanto amó y acompañó de cerca espiritualmente. Su sola presencia solía suscitar un sentimiento de alegría y de paz que contagiaba. Ella hacía presente a Jesús sobre todo en los ambientes adversos en los que, como incansable misionera, le tocó instaurar el Reino de Dios. Entre sus grandes dones destaca el mantenerse comunicada de uno u otra manera, con las almas con las que el Señor le regalaba encontrarse en el apostolado, quienes siempre la sintieron cercana, especialmente nuestros hermanos Vanclaristas de Acapulco y la gente de la parroquia de san Francisco de Asís en ese bello puerto, en el que la misión, le llamó a realizar grandes retos apostólicos.
Responsable en sus encomiendas hasta el último momento, dio testimonio a las hermanas que compartían con ella, de lo que significa seguir y servir al Señor abrazando su cruz, especialmente en esta prueba de la enfermedad.
Como es natural, en este último periodo, poco a poco su situación de salud se fue deteriorando. Sin embargo, fue notorio que, en estos últimos días, se mostró más animada y participativa. De hecho yo conviví con ella por última vez el 16 de agosto de este 2023, cuando fue mi copiloto en un viaje de Guadalajara a Atotonilco para participar en la profesión perpetua de nuestra hermana Misionera Clarisa Andrea Morales. Ese viaje, por supuesto, nunca lo olvidaré, pues me acompañaron tres hermanas muy queridas junto a Chabelita, una nuestras hermanas más jóvenes. Ese día viajamos de ida y vuelta Catalina Blancas, Lucila Cleris y Luz Elena. Rezamos, cantamos, contamos chistes y al final les dije a las hermanas que me parecía que había hecho el viaje más corto de mi vida, por la maravillosa compañía, sabiendo que llevaba un tesoro. Allí mismo me despedí de Luz Elena, compartiendo recuerdos de momentos muy especiales en la comunidad de Acapulco en donde los dos nos restablecíamos de distintas enfermedades en una de esas visitas inesperadas de Dios en los que la salud mina nuestras fuerzas.
Dicen las hermanas de la Casa del Tesoro que en la mañana del viernes del primer día de septiembre, inesperadamente se desvaneció de su asiento, debido a un derrame cerebral. Fue llevada inmediatamente al hospital, donde la auxiliaron hasta el último momento, cuando el Divino Esposo la abrazó en su amor misericordioso por toda la eternidad. «¡Vengan, benditos de mi Padre, hereden el Reino preparado para ustedes desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me recogieron; estuve desnudo, y me cubrieron; enfermo, y me visitaron; en la cárcel, y vinieron a mí!”. (Mt. 25, 35-37)
Me quedo con maravillosos recuerdos de esta querida hermana y la imagen de su rostro, el 16 de agosto. Un rostro físicamente deteriorado por la enfermedad pero marcado por una sonrisa que me alentará el resto de los días de mi vida.
Descanse en paz nuestra querida hermana Luz Elena Aragón Martínez.
Padre Alfredo.