En el Antiguo Testamento ya Moisés, los profetas y los salmos habían anunciado lo que ahora estaba pasando. Como a aquellos dos discípulos en el camino, ahora Jesús les hizo ver a todo el grupo la unidad del plan salvador de Dios. Las promesas se han cumplido. Y la muerte y resurrección del Mesías son el punto crucial de la historia de la salvación. A la luz de esto no debe extrañarnos que san Pedro, en sus discursos, utilice la misma argumentación cuando se trata de oyentes que conocen el Antiguo Testamento, y que centre su discurso en el acontecimiento pascual del Señor, como narra hoy la primera lectura de la Misa (Hch 3,11-26).
También nosotros estamos llamados a reconocer a Cristo en la fracción del pan eucarístico, en la Palabra bíblica y en la comunidad reunida. En las circunstancias más adversas y oscuras que se puedan dar, también nosotros muchas veces andamos desconcertados como aquellos discípulos, pero el Señor se nos hace compañero de camino, se nos hace encontradizo y permanece cerca. Aunque no le reconozcamos fácilmente. En más de una ocasión nos tendrá que decir: «¿por qué te asustas? ¿por qué surgen dudas en tu interior?». María, no dudó, ella nos ayudará a estar atentos a la presencia de Cristo. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!
Padre Alfredo.
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