Ante todo, el Misionero de la Misericordia es eso: «un misionero», un hombre que representa al Santo Padre como Misionero de la Misericordia a través de la predicación y del sacramento de la reconciliación en nuestra área y en el país donde nos encontremos, según seamos requeridos. Esto implica estar disponible más frecuentemente para la atención de las personas en el sacramento de la reconciliación y en la dirección espiritual o consejos. Además, los Misioneros de la Misericordia tenemos que estar muy bien preparados y actualizados en todo lo referente al tema de la Misericordia y lo que el Papa Francisco busca en su papado.
Por otra parte, hay una serie de pecados que solamente el Vaticano tiene autoridad para perdonar, los Misioneros de la Misericordia tenemos autoridad para perdonarlos en nombre de Dios. Por ejemplo: la profanación de la Santa Eucaristía, ordenación de un obispo sin aprobación del Santo Padre, violación del secreto de confesión, complicidad en casos de adulterio, pecados de laicos contra sacerdotes y viceversa, ataques —violencia física, secuestro o insultos— contra el Papa, sacerdotes, obispos, religiosos/as, laicos consagrados o personal de la Iglesia.
En el mundo somos unos 800 distribuidos en casi todos los países de la faz de la tierra. En México somos 7.
Ser Misionero de la Misericordia es una gran bendición, porque eso me ayuda a ser un sacerdote más misericordioso, a ser compasivo con cada persona que acude a mi y a poder orar por cada caso en particular. Esta tarea me brinda una oportunidad grane para predicar sobre este tema a nivel local, nacional e internacional e impartir el sacramento de la reconciliación en todas partes.
Durante un encuentro, en aquel 2016, el Papa Francisco nos dijo: «Ser Misionero de la Misericordia es una responsabilidad que se les ha confiado porque requiere de ustedes que sean en primera persona testigos de la cercanía de Dios y de su forma de amar. No a nuestra manera, siempre limitada y a veces contradictoria, sino a su manera de amar y a su manera de perdonar que es, precisamente, la misericordia.»
El Papa, en las diversas ocasiones en que nos hemos reunido con él, después del Año de la Misericordia, nos ha recordado lo importante que es el papel del confesor. «Ante nosotros hay una persona "desnuda", y también una persona que no sabe hablar y no sabe qué decir... con la vergüenza de ser un pecador, y tantas veces no consigue decirlo. No lo olvidemos: ante nosotros no está el pecado, sino el pecador arrepentido...Una persona que siente el deseo de ser aceptada y perdonada... Por lo tanto, no estamos llamados a juzgar, con actitud de superioridad, como si estuviéramos inmunes del pecado.»
También nos ha advertido que se puede hacer mucho daño a un alma si no se escucha con corazón de padre, con el corazón de la Madre Iglesia. «Ser confesor —según el corazón de Cristo— equivale a cubrir al pecador con el manto de la misericordia para que no se avergüence más, para que recupere su dignidad y sepa dónde se encuentra.»
El Papa Francisco, al darnos este nombramiento, nos ha puesto como figuras a imitar y santos protectores de nuestro ministerio a san Pío de Pietralchina y a san Leopoldo Mandic. El Miércoles de Ceniza del 2016, cuando nos instituyó nos dijo: «Los acompaño en esta aventura misionera dejandoles el ejemplo de dos santos ministros del perdón de Dios, San Leopoldo y San Pío.... Les ayudarán. Cuando sientan el peso de los pecados que les confiesan y las limitaciones de su persona y sus palabras, confíen en la misericordia que sale al encuentro de todos con amor y no conoce fronteras.»
Finalmente puedo compartir, en esta breve explicación, que los Misioneros de la Misericordia somos un signo vivo de bienvenida del Padre Celestial para aquellos que buscan el perdón de Dios. Somos facilitadores de encuentros humanos de liberación para hacer que muchos católicos, sobre todo los más alejados, renueven su compromiso a través del sacramento de la Reconciliación. Con este nombramiento, luego de ser elegidos para este ministerio especial, los Misioneros de la Misericordia debemos ser inspiradores predicadores de la Misericordia de Dios, heraldos del gozo del perdón, confesores que damos la bienvenida con compasión y amor a los penitentes que lleguen a nosotros, especialmente en las situaciones más difíciles.
Padre Alfredo.
Nota: Adaptación de un artículo publicado en El Pregonero.
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