Puedo afirmar, luego de leer una y otra vez este pasaje y de haberlo utilizado como base para distintas tantas de Ejercicios que he predicado allende las fronteras de México, que la experiencia de esos dos discípulos es nuestra propia experiencia. También nosotros conocemos ese camino de cercanía con Cristo y de fracaso al pensar que los hemos perdido: ¡Cuántas promesas que no han madurado en nuestras vidas, cuántos fracasos, cuántos planes que se han ido abajo, cuántas ilusiones perdidas!... Quizá también nosotros, hemos abandonado el grupo inicial, como aquellos dos. Porque nosotros esperábamos que el Concilio... que la Iglesia..., que los obispos, que el párroco, que la coordinadora del grupo... Nosotros esperábamos que la democracia..., que los partidos... Pero todo ha sido una ilusión, flor de un día. Y estamos de vuelta.
Sin embargo, al contemplar a los dos de Emaús hemos de preguntarnos: ¿Qué nuestro corazón no sentíamos que ardía, aunque parecía que el Señor no estaba con nosotros en aquel momento y alguien, él mismo, a través de un amigo, de un compañero de grupo, de un acontecimiento... se hizo encontradizo en nuestras vidas? No dejemos de vivir la Pascua pensando que quizá por las tristezas de la vida o por diversas circunstancias, no vemos a Cristo resucitado en plenitud, pero él, que no abandona a nadie, está con nosotros. Que con María, le sepamos descubrir al partir el Pan en la Eucaristía, sobre todo en la de los domingos. ¡Bendecido domingo!
Padre Alfredo.
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