Cuando Jesús se acerca a los dos discípulos, éstos no tienen ojos para reconocerlo, porque la desilusión les llena el alma. Para ellos, Jesús quedó en la tumba donde lo enterraron y después de tres días ya no se sabía nada cierto acerca de Él. Una vez que los discípulos se han hecho amigos de Jesús sin identificarlo todavía, lo invitaron a que se quedara con ellos, porque el día declinaba. Él se dispuso a quedarse con ellos y al cenar, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio.
¡Identificados con los discípulos de Emaús, ahora nosotros estamos caminando con Jesús resucitado por el camino de nuestras vidas! Estamos viviendo una Pascua más en nuestra existencia. Nuestra fe y esperanza deben estar firmes en nuestra unión comunitaria con Cristo y todos nuestros hermanos celebrando el gozo de la resurrección del Hijo de María. Seguramente a ella fue a la primera que se apareció y ella debe haber alentado a los dos de Emaús y a todos los demás. ¡Bendecido miércoles!
Padre Alfredo.
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