«¡Oh Dios mío, déjame decirte que soy feliz porque tu rostro de padre y amigo me acompaña en cada jornada! ¡Gracias por el don de la fe que, sin negarme nada humano y honesto, me inunda con luz divina y me eleva a tu hogar espiritual! Infunde ese mismo amor, confianza, fe, esperanza, en el corazón de todos los redimidos, allí donde se encuentren y sea cual fuere la suerte que a cada cual le haya cabido de oír hablar de Ti en lenguajes que sólo Tú entiendes bien. Amén.»
El Evangelio de hoy (Jn 3,16,21) me llevó a pensar en eso, en la felicidad que siento porque el Padre Misericordioso envió a su Hijo Jesús para salvarnos. Con María santísima, quiero seguir viviendo la alegría de la Pascua. ¡Bendecido miércoles!
Padre Alfredo.
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