En la parroquia hemos tenido unos días maravillosos del Triduo Pascual y hoy, en la Eucaristía de una de la tarde, despediremos a los misioneros que han venido dirigidos por nuestras hermanas Misioneras Clarisas y que han enfervorizado a nuestra comunidad parroquial. Además presentaremos a la comunidad a los adolescentes y jóvenes que han vivido la Pascua Juvenil de este año. En la eucaristía de hoy contemplamos tres aspectos de la Pascua: damos gracias al Padre por su constante acción amorosa y fecunda: reconocemos a Jesucristo vivo en nosotros, revelador y comunicador de la vida de Dios; y pedimos ser más fieles a esta vida siempre nueva y para todos, que nos permite abrirnos sin miedo a la alegría, a la lucha, a la esperanza, a la fiesta.
Si cada domingo celebramos la resurrección del Señor, hoy la celebramos con mayor solemnidad junto con su Pasión. Rebosa tanto de sentido, lleva consigo tanto gozo el domingo de Pascua, que necesitaremos cincuenta días para celebrarlo debidamente. Es el tiempo pascual, o la cincuentena pascual, que va desde la fiesta de hoy hasta el domingo de Pentecostés; cincuenta días que son como un solo y único día festivo, como un gran domingo. Si celebramos con María, muy bien esta Eucaristía y la todos los domingos, nuestro encuentro con el Resucitado, en la que él nos comunica su vida, tendremos ánimos para ser, en la historia de cada día, unas personas «pascuales», que contagian a todos la alegría de su fe. ¡Felices Pascuas! ¡Bendecido domingo, fiesta de la resurrección del Señor!
Padre Alfredo.
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