No cabe duda de que el señor pone siempre en nuestro camino modelos de vida que nos entusiasman a vivir plenamente nuestra vocación, y don José, es uno de ellos. Me llenó de gozo el ver con el gusto con que me saludó luego de no vernos desde antes de la pandemia y estar en contacto solamente por teléfono. Hoy el salmo responsorial (Sal 118) me hace seguir pensando en él cuando veo: «Yo seguiré observando tu ley. Tus pensamientos, señor, son mi alegría; ellos son también mis consejeros». El señor «Lizares», como se le conoce, y yo, nos conocimos en 1987, cuando yo era seminarista de teología y desde entonces se estableció entre nosotros una amistad en la que, a pesar de no vernos tan seguido como yo quisiera, hemos conservado gracias al teléfono. Sus consejos y su buen humor, me han ayudado sobremanera a sostener con gozo el «sí» del ministerio sacerdotal.
Este día, al hacer nuestra oración, les invito a pensar en quienes han dejado una huella honda en nuestro corazón y a quienes tenemos a nuestro lado. A veces, su presencia, como me ha sucedido en este caso, han levantado mi corazón que se encontraba un poco apachurrado por una situación que no vale la pena que comparta pero que llenan de tristeza el corazón sacerdotal al ver lo poco que se puede hacer. ¡Gracias padre Sergio por esta invitación! ¡Gracias don José por estos ratos tan amenos y edificantes y gracias a ustedes por leer mis mal hilvanadas reflexiones, motivo de mi oración! Que María santísima nos ayude a seguir viviendo la Pascua. ¡Bendecido lunes!
Padre Alfredo.
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